Thursday, August 12, 2010
Jeff Buckley
Jeffrey Scott Buckley
Nacimiento 17 de noviembre de 1966
Origen Anaheim, California, EEUU
Muerte 29 de mayo de 1997
Ocupación(es) Cantautor, poeta
Información artística
Género(s) Rock, Hard rock, Folk rock, Blues
Jeffrey Scott Buckley (n. 17 de noviembre de 1966 - f. 29 de mayo de 1997), cantautor y guitarrista estadounidense reputado por su peculiar rango vocal de al menos cuatro octavas y media. Tras la publicación en 1994 del álbum de debut Grace la crítica lo consideró uno de los artistas más prometedores de su generación. Sin embargo, en la cima de la popularidad, muere ahogado mientras nadaba en el río Wolf River. Los críticos y los músicos aún reconocen su trabajo y estilo.
Nacido en Los Ángeles, California, Jeff Buckley fue el único hijo de Mary Guibert y Tim Buckley. Su padre era compositor y publicó una serie de discos de folk y jazz muy aclamados a finales de los 60 y principios de los 70, hasta su inoportuna muerte en 1975. Su madre era de ascendencia panameña, y su padre provenía de una familia de emigrantes irlandeses de Cork. Buckley se crió con su madre y su padrastro, Ron Moorhead, en el sur de California, moviéndose continuamente por el condado de Orange. También tenía un hermanastro, Corey Moorhead. Durante su infancia fue conocido como Scott "Scottie" Moorhead pero cuando tenía aproximadamente 10 años decidió tomar su nombre de nacimiento tras conocer a su padre (a quien no volvió a ver), aunque para su familia siguió llamándose Scottie.
A los 18 años se trasladó a Los Ángeles, donde se graduó en el curso de dos años del Musician's Institute. Buckley siempre se refirió a su paso por este centro como una "pérdida de tiempo", aunque hizo amigos de por vida allí. Su bagaje musical se reflejó en aquellas bandas en las que participó antes de iniciar su carrera en solitario. En Los Ángeles formó parte de la banda de reggae Shinehead, así como en otras bandas en las que normalmente se limitaba a tocar la guitarra. Todavía tenía que descubrir su espléndida voz, al igual que sus propios compañeros de grupo.
Buckley se trasladó a Nueva York en 1990. Su debut en público como cantante fue una actuación en 1991, un tributo a su padre, Tim Buckley, en la iglesia de St. Ann de Nueva York. No se le pagó como intérprete. Simplemente eligió mostrar sus respetos a su padre diciendo: "Esto no es un trampolín, esto es algo muy personal". Interpretó "I Never Asked To Be Your Mountain" con Gary Lucas acompañándole a la guitarra, y cantó una versión a capella de "Once I Was", que dejó al auditorio en completo silencio. Cuando se le preguntó por este concierto en particular, Buckley contestó que "no era mi trabajo, no era mi vida. Pero me sentía mal por no haber estado presente en su funeral (de su padre), de que nunca tuve la oportunidad de decirle nada. Aproveché ese concierto para mostrarle mis últimos respetos".
Buckley se convirtió pronto en intérprete solista habitual en el café Sin-é de Greenwich Village, donde atrajo la atención de los ejecutivos de Columbia Records. En 1993 Columbia publicó un EP de cuatro temas grabados en el café Sin-é.
[editar]Grace
Buckley tocó con el guitarrista experimental Gary Lucas y su banda Gods and Monsters. En 1994, Buckley publicó su disco debut Grace, compuesto por diez canciones. Las ventas progresaban lentamente, pero el álbum enseguida recibió las alabanzas de la crítica y el aprecio de otros músicos (entre ellos Jimmy Page, Robert Plant, Bob Dylan, Matthew Bellamy, Thom Yorke, Neil Peart y Paul McCartney). Muchos consideran su versión del Hallelujah de Leonard Cohen como la grabación definitiva de dicha canción y probablemente sea la más conocida de Buckley.
El intento de Buckley de preservar su integridad artística y creativa frente a las exigencias intolerables de la industria discográfica le llevó a una situación insoportable. Tras la publicación de su primer y aclamado disco, Buckley pasó más de dos años de gira por todo el mundo. Parecía ser una forma agotadora pero eficaz de mantener la independencia de su compañía discográfica, con la que mantenía una relación bastante tensa. En 1995 Buckley realizó un concierto en el Olympia de París, un local que había hecho famosa a la cantante francesa Édith Piaf y que él consideró el mejor de toda su carrera.
También realizó una gira conocida como "phantom solo tour". La inició en diciembre de 1996 utilizando diversos seudónimos como Father Demo, Jaime de Cevallos, Topless America, Smackcrobiotic, The Halfspeeds, Crackrobats, y Martha and the Nicotines. Como justificación a tan misteriosa gira, Buckley publicó una nota en internet argumentando que había perdido el anonimato de tocar en pequeños locales y cafés:
Hubo una época en mi vida no hace mucho tiempo en la que podía llegar a un café y simplemente hacer lo que quería, tocar música, aprender tocando, explorar lo que ello significa para mí, esto es, divertirme cuando aburro y/o entretengo a una audiencia que no me conoce o que no sabe a qué me dedico. En esta situación me puedo permitir el precioso e irremplazable lujo de equivocarme, de arriesgarme, de rendirme. He trabajado muy duro para conseguir todo esto, este entorno donde trabajar. Lo amaba y ahora que lo he perdido lo echo de menos. Lo único que estoy haciendo es reclamarlo.
Durante toda su carrera, Buckley hizo varios covers sobre escena de sus artistas preferidos : Bob Dylan, The Smiths, Siouxsie1 y Leonard Cohen,
[editar]Muerte
Hay muchas teorías sobre la muerte de Jeff Buckley. La historia más aceptada sobre su muerte es la que se muestra en el documental que emitió la BBC hace unos años. Es cierto que se ahogó en el río Wolf, en Memphis (Tennessee) el 29 de mayo de 1997 a la edad de treinta años, la tarde en que su banda había llegado a Memphis para comenzar la grabación de su segundo disco, que iba a llamarse My Sweetheart the Drunk. Aquel día estaba en la orilla del río Wolf con un amigo, escuchando Whole Lotta Love, de Led Zeppelin, cuando de repente, Jeff se levantó y se fue metiendo en el agua totalmente vestido. Mientras Buckley nadaba, su amigo giró para subir el volumen y cuando volvió Jeff había desaparecido. Su cuerpo fue encontrado desnudo cinco días después al final de Beale Street, la legendaria cuna del blues; pudo ser identificado por el característico piercing que llevaba en el ombligo.
También se ha especulado sobre la posibilidad de que Buckley se hubiese suicidado. La biografía escrita sobre él y su padre, Dream Brother, revela que la noche anterior a su muerte Jeff supuestamente había confesado a varios de sus seres queridos que padecía un desorden bipolar. Hay mucha controversia sobre si su muerte fue o no un accidente.
Tras la muerte de Buckley, algunas de las demos grabadas para su segundo álbum fueron publicadas bajo el nombre de Sketches for My Sweetheart the Drunk. Se han publicado otros tres discos con grabaciones en vivo, así como un DVD de un concierto en Chicago.
El trabajo de Buckley, aparentemente anómalo con su época, ha tenido una influencia enorme. Se han escrito numerosas canciones en su tributo, entre las que destacan "Memphis" de PJ Harvey, "Blind River Boy" de Amy Correia, "Memphis Skyline" de Rufus Wainwright, "Wave Goodbye" de Chris Cornell, "Song For A Dead Singer" del grupo belga Zita Swoon, varios temas del grupo de New Jersey Ours. Vocalistas como Thom Yorke de Radiohead y Matt Bellamy de Muse se reconocen a sí mismos como influidos por su voz.
[editar]Voz y técnica vocal
Jeff es considerado uno de las mayores influencias por grandes vocalistas y estudiosos de la voz. Es un tenor liviano con una tecnica casi perfecta. El gran rango vocal que posee se debe a su perfecto "mix" entre voz de pecho y cabeza, el siempre dificil de conseguir "passagio", que maneja perfectamente y a su antojo, como se puede ver en el segundo verso de Last Goodbye por ejemplo.
Jeff utiliza el falsetto pero no abusa del mismo, no debiendo confundirse este con el uso de la voz de cabeza que si es constante en sus temas. Lo mas sorprendente de este registro pecho cabeza integrado es lo parejo de su sonido, y la fuerza de sus graves, que son bien aprovechados por ejemplo en Lover, you should've come over.
Estamos hablando entonces de un tenor con una técnica lírica perfecta, y un desarrollo excepcional de sus registros vocales y del passagio.
Discografía
1993 - Live at Sin-é
1994 - Grace (álbum de Jeff Buckley)
1995 - Live from the Bataclan
1998 - Sketches for My Sweetheart the Drunk
2000 - Mystery White Boy
2001 - Live a L'Olympia
2002 - Songs To No One 1991-1992
2002 - The Grace EPs
2003 - Live at Sin-é (Legacy Edition)
2004 - Grace (Legacy Edition)
2007 - So Real: Songs from Jeff Buckley
[editar]Vídeos en directo
2000 - Live in Chicago
[editar]Documentales
Amazing Grace: Jeff Buckley (2004) – http://www.amazinggracejeffbuckley.com
Everybody Here Wants You (2002) – BBC
Goodbye and Hello (2000) de la TV neerlandesa.
Fall in Light (1999) de la TV francesa.
[editar]Referencias
↑ Jeff buckley site. Lista de canciones recogidas por Jeff Buckley : "Killing Time", (canción de The Creatures aka Siouxsie)
[editar]Canciones tributo
"A Body Goes Down" - Duncan Sheik
"As I Wander" - Ours
"Bandstand in the Sky" - Pete Yorn
"Bleed" - Ours
"Blind River Boy" - Amy Correia
"Boys on the Radio" - Hole (partially)
"By Yourself" - Sister 7
"Gorgeous" - Kashmir
"Grey Ghost" - Mike Doughty
"I Heard You Singing" - Ours
"In a Flash" - Ron Sexsmith
"JB" - Welcome To Roswell
"Just Like Anyone" - Aimee Mann
"Living In A Video" - Ours
"Memphis" - PJ Harvey
"Memphis Skyline" - Rufus Wainwright
"New Blood" - Beth Wood
"On the Road to Calvary" - Willie Nile
"One Last Good Bye" - David Linx
"Rilkean Heart" - Cocteau Twins
"Saint Down The Hall" - Ours
"Song for a Dead Singer" - Zita Swoon
"Swimming" - Chris Taylor
"Trying Not to Think About It" - Juliana Hatfield
"Valley of Sound" - Heather Nova
"Wave Goodbye" - Chris Cornell
"We Don't Know" - Health & Happiness Show
"You Were Right" - Badly Drawn Boy (partially)
"Except For The Ghost" - Lisa Germano
[editar]Versiones de temas de Jeff Buckley
"Dream Brother" - Bitmap
"Dream Brother" - Martin Grech (live)
"Dream Brother" - Steve Hogarth (live)
"Dream Brother" - The Brent Flood (live)
"Eternal Life" - Sebastian Bach (live)
"Eternal Life" - Our Lady Peace (live)
"Everybody Here Wants You" - Big Sir
"Everybody Here Wants You" - Matthew Herbert and Dani Siciliano
"Everybody Here Wants You" - The Tea Party (live)
"Forget Her" - Sivert Höyem of Madrugada
"Grace" - Nick Harper
"Grace" - Fourplay (string quartet)
"Grace" - King Creosote
"Grace" - Rachel Sage
"Grace" - Three Against Four
"Grace" - Mariangela Demurtas y Daniel Cavanagh (live)
"Last Goodbye" - Natalie Merchant of 10,000 Maniacs
"Last Goodbye" - [The Tea Party] (live)
"Last Goodbye" - The Scarecrows (live)
"Last Goodbye" - Scarlett Johansson
"Lilac Wine" - Katie Melua
"Lilac Wine" - Sarah Slean (live)
"Lover, You Should've Come Over" - Jamie Cullum
"Lover, You Should've Come Over" - Howie Day (live)
"Lover, You Should've Come Over" - John Mayer (live)
+ "Nunca fui tarde (lover, you should come over" - (Paulinho Moska, version traducida, en el año 2001, disco "Eu falso de minha vida e que eu quiser"
"Mojo Pin" - Adem
"Morning Theft" - Stephen Fretwell
"New Year's Prayer" - Howie Day (live)
"Nightmares By The Sea" - Katatonia
"What Will You Say?" - Martin Grech (live)
Grace
Álbum de Jeff Buckley
Publicación 23 de agosto de 1994
Grabación Fines de 1993-1994 en Bearsville Recording Studio, Woodstock, NY
Género(s) Alternativo
Duración 51:44
Discográfica Columbia Records
Productor(es) Jeff Buckley
Andy Wallace
Grace es el primer y único disco de estudio completo grabado por Jeff Buckley, editado el 23 de agosto de 1994. El nombre del álbum proviene de la canción homónima co-escrita por Buckley y Gary Lucas. Inicialmente, el álbum obtuvo pocas ventas, que sólo le permitieron llegar hasta el puesto nº149 en Estados Unidos; sin embargo, recibió amplia aclamación crítica. A partir de la muerte de Buckley en 1997, el álbum parece atraer nuevos fans cada año y ha vendido en la actualidad alrededor de 2 millones de copias en todo el mundo. En 2004, conmemorando el décimo aniversario de su edición, una versión extendida de la placa fue editada, subtitulada Legacy Edition, que alcanzó el puesto nº44 en Gran Bretaña.
Músicos como Thom Yorke de Radiohead y Matthew Bellamy de Muse citan a Jeff Buckley entre sus influencias, y el álbum ha sido laureado por artistas como Chris Cornell de Soundgarden y Audioslave, Neil Peart de Rush, Jimmy Page, Robert Plant, Paul McCartney y Bob Dylan.
El cover que Buckley realizó para la canción de Leonard Cohen "Hallelujah" resulta una de sus canciones más conocidas y ha sido utilizada extensivamente por muchas series de televisión norteamericanas, así como también películas, entre las que se cuentan The West Wing, The O.C. y The Edukators. En 2004, esta versión formó parte de la lista que Rolling Stone publicó bajo el nombre de "The 500 Greatest Songs of All Time", en la cual se ubicó en el puesto nº259.
Grace ha formado parte de los puestos altos en las listas confeccionadas por revistas populares como Q, donde fue votado por los lectores como el 75º mejor disco de todos los tiempos;1 la misma votación se realizó nuevamente a fines de 2005 y Grace obtuvo la 13º ubicación.2 En 2006, la revista Mojo calificó al álbum como el clásico de rock moderno nº1 de todos los tiempos. También fue nombrado el segundo álbum favorito de Australia en My Favourite Album, un especial de televisión realizado por la Australian Broadcasting Corporation y transmitido el 3 de diciembre de 2006.3 Grace reingresó al Top 50 australiano en el número 44, desde la semana del 29 de enero hasta el 5 de febrero de 2007, trece años después de su primera edición. Actualmente, posee la certificación de séxtuple platino en dicho país.
Edición original
"Mojo Pin" (Jeff Buckley, Gary Lucas) – 5:42
"Grace" (Jeff Buckley, Gary Lucas) – 5:22
"Last Goodbye" (Jeff Buckley) – 4:35 [1]
"Lilac Wine" (James Shelton) – 4:32
"So Real" (Jeff Buckley, Michael Tighe) – 4:43
"Hallelujah" (Leonard Cohen) – 6:53
"Lover, You Should've Come Over" (Jeff Buckley) – 6:43
"Corpus Christi Carol" (Benjamin Britten) – 2:56
"Eternal Life" (Jeff Buckley) – 4:52
"Dream Brother" (Jeff Buckley, Mick Grondahl, Matt Johnson) – 5:26
Las ediciones posteriores incluyen "Forget Her" como track nº11.
[editar]Legacy Edition
Grace (Legacy Edition)
Compilación de Jeff Buckley
Publicación 23 de agosto de 2004
Grabación 1993-1994
Género(s) Alternativo
Duración 117:00
Discográfica Columbia Records
Productor(es) George Marino
Calificaciones profesionales
Allmusic (4.5/5) link
Pitchfork Media (9.0/10) link
BBC link
Cronología de Jeff Buckley
- Live at Sin-é (Legacy Edition)
(2003)
Grace (Legacy Edition)
'So Real: Songs from Jeff Buckley
(2007)
Listado de temas del disco de bonus tracks
"Forget Her" (Jeff Buckley) – 5:12
"Dream Brother" (Alternate Take) – 4:56
"Lost Highway" (Leon Payne) – 4:24
"Alligator Wine" (Screamin' Jay Hawkins)
"Mama, You Been On My Mind" (Bob Dylan) – 3:26
"Parchman Farm Blues/Preachin' Blues" (Bukka White/Robert Johnson) – 6:20
"The Other Woman" (Jessie Mae Robinson) – 3:05
"Kanga-Roo" (Alex Chilton)
"I Want Someone Badly" (Nathan Larson) – 2:36
"Eternal Life (Road Version)"
"Kick Out The Jams (Live)" (MC5)
"Dream Brother (Nag Champa Mix)"
"Strawberry Street" (Buckley, Goodsight, McNally) – 5:26*
(*tema oculto en la edición australiana; no aparece en el listado de temas)
La edición Legacy incluye, también, un DVD con un documental y los vídeos de "Grace," "Last Goodbye," "So Real," "Eternal Life" (la "versión en la ruta") y "Forget Her".
[editar]Personal
Jeff Buckley - voz, guitarra, órgano, dulcimer, armonio, tabla (track 10)
Mick Grondahl - bajo
Michael Tighe - guitarra
Matt Johnson - Percusión, batería, vibráfono (track 10)
Gary Lucas - "Magical Guitarness" (tracks 1, 2)
Karl Berger - arreglos de cuerdas
Loris Holland - órgano (track 7)
Misha Masud - tabla (track 10)
[editar]Producción
Productores: Jeff Buckley, Andy Wallace
Productor ejecutivo: Steve Berkowitz
Ingenieros: Clif Norrell, Andy Wallace
Ingenieros asistentes: Chris Laidlaw, Bryant W. Jackson, Steve Sisco
Mezcla: Andy Wallace
Masterización: Howie Weinberg
Dirección de arte: Christopher Austopchuk, Nicky Lindeman
Diseño: Christopher Austopchuk, Nicky Lindeman
Asistente de diseño: Jennifer Cohen
Fotografía: Merri Cyr, David Gahr
Saturday, June 19, 2010
Titolandia
FRANCISCO MOUAT
Diez años atrás, viajé a Concepción a conocer y entrevistar a un escritor radicado en la zona: Tito Matamala. Una de las razones del encuentro era confeccionar con él un ranking de las mejores empanadas fritas de Chile para la revista "Domingo en Viaje". Había que verificar in situ si las del sur le hacían el peso a las de la costa central en masa, fritura, relleno, caldo y sabor. Pero el ranking de empanadas era apenas un pretexto: lo que queríamos era simplemente conocernos. Había una amistad fraguándose en el intercambio de correos electrónicos, y entre otras payasadas habíamos acordado seriamente que yo escribiría una biografía contando la verdadera historia de Tito Matamala. El proyecto literario exigía un primer encuentro cara a cara.
Desde el mismo día en que nos encontramos en Concepción, nuestras vidas se conectaron para siempre. Esa tarde, en la caleta de Lenga, sostuvimos en un momento un diálogo que nunca olvidaré en que Tito habló de su padre:
-Él se fue de la casa el año 76, yo tenía trece años. Un día se me acercó en el patio y me dijo que se iba. "Me voy", dijo, y me dio la mano.
-¿La mano?
-Sí, la mano. Y se fue. Y nunca más lo vi. Era su opción, y no se la reprocho. Teníamos una relación escasa, pero no mala. Yo tengo buenos recuerdos de él, y por eso nunca lo voy a recriminar.
-Y supiste de él siete años después.
-Sí, en Concepción. Yo vivía en el Hogar Universitario y me avisan que vaya a la comisaría no sé cuánto. Voy, me pasan el teléfono, y al otro lado estaba un amigo de mi papá en Brasil que me dice: "Tu papá se murió hoy, tuvo un derrame, lo siento".
-¿Así de brutal?
-Sí, y eso es lo que me ha marcado la vida. Lo de mi papá fue un viaje al infinito, y también una ausencia eterna.
La madrugada del terremoto de febrero, apenas se supo que el epicentro había sido cercano a Concepción, la primera persona en la que pensé fue Tito Matamala. Ha vivido solo-solo desde los veinte años. A veces, sólo a veces, tiene en las noches a quién abrazar. La mayoría de las madrugadas, se duerme cansado y solitario. Mi amigo salvó el pellejo en el terremoto pero quedó sicológicamente dañado. No por haber perdido casi íntegra su colección de plastimodelismo o por haber tenido que abandonar por semanas su departamento maltrecho, sino por el miedo y lo que vio entre esa madrugada y los días siguientes, cuando su ciudad se pareció demasiado al Infierno.
La semana pasada, Tito Matamala vino a Santiago a presentar en la Feria del Libro Infantil su última joyita: La gran breve guía de los animales salvajes. No recuerdo haberlo visto tan contento como ese mediodía del lanzamiento. Antes de viajar, me confidenció por correo que este libro para niños era lo más bello que había hecho en su vida. Le creo. La mayor gracia de su guía, enteramente escrita y dibujada por él, es que está hecha para el disfrute. En la portada una advertencia: "Los adultos sólo pueden leer este libro con el permiso y la compañía de sus hijos". Lo presentó Cristián Warnken, y reparó acertadamente en lo gozoso, sencillo y gratuito del gesto de Matamala: escribir un libro, dibujarlo, con placer y humor para el placer y la risa de los demás, especialmente de los más chicos. Tito agarró el micrófono en el escenario de la feria y no hubo modo de quitárselo: habló del enorme trasero del hipopótamo, se reflejó a sí mismo en el cuervo, y sorteó entre el público afiches de algunas de las páginas del
libro: mi hija Agustina -que tenía un cupón con el número 43 y un ejemplar autografiado de la guía- se llevó el último de los afiches, que le viene como anillo al dedo: un armadillo que se pone nervioso viendo películas de misterio y dice cuatro veces en voz alta que no debe comerse las uñas.
FRANCISCO MOUAT
Diez años atrás, viajé a Concepción a conocer y entrevistar a un escritor radicado en la zona: Tito Matamala. Una de las razones del encuentro era confeccionar con él un ranking de las mejores empanadas fritas de Chile para la revista "Domingo en Viaje". Había que verificar in situ si las del sur le hacían el peso a las de la costa central en masa, fritura, relleno, caldo y sabor. Pero el ranking de empanadas era apenas un pretexto: lo que queríamos era simplemente conocernos. Había una amistad fraguándose en el intercambio de correos electrónicos, y entre otras payasadas habíamos acordado seriamente que yo escribiría una biografía contando la verdadera historia de Tito Matamala. El proyecto literario exigía un primer encuentro cara a cara.
Desde el mismo día en que nos encontramos en Concepción, nuestras vidas se conectaron para siempre. Esa tarde, en la caleta de Lenga, sostuvimos en un momento un diálogo que nunca olvidaré en que Tito habló de su padre:
-Él se fue de la casa el año 76, yo tenía trece años. Un día se me acercó en el patio y me dijo que se iba. "Me voy", dijo, y me dio la mano.
-¿La mano?
-Sí, la mano. Y se fue. Y nunca más lo vi. Era su opción, y no se la reprocho. Teníamos una relación escasa, pero no mala. Yo tengo buenos recuerdos de él, y por eso nunca lo voy a recriminar.
-Y supiste de él siete años después.
-Sí, en Concepción. Yo vivía en el Hogar Universitario y me avisan que vaya a la comisaría no sé cuánto. Voy, me pasan el teléfono, y al otro lado estaba un amigo de mi papá en Brasil que me dice: "Tu papá se murió hoy, tuvo un derrame, lo siento".
-¿Así de brutal?
-Sí, y eso es lo que me ha marcado la vida. Lo de mi papá fue un viaje al infinito, y también una ausencia eterna.
La madrugada del terremoto de febrero, apenas se supo que el epicentro había sido cercano a Concepción, la primera persona en la que pensé fue Tito Matamala. Ha vivido solo-solo desde los veinte años. A veces, sólo a veces, tiene en las noches a quién abrazar. La mayoría de las madrugadas, se duerme cansado y solitario. Mi amigo salvó el pellejo en el terremoto pero quedó sicológicamente dañado. No por haber perdido casi íntegra su colección de plastimodelismo o por haber tenido que abandonar por semanas su departamento maltrecho, sino por el miedo y lo que vio entre esa madrugada y los días siguientes, cuando su ciudad se pareció demasiado al Infierno.
La semana pasada, Tito Matamala vino a Santiago a presentar en la Feria del Libro Infantil su última joyita: La gran breve guía de los animales salvajes. No recuerdo haberlo visto tan contento como ese mediodía del lanzamiento. Antes de viajar, me confidenció por correo que este libro para niños era lo más bello que había hecho en su vida. Le creo. La mayor gracia de su guía, enteramente escrita y dibujada por él, es que está hecha para el disfrute. En la portada una advertencia: "Los adultos sólo pueden leer este libro con el permiso y la compañía de sus hijos". Lo presentó Cristián Warnken, y reparó acertadamente en lo gozoso, sencillo y gratuito del gesto de Matamala: escribir un libro, dibujarlo, con placer y humor para el placer y la risa de los demás, especialmente de los más chicos. Tito agarró el micrófono en el escenario de la feria y no hubo modo de quitárselo: habló del enorme trasero del hipopótamo, se reflejó a sí mismo en el cuervo, y sorteó entre el público afiches de algunas de las páginas del
libro: mi hija Agustina -que tenía un cupón con el número 43 y un ejemplar autografiado de la guía- se llevó el último de los afiches, que le viene como anillo al dedo: un armadillo que se pone nervioso viendo películas de misterio y dice cuatro veces en voz alta que no debe comerse las uñas.
El camino
Por Ascanio Cavallo
La voluntad alegórica de esta película es tan manifiesta como su relación con el Antiguo Testamento.
Antes de que hayan pasado dos minutos de esta película, un cataclismo devasta la Tierra. Años después, un hombre (Viggo Mortensen) marcha con su hijo (Kodi Smit-McPhee) por un planeta moribundo, un paisaje en el que ya no hay animales, ni plantaciones, ni praderas: sólo unos bosques secos cuyos árboles se desploman con cada nuevo terremoto. No hay tampoco civilización: sólo ruinas, ciudades vacías, carreteras muertas.
El hombre ha perdido a su esposa (Charlize Theron) mucho antes de esto, cuando la furia de la naturaleza ya había convertido a los hombres en lo que suelen ser cuando regresan al estado básico: depredadores. Las ciudades y los caminos estuvieron por mucho tiempo poblados por asaltantes, violadores, asesinos y, como figuras del miedo más temido, caníbales expertos. Ahora, cuando el padre y el hijo marchan hacia el sur buscando el océano, ya queda poco de todo, incluso de caníbales.
La obsesión del padre es preparar al niño "para el día en que yo ya no esté". La obsesión del niño es estar siempre "del lado de los buenos". Para el padre, este niño es su corazón y es la continuidad de la especie, pero es todavía algo más que eso. "Si él no es la palabra de Dios, entonces Dios no ha hablado nunca".
Este hombre vive un drama repetido en todos los tiempos, desde Abraham en adelante, y cuando por desesperación debe apuntar a la frente del niño con la última bala, es difícil no ver la imagen del patriarca preparando su sacrificio final antes de dejar a Dios o dejarse a sí mismo.
La voluntad alegórica de esta película es tan manifiesta como su relación con el Antiguo Testamento. Situaciones, personajes y paisajes lindan con la abstracción, y al mismo tiempo remiten a algunas de las más crueles imágenes bíblicas, como esa cita del delirante profeta Jeremías, informado por Yahvé: "Contempla el valle de la matanza".
En cuanto estilo, está más cerca de la austera película rusa El regreso que de la barroca Hijos de los hombres, con la que tendría más cercanía temática, y hasta se podría creer que la cinta de Andrei Zvyagintsev inspiró las ideas del cineasta australiano John Hillcoat. Pero lo que está detrás es una novela de Cormac McCarthy, a la que algunos consideran como la continuación de Sin lugar para los débiles: la materialización del enigmático sueño final del sheriff, que regresa a ver a su padre en una noche terminal.
En el centro está la convicción de que el camino no es el medio, sino el fin. El padre quiere avanzar siempre, porque esa es la forma de vivir. El camino es la manera de crecer y la de terminar: la línea que ahora reúne y luego separará al padre del hijo. Es una idea triste, como la mayor parte de esta película sombría, que no ofrece más que unos 11 minutos de esperanza en casi dos horas de metraje. En esos minutos está, como siempre, lo mejor de una obra que puede agobiar o abrumar, pero que nunca deja de interesar.
The road
Por Ascanio Cavallo
La voluntad alegórica de esta película es tan manifiesta como su relación con el Antiguo Testamento.
Antes de que hayan pasado dos minutos de esta película, un cataclismo devasta la Tierra. Años después, un hombre (Viggo Mortensen) marcha con su hijo (Kodi Smit-McPhee) por un planeta moribundo, un paisaje en el que ya no hay animales, ni plantaciones, ni praderas: sólo unos bosques secos cuyos árboles se desploman con cada nuevo terremoto. No hay tampoco civilización: sólo ruinas, ciudades vacías, carreteras muertas.
El hombre ha perdido a su esposa (Charlize Theron) mucho antes de esto, cuando la furia de la naturaleza ya había convertido a los hombres en lo que suelen ser cuando regresan al estado básico: depredadores. Las ciudades y los caminos estuvieron por mucho tiempo poblados por asaltantes, violadores, asesinos y, como figuras del miedo más temido, caníbales expertos. Ahora, cuando el padre y el hijo marchan hacia el sur buscando el océano, ya queda poco de todo, incluso de caníbales.
La obsesión del padre es preparar al niño "para el día en que yo ya no esté". La obsesión del niño es estar siempre "del lado de los buenos". Para el padre, este niño es su corazón y es la continuidad de la especie, pero es todavía algo más que eso. "Si él no es la palabra de Dios, entonces Dios no ha hablado nunca".
Este hombre vive un drama repetido en todos los tiempos, desde Abraham en adelante, y cuando por desesperación debe apuntar a la frente del niño con la última bala, es difícil no ver la imagen del patriarca preparando su sacrificio final antes de dejar a Dios o dejarse a sí mismo.
La voluntad alegórica de esta película es tan manifiesta como su relación con el Antiguo Testamento. Situaciones, personajes y paisajes lindan con la abstracción, y al mismo tiempo remiten a algunas de las más crueles imágenes bíblicas, como esa cita del delirante profeta Jeremías, informado por Yahvé: "Contempla el valle de la matanza".
En cuanto estilo, está más cerca de la austera película rusa El regreso que de la barroca Hijos de los hombres, con la que tendría más cercanía temática, y hasta se podría creer que la cinta de Andrei Zvyagintsev inspiró las ideas del cineasta australiano John Hillcoat. Pero lo que está detrás es una novela de Cormac McCarthy, a la que algunos consideran como la continuación de Sin lugar para los débiles: la materialización del enigmático sueño final del sheriff, que regresa a ver a su padre en una noche terminal.
En el centro está la convicción de que el camino no es el medio, sino el fin. El padre quiere avanzar siempre, porque esa es la forma de vivir. El camino es la manera de crecer y la de terminar: la línea que ahora reúne y luego separará al padre del hijo. Es una idea triste, como la mayor parte de esta película sombría, que no ofrece más que unos 11 minutos de esperanza en casi dos horas de metraje. En esos minutos está, como siempre, lo mejor de una obra que puede agobiar o abrumar, pero que nunca deja de interesar.
The road
De cómo las matemáticas pueden enderezar tu torcida existencia
por Raúl Devia
Buenas. Imaginen que vuelven a tener dieciocho años. Imaginen por un momento que se encuentran al final de su adolescencia. Un mundo de posibilidades se abre ante ustedes. Un mundo de opciones profesionales. Una de las preguntas que más frecuentemente se paseará por su cabeza será: ¿Qué carrera elegir? ¿Hacia donde encaminar mis pasos en ese basto bosque del conocimiento que llamamos Universidad? (Obviamente la primera pregunta es para gente bastante normal, con la segunda intento que se sientan a gusto esa prole de retóricos que habitan entre nuestros lectores).
Si entre sus ambiciones personales a los dieciocho años no se encontraba estudiar una carrera, IMAGINEN que sí. (Sólo les pido un pequeño esfuerzo. Por favor, respeten mi trabajo.)
Pues bien, el objetivo de este artículo (¿objetivo?) es que, tras su lectura tengan una pequeña idea de lo que las matemáticas pueden hacer por ustedes. O al menos, de lo que creo que han hecho por mí. Bajo las líneas que componen el siguiente texto se esconde una afirmación que repetiré en la conclusión y que podemos decir es su "tesis": las matemáticas imprimen carácter. Estoy realmente convencido de ello, convencido de que pueden ayudar mucho al desarrollo intelectual y moral de los hombres (¡¡ Empiezo a hablar como Rousseau!!) y convencido de que la sociedad, el estado o como quieran llamarlo necesita de gente con esos valores. (Ante las próximas elecciones municipales y desde este foro privilegiado, clamo al cielo por un poco de elitismo cultural bien entendido. Por un trato intelectual digno. Si pensamos que todos somos igual de idiotas, todos seremos igual de idiotas. Es sólo cuestión de tiempo.)
Tras esta pequeña arenga de alguien que repugna las arengas, demos comienzo a nuestro recorrido. He intentado citar unas cuantas "buenas propiedades" de las matemáticas bajo mi punto de vista tremendamente subjetivo. Seguramente puedan encontrar otras muchas ventajas que yo ni siquiera mencione. En fin...
1. Las matemáticas ordenarán tu vida
En el estudio de las matemáticas resulta importantísimo seguir un cierto orden, una metodología de trabajo que debemos respetar siempre, si queremos llegar a conclusiones satisfactorias. Una parte importante de los problemas en matemáticas se resuelven por métodos que denominamos "algorítmicos". O lo que es lo mismo, métodos en los que se siguen determinados pasos de una manera automática y que, tras estudiar las condiciones "externas", se toma una u otra decisión.
Esto crea en la mente del hipotético matemático del que estamos hablando, una extraña adicción al orden, un gusto por la armonía que intenta llevar a su vida inspirado precisamente por sus experiencias intelectuales. Obviamente, en la mayoría de los casos este orden es un deseo más que una realidad. Las matemáticas no eximen del fracaso.
2. Las matemáticas te darán capacidad de crítica (regalo envenenado)
De verdad que siento tener que volver a hablar de política, pero en los tiempos que corren empieza a ser urgentemente necesario parar y pensar. Parar y pensar.
Han sido muchos años resolviendo problemas en los que cualquier paso lógico era analizado con lupa, cualquier conclusión por muy obvia que pareciese debía ser demostrada. Nuestro cerebro se acaba amoldando a esa exigencia y ante cualquier discurso que pretenda ser una argumentación lógica, la "palanca" que nos avisa de un error, salta y hace que nos demos cuenta de todas y cada una de las incoherencias de nuestro interlocutor. Cuando, por ejemplo, oímos el discurso de cualquier político, sea del signo que sea, con sus lugares comunes, su demagogia barata y las conclusiones que de él extrae, podemos pensar dos cosas:
a) Que para el señor / señora (Trini y Espe, no me olvido de vosotras) que pide nuestro voto no somos más que niños de doce años a los que hay que vender un caramelo
b) Directamente, que tienen problemas de coordinación mental. Como la segunda opción me parece relativamente difícil me inclino por la primera. Y no sólo con políticos, también vale para el resto de la gente.
O te conviertes en una especie de Sócrates de andar por casa, o lo dejas e intentas pasar desapercibido. El conocimiento es una carga. Es por esto que se puede considerar un regalo envenenado.
3. Oirás la música clásica de otra manera.
Si aceptamos la separación entre música clásica y música popular debemos reconocer que la primera requiere de un mayor esfuerzo para ser disfrutada que la segunda.
"Viniendo" de la música pop (buena música pop) como yo venía, la música clásica siempre fue un reto para mí. Me negaba a escucharla "porque relaja" (¡Qué narices, el arte nunca relaja!) Tenía que encontrar algo que me atrajera, algo que supusiera una novedad intelectual. Algo que me diera más que la música pop (a cambio de más esfuerzo, eso sí). Pues bien, un día me compré un CD de Bach, sus obras para teclado. Al oír aquello me di cuenta de que todo lo que me contaba la gente que adoraba la música clásica era cierto y, lo que es más importante, que mi condición de estudiante de matemáticas me ayudaba a entenderlo mejor. Sinceramente creo que se escucha a Bach de forma muy diferente si se es matemático. La verdad es que esta afirmación es extensible a toda la música barroca y puede que a la mayoría de la música clásica.
Desde ese momento, cualquier audición de música "no-clásica" se convierte en algo también aprovechable. Separar las melodías, "ver" como se juntan, se separan. El orden nacido de la acumulación del caos. Geometría de sonidos. Algo único.
4. Variedad de salidas profesionales.
"Y, cuando acabes la carrera, ¿qué harás?" Esta es, también, una pregunta que se repite constantemente durante tus estudios. Pues bien, las matemáticas te ofrecen un amplio campo de salidas profesionales que enumeraré brevemente.
a) Docencia (Clases en un instituto, o incluso en la facultad.)
b) Programación (Somos igual de solicitados que los informáticos a la hora de desarrollar actividades tecnológicas)
c) Estadística ( Empresas de estudios de mercado y de análisis de datos requieren nuestros servicios)
d) Investigación en Geodesia (el estudio de la tierra y de las fuerzas que actúan en ella)
e) Astronomía matemática (Indispensable para proyectos tecnológicos de alto nivel)
f) Investigación matemática (si eres un matemático vocacional puedes prolongar tu estancia en la universidad para intentar aportar tu granito de arena a la historia de las matemáticas.
Como se puede comprobar, una gran lista de opciones profesionales se abre ante ti.
Ciencias Matemáticas se encuentra entre las carreras con más demanda en el mercado laboral e incluso en momentos muy bajos como el actual, esta tendencia se conserva.
Además, ya no piden nota de acceso. Los cuerdos escasean en este mundo de locos...
Después de haber leído todo esto, espero que les haya quedado un poco más claro qué pueden aportar las matemáticas en su vida. Como anuncié en el inicio, las matemáticas forjan el carácter de quienes las estudian de una manera especial. Si exceptuamos el último punto, que incluye información puramente profesional, las otras tres características creo que son comunes a buena parte de los titulados que conozco. El uso que cada uno haga de ellas, depende de su sensibilidad y predisposición.
Después de este ejercicio de imaginación, suponiendo que tuvieran que elegir estudios de nuevo... ¿Se decidirían por las matemáticas? Imaginaré que están diciendo sí.
Adiós.
por Raúl Devia
Buenas. Imaginen que vuelven a tener dieciocho años. Imaginen por un momento que se encuentran al final de su adolescencia. Un mundo de posibilidades se abre ante ustedes. Un mundo de opciones profesionales. Una de las preguntas que más frecuentemente se paseará por su cabeza será: ¿Qué carrera elegir? ¿Hacia donde encaminar mis pasos en ese basto bosque del conocimiento que llamamos Universidad? (Obviamente la primera pregunta es para gente bastante normal, con la segunda intento que se sientan a gusto esa prole de retóricos que habitan entre nuestros lectores).
Si entre sus ambiciones personales a los dieciocho años no se encontraba estudiar una carrera, IMAGINEN que sí. (Sólo les pido un pequeño esfuerzo. Por favor, respeten mi trabajo.)
Pues bien, el objetivo de este artículo (¿objetivo?) es que, tras su lectura tengan una pequeña idea de lo que las matemáticas pueden hacer por ustedes. O al menos, de lo que creo que han hecho por mí. Bajo las líneas que componen el siguiente texto se esconde una afirmación que repetiré en la conclusión y que podemos decir es su "tesis": las matemáticas imprimen carácter. Estoy realmente convencido de ello, convencido de que pueden ayudar mucho al desarrollo intelectual y moral de los hombres (¡¡ Empiezo a hablar como Rousseau!!) y convencido de que la sociedad, el estado o como quieran llamarlo necesita de gente con esos valores. (Ante las próximas elecciones municipales y desde este foro privilegiado, clamo al cielo por un poco de elitismo cultural bien entendido. Por un trato intelectual digno. Si pensamos que todos somos igual de idiotas, todos seremos igual de idiotas. Es sólo cuestión de tiempo.)
Tras esta pequeña arenga de alguien que repugna las arengas, demos comienzo a nuestro recorrido. He intentado citar unas cuantas "buenas propiedades" de las matemáticas bajo mi punto de vista tremendamente subjetivo. Seguramente puedan encontrar otras muchas ventajas que yo ni siquiera mencione. En fin...
1. Las matemáticas ordenarán tu vida
En el estudio de las matemáticas resulta importantísimo seguir un cierto orden, una metodología de trabajo que debemos respetar siempre, si queremos llegar a conclusiones satisfactorias. Una parte importante de los problemas en matemáticas se resuelven por métodos que denominamos "algorítmicos". O lo que es lo mismo, métodos en los que se siguen determinados pasos de una manera automática y que, tras estudiar las condiciones "externas", se toma una u otra decisión.
Esto crea en la mente del hipotético matemático del que estamos hablando, una extraña adicción al orden, un gusto por la armonía que intenta llevar a su vida inspirado precisamente por sus experiencias intelectuales. Obviamente, en la mayoría de los casos este orden es un deseo más que una realidad. Las matemáticas no eximen del fracaso.
2. Las matemáticas te darán capacidad de crítica (regalo envenenado)
De verdad que siento tener que volver a hablar de política, pero en los tiempos que corren empieza a ser urgentemente necesario parar y pensar. Parar y pensar.
Han sido muchos años resolviendo problemas en los que cualquier paso lógico era analizado con lupa, cualquier conclusión por muy obvia que pareciese debía ser demostrada. Nuestro cerebro se acaba amoldando a esa exigencia y ante cualquier discurso que pretenda ser una argumentación lógica, la "palanca" que nos avisa de un error, salta y hace que nos demos cuenta de todas y cada una de las incoherencias de nuestro interlocutor. Cuando, por ejemplo, oímos el discurso de cualquier político, sea del signo que sea, con sus lugares comunes, su demagogia barata y las conclusiones que de él extrae, podemos pensar dos cosas:
a) Que para el señor / señora (Trini y Espe, no me olvido de vosotras) que pide nuestro voto no somos más que niños de doce años a los que hay que vender un caramelo
b) Directamente, que tienen problemas de coordinación mental. Como la segunda opción me parece relativamente difícil me inclino por la primera. Y no sólo con políticos, también vale para el resto de la gente.
O te conviertes en una especie de Sócrates de andar por casa, o lo dejas e intentas pasar desapercibido. El conocimiento es una carga. Es por esto que se puede considerar un regalo envenenado.
3. Oirás la música clásica de otra manera.
Si aceptamos la separación entre música clásica y música popular debemos reconocer que la primera requiere de un mayor esfuerzo para ser disfrutada que la segunda.
"Viniendo" de la música pop (buena música pop) como yo venía, la música clásica siempre fue un reto para mí. Me negaba a escucharla "porque relaja" (¡Qué narices, el arte nunca relaja!) Tenía que encontrar algo que me atrajera, algo que supusiera una novedad intelectual. Algo que me diera más que la música pop (a cambio de más esfuerzo, eso sí). Pues bien, un día me compré un CD de Bach, sus obras para teclado. Al oír aquello me di cuenta de que todo lo que me contaba la gente que adoraba la música clásica era cierto y, lo que es más importante, que mi condición de estudiante de matemáticas me ayudaba a entenderlo mejor. Sinceramente creo que se escucha a Bach de forma muy diferente si se es matemático. La verdad es que esta afirmación es extensible a toda la música barroca y puede que a la mayoría de la música clásica.
Desde ese momento, cualquier audición de música "no-clásica" se convierte en algo también aprovechable. Separar las melodías, "ver" como se juntan, se separan. El orden nacido de la acumulación del caos. Geometría de sonidos. Algo único.
4. Variedad de salidas profesionales.
"Y, cuando acabes la carrera, ¿qué harás?" Esta es, también, una pregunta que se repite constantemente durante tus estudios. Pues bien, las matemáticas te ofrecen un amplio campo de salidas profesionales que enumeraré brevemente.
a) Docencia (Clases en un instituto, o incluso en la facultad.)
b) Programación (Somos igual de solicitados que los informáticos a la hora de desarrollar actividades tecnológicas)
c) Estadística ( Empresas de estudios de mercado y de análisis de datos requieren nuestros servicios)
d) Investigación en Geodesia (el estudio de la tierra y de las fuerzas que actúan en ella)
e) Astronomía matemática (Indispensable para proyectos tecnológicos de alto nivel)
f) Investigación matemática (si eres un matemático vocacional puedes prolongar tu estancia en la universidad para intentar aportar tu granito de arena a la historia de las matemáticas.
Como se puede comprobar, una gran lista de opciones profesionales se abre ante ti.
Ciencias Matemáticas se encuentra entre las carreras con más demanda en el mercado laboral e incluso en momentos muy bajos como el actual, esta tendencia se conserva.
Además, ya no piden nota de acceso. Los cuerdos escasean en este mundo de locos...
Después de haber leído todo esto, espero que les haya quedado un poco más claro qué pueden aportar las matemáticas en su vida. Como anuncié en el inicio, las matemáticas forjan el carácter de quienes las estudian de una manera especial. Si exceptuamos el último punto, que incluye información puramente profesional, las otras tres características creo que son comunes a buena parte de los titulados que conozco. El uso que cada uno haga de ellas, depende de su sensibilidad y predisposición.
Después de este ejercicio de imaginación, suponiendo que tuvieran que elegir estudios de nuevo... ¿Se decidirían por las matemáticas? Imaginaré que están diciendo sí.
Adiós.
Carlos Larraín
Por Carlos Peña
“¿Por qué tenemos que apoyar a la comunidad homosexual? Tendríamos luego que apoyar a grupos que proponen relaciones anómalas con niños... Entiendo que también hay quienes les gusta tener relaciones con animales”.
En cualquier país civilizado, con intelectuales alertas, gays que se respetan de veras, políticos comprometidos con la dignidad de las personas y periodistas que se toman las palabras en serio, una declaración como ésa habría desatado el repudio general. Y quien las pronuncia hubiera debido sentir vergüenza.
Salvo entre nosotros.
Aquí, las palabras de Carlos Larraín —presidente de un partido político que contribuye a formar la voluntad ciudadana, nada menos— fueron consideradas apenas un exabrupto digno de olvido.
Y la explicación que dio —luego de herir, es de suponer, incluso a miembros de su propio partido— tampoco fue buena.
Lo que quiso decir —explicó— fue que las uniones homosexuales no merecían ser reconocidas, porque tendrían que ver “sobre todo con asuntos de orientaciones individuales, y que éstas eran infinitas, muy variadas”.
Pero ¿acaso la política no está justamente para eso: para crear las condiciones institucionales y económicas que permitan desenvolverse a las “infinitas orientaciones individuales”? Y si eso es así, ¿por qué entonces el hecho de que constituya una orientación individual haría de la homosexualidad algo de lo que la política gubernamental debiera olvidarse? Y si —según Larraín— el gobierno no debe ocuparse de lo que le importa a los individuos, ¿de qué debiera ocuparse entonces?
Las explicaciones del presidente de Renovación Nacional muestran, como en un ejemplo de manual, parte importante de las convicciones de la derecha chilena más tradicional.
Y el resultado no es muy distinto a las ofensas que vertió.
Lamentable.
Es que la cultura a la que pertenece Larraín —el conservantismo católico— cree que las orientaciones individuales de la gente no valen por sí mismas. Al revés de lo que piensa un liberal —para quien las elecciones individuales expresan el valor de la autonomía—, las personas como Larraín creen que entre las “infinitas orientaciones individuales” hay algunas que el Estado debe promover y otras que, en cambio, debe hacer esfuerzos por inhibir. Para esa cultura no basta que usted prefiera algo —sin violar los derechos de los demás— para que el Estado deba conferirle respeto y reconocimiento.
Quienes respiran esa cultura piensan que la orientación que usted escogió puede ser errónea o torcida, y entonces —aunque exprese las cosas en las que usted cree y aunque no dañe a nadie— no merecería ni respeto ni reconocimiento por parte del Estado.
Pero ¿cómo saber qué preferencias son erróneas y cuáles no?
Mientras los liberales creen que las elecciones de la gente deben ser tratadas con igualdad a condición de que no dañen a terceros, la gente como Carlos Larraín cree, en cambio, que no: que el deber del Estado es discriminar entre unas preferencias y otras echando mano a criterios que no todos comparten como la fe, la naturaleza humana y cosas semejantes.
En suma, cuando Carlos Larraín maltrata a los gays, no lo hace por homofobia (si así fuera, él, además de crítica, merecería terapia). Lo hace por una razón estrictamente política: él piensa que ésa es una opción de vida equivocada que no merece el reconocimiento estatal. Para él —y para todos quienes comparten su punto de vista—, las elecciones individuales de las personas no valen la pena por sí mismas. Han de someterse a un test final —la naturaleza humana, la revelación divina, o algo así— que nos dice si merecen o no ser respetadas.
Así, entonces, es verdad que al equiparar la homosexualidad con la pedofilia y el bestialismo, Carlos Larraín cometió un error del que ya se excusó. Pero al excusarse dejó ver que lo que él piensa acerca de las elecciones individuales de las personas no es mucho mejor que las palabras de las que terminó arrepintiéndose
Por Carlos Peña
“¿Por qué tenemos que apoyar a la comunidad homosexual? Tendríamos luego que apoyar a grupos que proponen relaciones anómalas con niños... Entiendo que también hay quienes les gusta tener relaciones con animales”.
En cualquier país civilizado, con intelectuales alertas, gays que se respetan de veras, políticos comprometidos con la dignidad de las personas y periodistas que se toman las palabras en serio, una declaración como ésa habría desatado el repudio general. Y quien las pronuncia hubiera debido sentir vergüenza.
Salvo entre nosotros.
Aquí, las palabras de Carlos Larraín —presidente de un partido político que contribuye a formar la voluntad ciudadana, nada menos— fueron consideradas apenas un exabrupto digno de olvido.
Y la explicación que dio —luego de herir, es de suponer, incluso a miembros de su propio partido— tampoco fue buena.
Lo que quiso decir —explicó— fue que las uniones homosexuales no merecían ser reconocidas, porque tendrían que ver “sobre todo con asuntos de orientaciones individuales, y que éstas eran infinitas, muy variadas”.
Pero ¿acaso la política no está justamente para eso: para crear las condiciones institucionales y económicas que permitan desenvolverse a las “infinitas orientaciones individuales”? Y si eso es así, ¿por qué entonces el hecho de que constituya una orientación individual haría de la homosexualidad algo de lo que la política gubernamental debiera olvidarse? Y si —según Larraín— el gobierno no debe ocuparse de lo que le importa a los individuos, ¿de qué debiera ocuparse entonces?
Las explicaciones del presidente de Renovación Nacional muestran, como en un ejemplo de manual, parte importante de las convicciones de la derecha chilena más tradicional.
Y el resultado no es muy distinto a las ofensas que vertió.
Lamentable.
Es que la cultura a la que pertenece Larraín —el conservantismo católico— cree que las orientaciones individuales de la gente no valen por sí mismas. Al revés de lo que piensa un liberal —para quien las elecciones individuales expresan el valor de la autonomía—, las personas como Larraín creen que entre las “infinitas orientaciones individuales” hay algunas que el Estado debe promover y otras que, en cambio, debe hacer esfuerzos por inhibir. Para esa cultura no basta que usted prefiera algo —sin violar los derechos de los demás— para que el Estado deba conferirle respeto y reconocimiento.
Quienes respiran esa cultura piensan que la orientación que usted escogió puede ser errónea o torcida, y entonces —aunque exprese las cosas en las que usted cree y aunque no dañe a nadie— no merecería ni respeto ni reconocimiento por parte del Estado.
Pero ¿cómo saber qué preferencias son erróneas y cuáles no?
Mientras los liberales creen que las elecciones de la gente deben ser tratadas con igualdad a condición de que no dañen a terceros, la gente como Carlos Larraín cree, en cambio, que no: que el deber del Estado es discriminar entre unas preferencias y otras echando mano a criterios que no todos comparten como la fe, la naturaleza humana y cosas semejantes.
En suma, cuando Carlos Larraín maltrata a los gays, no lo hace por homofobia (si así fuera, él, además de crítica, merecería terapia). Lo hace por una razón estrictamente política: él piensa que ésa es una opción de vida equivocada que no merece el reconocimiento estatal. Para él —y para todos quienes comparten su punto de vista—, las elecciones individuales de las personas no valen la pena por sí mismas. Han de someterse a un test final —la naturaleza humana, la revelación divina, o algo así— que nos dice si merecen o no ser respetadas.
Así, entonces, es verdad que al equiparar la homosexualidad con la pedofilia y el bestialismo, Carlos Larraín cometió un error del que ya se excusó. Pero al excusarse dejó ver que lo que él piensa acerca de las elecciones individuales de las personas no es mucho mejor que las palabras de las que terminó arrepintiéndose
REPORTAJE Diagnóstico y pronósticos:
Las transformaciones de nuestros hábitos de lectura
Los índices muestran que los chilenos leen cada vez menos y el 70 por ciento confiesa no haber comprado un solo libro en los últimos doce meses. Fenómeno que se conjuga con la aparición de nuevas formas de leer, imprimir y vender ejemplares. El horizonte aparece plagado de interrogantes.
Estefanía Etcheverría
Ipad, Kindle, Espresso Book Machine (en tres minutos imprime un libro completo de 300 páginas desde un archivo digital), bibliotecas en la web. La innovación tecnológica llegó hace tiempo al mercado del libro, pero su masificación aún no. Por el momento.
Andrea Palet, directora del Magíster en Edición UDP, no tiene certeza sobre qué pasará con el mercado editorial en diez años, pero cree que "todo o casi todo, desde el punto de vista del negocio, parece depender de qué hagan Google, Amazon y Apple para hacerse con la tajada más grande. Lo mejor que podría ocurrir, pero no ocurrirá, es que se den cuenta de que no es tan bueno el negocio y se vayan a Bollywood o algo así, y nos dejen trabajar más tranquilos".
Para tener certezas, o lo que más se les parezca, sobre la consecuencia del cambio tecnológico, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlac) publicó un estudio sobre el futuro del libro en 2020 en siete países, entre ellos, Chile. Según esta investigación, el escenario para entonces transitará entre el universo analógico y el digital. En 10 años más, el 90% de los textos escolares ya no se producirían en papel, según el estudio de Cerlac, pero la ficción seguiría publicándose en formato tradicional, salvo dos excepciones: best sellers (que se publicarían en formato digital y analógico) y obras de nuevos géneros que podrían surgir de la digitalización.
Librerías en la mira
A nivel regional, las predicciones hablan de una base interconectada de datos de publicaciones en español. En políticas públicas, los gobiernos pondrían en marcha iniciativas de exportación del libro que aprovecharían el enorme mercado latino que para entonces tendrá Estados Unidos.
La publicación y la difusión también se modificarían, sobre todo a partir del libro digital, la venta por internet y la impresión sobre demanda, es decir, hacer el ejemplar cuando ya ha sido encargado por el comprador. Este método implica menos riesgo económico, disminuye costos de almacenamiento y pérdidas por devoluciones. Javier Machicado, del Observatorio Iberoamericano del Derecho de Autor, agrega que este tipo de impresión "permite, por otra parte, reimprimir textos con frecuencia y a bajo costo, graduar el tiraje de acuerdo con la demanda, corregir errores sin costos mayores, y probar la aceptabilidad de un libro en diversos mercados e idiomas, entre otras ventajas".
Se espera que para 2020 se produzca un reacomodo de la situación en torno al libro, más que la desaparición de alguno de los actores del mercado actual. Si en 1993 en Chile el 81% de los libros se compraban en librerías, en 1999 la cifra caía a 63,1% y en 2008 a 44,6%. Las razones de este descenso se explican por la compra de libros en puestos "piratas" y en menor medida en ferias, supermercados y otros espacios comerciales.
Algunos expertos pronostican que la redefinición de la librería deberá ampliarse a una especie de "centro cultural" con una diversidad de funciones, lo que le permitirá sobrevivir de mejor manera, cuando el débil 0,1% que representan hoy en Chile las ventas de libros por internet suba precipitadamente, según algunos pronósticos.
Cifras pesimistas
Cada vez se registran en Chile más títulos publicados. De 2.420 hace 10 años pasamos a 4.462 títulos en 2009. En literatura, hasta 2008 lo que más se editaba era poesía, pero en 2009 la literatura infantil y juvenil aumentó sus ediciones en 60%, desplazando a la poesía.
La gran pregunta es si alguien los lee, ya que nuestras cifras de lectura son más que preocupantes.
Los chilenos cada vez leen menos. El último estudio "Chile y los libros", de la Fundación La Fuente y Adimark, estableció una caída en el porcentaje de lectores respecto de la versión anterior del mismo estudio. Si en 2006 el 55,1% de los encuestados se definía como lector ("lee libros alguna vez en el año"), en 2008 sólo lo hacía el 49,2%.Además, en 2008 el 58% reconocía leer menos que hace cinco años, y el 70,2% confesaba no haber comprado un solo libro en los últimos 12 meses.
En el panorama regional, el país tampoco está de lo mejor. A nivel editorial, Chile es considerado en el grupo de producción media, junto con Venezuela y Perú, bien lejos de las grandes industrias de Argentina, México y Colombia. Y en porcentajes de lectoría tampoco encabeza la lista.
Según cifras publicadas en el Observatorio Iberoamericano del Derecho de Autor, la población que reconocía haber leído al menos un libro al año en 2007 representaba el 72% en Argentina, 68% en República Dominicana, 57% en Uruguay, 56% en México, 55,2% en Perú y sólo 41,5% en Chile.
Los bajos índices nacionales tienen de fondo, según la encuesta 2008 de Fundación La Fuente, el poco gusto por la lectura y la falta de tiempo. Así, ni el menor costo ni el fácil acceso del libro digital podrían revertir las cifras. Y aunque se llegara a leer más, no bastaría. Basta recordar los resultados nacionales en el estudio "Nivel lector en la era de la información", que la OCDE publicó en 2000, que mostraba que el 80% de los chilenos entre 16 y 65 años carecía de un nivel de lectura mínimo para funcionar en el mundo de hoy.
De seguir las cosas así, la situación de Chile para 2020 no se ve bien. Lily Ariztía, directora pedagógica de la Sociedad de Instrucción Primaria, cree que de no tomarse medidas "es probable que la lectura cada vez vaya perdiendo más terreno frente a las nuevas tecnologías, atractivas por su inmediatez y la predominancia de un lenguaje visual".
Posibles antídotos
¿Cuáles son las medidas que podrían revertir la caída de la lectura en el transcurso de una década?
Placer más que rigor es lo que propone Lily Ariztía para lograr los mismos objetivos. La estrategia: "Que en la escuela se generen más instancias de lectura que el niño o joven pueda asociar con el goce también es primordial. Lo más importante para crear lectores es que la lectura haya sido una experiencia significativa y esto no se logra a través de comprensiones de lectura o dictados, sino apelando al impacto afectivo que puede tener la lectura en el lector". Así, el placer de una primera lectura gozosa lograría incitar a buscar nuevos placeres en nuevos textos.
Rebeca Domínguez, directora de la Fundación "Había Una Vez", quien trabaja para incentivar la lectura infantil y juvenil, sugiere integrar las iniciativas públicas y privadas de fomento a la lectura y crear bibliotecas vecinales "que acerquen la lectura a todos los segmentos etarios de la comunidad, transformando estas bibliotecas en espacios públicos que generen identidad y sentido de pertenencia en torno a la cultura y sus distintas manifestaciones".
En ese sentido, el Plan Nacional de Construcción de Bibliotecas, a cargo de la Dibam, ha buscado dotar de bibliotecas a las comunidades con más de quinientos mil habitantes, lo que significó entre 2007 y 2009 una inversión de diez mil millones de pesos.
Verónica Abud, ex directora ejecutiva de Fundación La Fuente y actual jefa de la División General de Educación del Mineduc, propone algunas medidas: capacitar a profesores en la animación de la lectura, fomentar el trabajo y la difusión de escritores e ilustradores, ampliar la cobertura de bibliotecas públicas, crear bibliomóviles para las comunidades rurales, reforzar el rol comprador de libros del Estado, abrir las bibliotecas escolares a los padres y la comunidad, y crear bibliotecas en jardines infantiles. "Hay que desarrollar programas de bibliotecas con estimulación lectora en todos los jardines infantiles del país, capacitando a los padres y educadoras en animación lectora".
Si estas medidas se aplicaran, Chile en 2020 podría tener mejores índices de lectoría y, en palabras de Verónica Abud, "habría una revitalización social y cultural: más libros circulando y a un precio inferior, nuevos escritores, más ilustradores. Un mercado editorial amplio para libros infantiles y juveniles de calidad. En fin, una sociedad mejor, más informada, más libre y amplia de criterio".
Los riesgos de una educación posliteraria
La vulgaridad siempre ha existido a lo largo de la historia. Pero hoy los medios de comunicación le otorgan una caja de resonancia y una amplificación del todo inédita. El 80% de la población prefiere, y está en su derecho, la televisión más estúpida, la película trepidante, sobreabundancia de fútbol, telenovelas, el culto a la actualidad informativa, la navegación sin rumbo por internet, el chateo insustancial, la cultura de revista... a leer a Platón o Esquilo. Frente a gustos tan primitivos la verdadera cultura es más exigente.
Por lo tanto, "capea" televisión, prescinde del blackberry, del celular, de facebook, del I-pod, del videojuego; afronta la riqueza del silencio y toma un libro. No tomes un libro que acaba de salir. Deja que el tiempo, que es el gran seleccionador y discriminador, cumpla su trabajo silencioso que elimina lo mediocre. El clásico es un libro que todavía se imprime y que no cesa de aparecer, que acaba incluso de reaparecer. Ya que dispones de poco tiempo, lee los libros que han pasado la prueba del tiempo. La lectura y la vida no se oponen entre sí como proclaman los pragmáticos. Como si el ejercicio de las más altas capacidades de la mente no fuera la forma más intensa de vivir. Con buenos libros el pensamiento y la imaginación se dilatan, amplían nuestro horizonte vital. En cambio, la pura vitalidad es mera agitación. Es hora que elijas, como lector, alguno de tus amigos e interlocutores entre las cabezas más lúcidas y sensibles de la humanidad. Esos que expanden y enriquecen tu vida al entrelazarla con la de ellos. Comprobarás que tu inteligencia crece, tu imaginación se agranda; te pasearás por los vericuetos de la historia, los laberintos de las ideas o por las maravillas de la fantasía. Tendrás una mente educada que te hará capaz de comprender mejor a los demás, plantearte alternativas inéditas y recorrer sendas inexploradas.
En fin, una educación que prescinda de los clásicos, y todo lo fíe a las nuevas tecnologías y al activismo, es una mala educación. Hay que afrontar con finura y buen gusto el peligro de una educación posliteraria tosca y cercana a la barbarie.
Las transformaciones de nuestros hábitos de lectura
Los índices muestran que los chilenos leen cada vez menos y el 70 por ciento confiesa no haber comprado un solo libro en los últimos doce meses. Fenómeno que se conjuga con la aparición de nuevas formas de leer, imprimir y vender ejemplares. El horizonte aparece plagado de interrogantes.
Estefanía Etcheverría
Ipad, Kindle, Espresso Book Machine (en tres minutos imprime un libro completo de 300 páginas desde un archivo digital), bibliotecas en la web. La innovación tecnológica llegó hace tiempo al mercado del libro, pero su masificación aún no. Por el momento.
Andrea Palet, directora del Magíster en Edición UDP, no tiene certeza sobre qué pasará con el mercado editorial en diez años, pero cree que "todo o casi todo, desde el punto de vista del negocio, parece depender de qué hagan Google, Amazon y Apple para hacerse con la tajada más grande. Lo mejor que podría ocurrir, pero no ocurrirá, es que se den cuenta de que no es tan bueno el negocio y se vayan a Bollywood o algo así, y nos dejen trabajar más tranquilos".
Para tener certezas, o lo que más se les parezca, sobre la consecuencia del cambio tecnológico, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlac) publicó un estudio sobre el futuro del libro en 2020 en siete países, entre ellos, Chile. Según esta investigación, el escenario para entonces transitará entre el universo analógico y el digital. En 10 años más, el 90% de los textos escolares ya no se producirían en papel, según el estudio de Cerlac, pero la ficción seguiría publicándose en formato tradicional, salvo dos excepciones: best sellers (que se publicarían en formato digital y analógico) y obras de nuevos géneros que podrían surgir de la digitalización.
Librerías en la mira
A nivel regional, las predicciones hablan de una base interconectada de datos de publicaciones en español. En políticas públicas, los gobiernos pondrían en marcha iniciativas de exportación del libro que aprovecharían el enorme mercado latino que para entonces tendrá Estados Unidos.
La publicación y la difusión también se modificarían, sobre todo a partir del libro digital, la venta por internet y la impresión sobre demanda, es decir, hacer el ejemplar cuando ya ha sido encargado por el comprador. Este método implica menos riesgo económico, disminuye costos de almacenamiento y pérdidas por devoluciones. Javier Machicado, del Observatorio Iberoamericano del Derecho de Autor, agrega que este tipo de impresión "permite, por otra parte, reimprimir textos con frecuencia y a bajo costo, graduar el tiraje de acuerdo con la demanda, corregir errores sin costos mayores, y probar la aceptabilidad de un libro en diversos mercados e idiomas, entre otras ventajas".
Se espera que para 2020 se produzca un reacomodo de la situación en torno al libro, más que la desaparición de alguno de los actores del mercado actual. Si en 1993 en Chile el 81% de los libros se compraban en librerías, en 1999 la cifra caía a 63,1% y en 2008 a 44,6%. Las razones de este descenso se explican por la compra de libros en puestos "piratas" y en menor medida en ferias, supermercados y otros espacios comerciales.
Algunos expertos pronostican que la redefinición de la librería deberá ampliarse a una especie de "centro cultural" con una diversidad de funciones, lo que le permitirá sobrevivir de mejor manera, cuando el débil 0,1% que representan hoy en Chile las ventas de libros por internet suba precipitadamente, según algunos pronósticos.
Cifras pesimistas
Cada vez se registran en Chile más títulos publicados. De 2.420 hace 10 años pasamos a 4.462 títulos en 2009. En literatura, hasta 2008 lo que más se editaba era poesía, pero en 2009 la literatura infantil y juvenil aumentó sus ediciones en 60%, desplazando a la poesía.
La gran pregunta es si alguien los lee, ya que nuestras cifras de lectura son más que preocupantes.
Los chilenos cada vez leen menos. El último estudio "Chile y los libros", de la Fundación La Fuente y Adimark, estableció una caída en el porcentaje de lectores respecto de la versión anterior del mismo estudio. Si en 2006 el 55,1% de los encuestados se definía como lector ("lee libros alguna vez en el año"), en 2008 sólo lo hacía el 49,2%.Además, en 2008 el 58% reconocía leer menos que hace cinco años, y el 70,2% confesaba no haber comprado un solo libro en los últimos 12 meses.
En el panorama regional, el país tampoco está de lo mejor. A nivel editorial, Chile es considerado en el grupo de producción media, junto con Venezuela y Perú, bien lejos de las grandes industrias de Argentina, México y Colombia. Y en porcentajes de lectoría tampoco encabeza la lista.
Según cifras publicadas en el Observatorio Iberoamericano del Derecho de Autor, la población que reconocía haber leído al menos un libro al año en 2007 representaba el 72% en Argentina, 68% en República Dominicana, 57% en Uruguay, 56% en México, 55,2% en Perú y sólo 41,5% en Chile.
Los bajos índices nacionales tienen de fondo, según la encuesta 2008 de Fundación La Fuente, el poco gusto por la lectura y la falta de tiempo. Así, ni el menor costo ni el fácil acceso del libro digital podrían revertir las cifras. Y aunque se llegara a leer más, no bastaría. Basta recordar los resultados nacionales en el estudio "Nivel lector en la era de la información", que la OCDE publicó en 2000, que mostraba que el 80% de los chilenos entre 16 y 65 años carecía de un nivel de lectura mínimo para funcionar en el mundo de hoy.
De seguir las cosas así, la situación de Chile para 2020 no se ve bien. Lily Ariztía, directora pedagógica de la Sociedad de Instrucción Primaria, cree que de no tomarse medidas "es probable que la lectura cada vez vaya perdiendo más terreno frente a las nuevas tecnologías, atractivas por su inmediatez y la predominancia de un lenguaje visual".
Posibles antídotos
¿Cuáles son las medidas que podrían revertir la caída de la lectura en el transcurso de una década?
Placer más que rigor es lo que propone Lily Ariztía para lograr los mismos objetivos. La estrategia: "Que en la escuela se generen más instancias de lectura que el niño o joven pueda asociar con el goce también es primordial. Lo más importante para crear lectores es que la lectura haya sido una experiencia significativa y esto no se logra a través de comprensiones de lectura o dictados, sino apelando al impacto afectivo que puede tener la lectura en el lector". Así, el placer de una primera lectura gozosa lograría incitar a buscar nuevos placeres en nuevos textos.
Rebeca Domínguez, directora de la Fundación "Había Una Vez", quien trabaja para incentivar la lectura infantil y juvenil, sugiere integrar las iniciativas públicas y privadas de fomento a la lectura y crear bibliotecas vecinales "que acerquen la lectura a todos los segmentos etarios de la comunidad, transformando estas bibliotecas en espacios públicos que generen identidad y sentido de pertenencia en torno a la cultura y sus distintas manifestaciones".
En ese sentido, el Plan Nacional de Construcción de Bibliotecas, a cargo de la Dibam, ha buscado dotar de bibliotecas a las comunidades con más de quinientos mil habitantes, lo que significó entre 2007 y 2009 una inversión de diez mil millones de pesos.
Verónica Abud, ex directora ejecutiva de Fundación La Fuente y actual jefa de la División General de Educación del Mineduc, propone algunas medidas: capacitar a profesores en la animación de la lectura, fomentar el trabajo y la difusión de escritores e ilustradores, ampliar la cobertura de bibliotecas públicas, crear bibliomóviles para las comunidades rurales, reforzar el rol comprador de libros del Estado, abrir las bibliotecas escolares a los padres y la comunidad, y crear bibliotecas en jardines infantiles. "Hay que desarrollar programas de bibliotecas con estimulación lectora en todos los jardines infantiles del país, capacitando a los padres y educadoras en animación lectora".
Si estas medidas se aplicaran, Chile en 2020 podría tener mejores índices de lectoría y, en palabras de Verónica Abud, "habría una revitalización social y cultural: más libros circulando y a un precio inferior, nuevos escritores, más ilustradores. Un mercado editorial amplio para libros infantiles y juveniles de calidad. En fin, una sociedad mejor, más informada, más libre y amplia de criterio".
Los riesgos de una educación posliteraria
La vulgaridad siempre ha existido a lo largo de la historia. Pero hoy los medios de comunicación le otorgan una caja de resonancia y una amplificación del todo inédita. El 80% de la población prefiere, y está en su derecho, la televisión más estúpida, la película trepidante, sobreabundancia de fútbol, telenovelas, el culto a la actualidad informativa, la navegación sin rumbo por internet, el chateo insustancial, la cultura de revista... a leer a Platón o Esquilo. Frente a gustos tan primitivos la verdadera cultura es más exigente.
Por lo tanto, "capea" televisión, prescinde del blackberry, del celular, de facebook, del I-pod, del videojuego; afronta la riqueza del silencio y toma un libro. No tomes un libro que acaba de salir. Deja que el tiempo, que es el gran seleccionador y discriminador, cumpla su trabajo silencioso que elimina lo mediocre. El clásico es un libro que todavía se imprime y que no cesa de aparecer, que acaba incluso de reaparecer. Ya que dispones de poco tiempo, lee los libros que han pasado la prueba del tiempo. La lectura y la vida no se oponen entre sí como proclaman los pragmáticos. Como si el ejercicio de las más altas capacidades de la mente no fuera la forma más intensa de vivir. Con buenos libros el pensamiento y la imaginación se dilatan, amplían nuestro horizonte vital. En cambio, la pura vitalidad es mera agitación. Es hora que elijas, como lector, alguno de tus amigos e interlocutores entre las cabezas más lúcidas y sensibles de la humanidad. Esos que expanden y enriquecen tu vida al entrelazarla con la de ellos. Comprobarás que tu inteligencia crece, tu imaginación se agranda; te pasearás por los vericuetos de la historia, los laberintos de las ideas o por las maravillas de la fantasía. Tendrás una mente educada que te hará capaz de comprender mejor a los demás, plantearte alternativas inéditas y recorrer sendas inexploradas.
En fin, una educación que prescinda de los clásicos, y todo lo fíe a las nuevas tecnologías y al activismo, es una mala educación. Hay que afrontar con finura y buen gusto el peligro de una educación posliteraria tosca y cercana a la barbarie.
Saturday, June 05, 2010
Dame fuego: el tabaco en el cine
Daniel Villalobos
Una de las informaciones que corrieron ayer en Twitter respecto al colapso que sufriera Gustavo Cerati en Caracas era que el músico argentino fumaba 40 cigarrillos al día. Eso es algo así como un cigarrillo y medio cada hora. Es bastante humo para alguien que se gana la vida cantando, pero el dato –que recibió las esperables rasgadas de vestidura de los anti-tabaco- me recordó la extraña relación que el cine ha tenido con los cigarrillos y los habanos desde sus inicios.
En el cine negro clásico, fumaban el héroe, la femme fatale y el villano. Fumaban los policías, los matones y hasta los ascensoristas (sí, alguna vez se pudo fumar en los ascensores). Como bien saben los fanáticos de la serie de época Mad Men, se encendían cigarrillos delante de embarazadas, bebés, ancianos y gerentes.
El cigarrillo era un elemento de caracterización tan importante como la camisa, el sombrero o la cicatriz en la mejilla. Una mujer fumando sola en un bar era una chica mala o en camino a comportarse como tal. Un tipo de corbata e impermeable fumando en una esquina era un detective o un sujeto involucrado en algún ilícito.
Hoy en día, el lobby anti-tabaco ha acorralado el vicio en pantalla a lugares muy específicos. James Bond ya no fuma –dejó de hacerlo en la etapa de Pierce Brosnan-, lo que es irónico, ya que una de las cosas que contribuyeron a matar a Ian Fleming, creador del personaje, fue su dieta diaria de dos paquetes y medio al día.
Desde Humphrey Bogart hasta Clint Eastwood, el cigarrillo era la marca de fábrica del tipo duro, macho recio e independiente. Era una escena de rigor en el Hollywood clásico que, frente a una muerte segura, el héroe se diera el minuto para encender un rubio y dar un par de piteadas antes de enfrentar su destino. Como dijera el Che Guevara en una famosa declaración, en la guerra y en la paz, el cigarro era un compañero. Y bien lo sabía él, asmático inveterado que jamás dejó el placer de un buen puro cubano en aras de su salud.
Al final, al Che lo mataron las balas de sus enemigos y no la nicotina. Lo mismo a muchos de los héroes de acción del cine clásico. Por eso resulta insólito –un verdadero viaje a otro mundo- pensar en filmes de apenas treinta años atrás y comprobar hasta qué punto el tabaco estaba presente en todas las instancias.
Un día que pillen Los Cazafantasmas en el cable fíjense en que tanto Dan Akroyd como Bill Murray fuman regularmente. Sobre todo en plena faena. Más insólito aún, en Alien, de Ridley Scott, luego de despertar de su sueño criogénico, lo primero que hacen algunos tripulantes de la nave Nostromo es prender un pucho.
Vito Corleone, según nos informa Mario Puzo en la novela de El Padrino, prefiere fumar rubios antes que habanos porque estos últimos le lastiman la garganta. Eso lo hace objeto de burla entre los otros jefes de la mafia, lo que da lo mismo, porque todos sabemos qué pasa al final con quienes no toman en serio a un Corleone.
Hasta bien entrados los años ’90, el tabaco fue un elemento clave en el cine: creaba atmósferas, daba pie a buenos diálogos, ayudaba a definir a un personaje en sólo un gesto. Muchas diferencias habían entre Truffaut, Godard, Chabrol y otros directores de la Nueva Ola francesa, pero una cosa que unía a casi todos sus personajes era el consumo estilizado y ondero de Gitanes, esos cigarrillos gruesos y blancos que también fumaba Cortázar.
Incluso los héroes de acción más musculosos y duros de los ’80 se daban el tiempo para echar humito. Noten a Schwarzzenegger prendiendo su puro luego de arrasar a sus enemigos en Depredador. Y el cigarrillo también podía ser un elemento dramático bastante efectivo, como lo supo usar Coppola en Apocalipsis Ahora (donde lo primero que hace el fotógrafo interpretado por Dennis Hopper es quitarle la cajetilla a uno de los soldados de Willard) o en La Ley de la Calle (donde el siniestro policía de gafas oscuras enciende un cigarrillo post-coital luego de matar al héroe).
Sean Young fumando esos gruesos cigarrillos de humo azul en Blade Runner. Los fósforos que delatan al asesino de Sean Connery a los ojos de Kevin Costner en Los Intocables. Los Marlboro quemándose en primerísimo primer plano en Corazón Salvaje, de David Lynch. Joe Pesci pidiendo con desesperación al camarero del hotel dos paquetes de Lucky en JFK.
Y uno de mis momentos favoritos del cine de todos los tiempos: Danny de Vito en La Guerra de los Roses, rompiendo la caja de cristal donde guarda su cigarrillo de emergencia, luego de ser visitado por una insinuante Kathleen Turner. Háblenme de símbolos fálicos, señoras y señores.
En los ’90 el cigarrillo empezó a ser acorralado. Fumaban los villanos muy malvados o los antihéroes destrozados por la vida, como ese gran Bruce Willis de El Ultimo Boy Scout, capaz de matar a un tipo de un puñetazo para que le dejara encender su cigarrillo.
Fumaba también el Cancer Man, el villano de los Expedientes Secretos X, el hombre que escondía una conspiración mundial tras una nube de humo y que protagonizó Memorias de un Fumador, el mejor episodio de la serie y no me vengan con cuentos.
Hoy día el tabaco es un vicio feo y sucio y para ejercerlo en pantalla impunemente tienes que ser un hobbit o el Gran Mago Gris. En He’s Not That Into You incluso es antecedente para que una mujer pida el divorcio. Una de las mejores películas de los últimos veinte años, El Informante, trataba sobre los sucios manejos de las tabacaleras para esconder el daño que causaban sus productos.
El único héroe que fuma en estos tiempos es Hellboy, lo que tiene sentido porque es un demonio venido de las profundidades del infierno y seguro que a él los habanos no le hacen daño como a nosotros.
Pero ¿saben qué? Echo de menos los viejos tiempos del humo subiendo por la pantalla en glorioso widescreen. Extraño el humo en cámara lenta de las películas de Wong Kar-Wai. Incluso me simpatiza Tarantino por haber inventado los Red Apple, la marca falsa de cigarrillos que aparece en muchos de sus filmes.
Hoy día estamos acorralados. Muchos bares y restaurantes no aceptan fumadores o los empujan a secciones cochambrosas que huelen a cenicero. Y está bien que así sea. No soy tonto: sé lo que provoca el cigarrillo y sé que es un vicio maligno y dañino. Estoy a favor de los impuestos, de que no se le venda tabaco a menores y de que la legislación sea más estricta.
Pero fumo. Desde los quince años. Y una de las razones por las que me cayó bien Rob Gordon en Alta Fidelidad era que el tipo fumaba. No demasiado. De vez en cuando. Siempre que la vida le mostraba el puño, cada vez que se sentía solo o perdido. Las mujeres fallaban. El cigarrillo no.
Vamos, ¿tienes fuego?
Daniel Villalobos
Una de las informaciones que corrieron ayer en Twitter respecto al colapso que sufriera Gustavo Cerati en Caracas era que el músico argentino fumaba 40 cigarrillos al día. Eso es algo así como un cigarrillo y medio cada hora. Es bastante humo para alguien que se gana la vida cantando, pero el dato –que recibió las esperables rasgadas de vestidura de los anti-tabaco- me recordó la extraña relación que el cine ha tenido con los cigarrillos y los habanos desde sus inicios.
En el cine negro clásico, fumaban el héroe, la femme fatale y el villano. Fumaban los policías, los matones y hasta los ascensoristas (sí, alguna vez se pudo fumar en los ascensores). Como bien saben los fanáticos de la serie de época Mad Men, se encendían cigarrillos delante de embarazadas, bebés, ancianos y gerentes.
El cigarrillo era un elemento de caracterización tan importante como la camisa, el sombrero o la cicatriz en la mejilla. Una mujer fumando sola en un bar era una chica mala o en camino a comportarse como tal. Un tipo de corbata e impermeable fumando en una esquina era un detective o un sujeto involucrado en algún ilícito.
Hoy en día, el lobby anti-tabaco ha acorralado el vicio en pantalla a lugares muy específicos. James Bond ya no fuma –dejó de hacerlo en la etapa de Pierce Brosnan-, lo que es irónico, ya que una de las cosas que contribuyeron a matar a Ian Fleming, creador del personaje, fue su dieta diaria de dos paquetes y medio al día.
Desde Humphrey Bogart hasta Clint Eastwood, el cigarrillo era la marca de fábrica del tipo duro, macho recio e independiente. Era una escena de rigor en el Hollywood clásico que, frente a una muerte segura, el héroe se diera el minuto para encender un rubio y dar un par de piteadas antes de enfrentar su destino. Como dijera el Che Guevara en una famosa declaración, en la guerra y en la paz, el cigarro era un compañero. Y bien lo sabía él, asmático inveterado que jamás dejó el placer de un buen puro cubano en aras de su salud.
Al final, al Che lo mataron las balas de sus enemigos y no la nicotina. Lo mismo a muchos de los héroes de acción del cine clásico. Por eso resulta insólito –un verdadero viaje a otro mundo- pensar en filmes de apenas treinta años atrás y comprobar hasta qué punto el tabaco estaba presente en todas las instancias.
Un día que pillen Los Cazafantasmas en el cable fíjense en que tanto Dan Akroyd como Bill Murray fuman regularmente. Sobre todo en plena faena. Más insólito aún, en Alien, de Ridley Scott, luego de despertar de su sueño criogénico, lo primero que hacen algunos tripulantes de la nave Nostromo es prender un pucho.
Vito Corleone, según nos informa Mario Puzo en la novela de El Padrino, prefiere fumar rubios antes que habanos porque estos últimos le lastiman la garganta. Eso lo hace objeto de burla entre los otros jefes de la mafia, lo que da lo mismo, porque todos sabemos qué pasa al final con quienes no toman en serio a un Corleone.
Hasta bien entrados los años ’90, el tabaco fue un elemento clave en el cine: creaba atmósferas, daba pie a buenos diálogos, ayudaba a definir a un personaje en sólo un gesto. Muchas diferencias habían entre Truffaut, Godard, Chabrol y otros directores de la Nueva Ola francesa, pero una cosa que unía a casi todos sus personajes era el consumo estilizado y ondero de Gitanes, esos cigarrillos gruesos y blancos que también fumaba Cortázar.
Incluso los héroes de acción más musculosos y duros de los ’80 se daban el tiempo para echar humito. Noten a Schwarzzenegger prendiendo su puro luego de arrasar a sus enemigos en Depredador. Y el cigarrillo también podía ser un elemento dramático bastante efectivo, como lo supo usar Coppola en Apocalipsis Ahora (donde lo primero que hace el fotógrafo interpretado por Dennis Hopper es quitarle la cajetilla a uno de los soldados de Willard) o en La Ley de la Calle (donde el siniestro policía de gafas oscuras enciende un cigarrillo post-coital luego de matar al héroe).
Sean Young fumando esos gruesos cigarrillos de humo azul en Blade Runner. Los fósforos que delatan al asesino de Sean Connery a los ojos de Kevin Costner en Los Intocables. Los Marlboro quemándose en primerísimo primer plano en Corazón Salvaje, de David Lynch. Joe Pesci pidiendo con desesperación al camarero del hotel dos paquetes de Lucky en JFK.
Y uno de mis momentos favoritos del cine de todos los tiempos: Danny de Vito en La Guerra de los Roses, rompiendo la caja de cristal donde guarda su cigarrillo de emergencia, luego de ser visitado por una insinuante Kathleen Turner. Háblenme de símbolos fálicos, señoras y señores.
En los ’90 el cigarrillo empezó a ser acorralado. Fumaban los villanos muy malvados o los antihéroes destrozados por la vida, como ese gran Bruce Willis de El Ultimo Boy Scout, capaz de matar a un tipo de un puñetazo para que le dejara encender su cigarrillo.
Fumaba también el Cancer Man, el villano de los Expedientes Secretos X, el hombre que escondía una conspiración mundial tras una nube de humo y que protagonizó Memorias de un Fumador, el mejor episodio de la serie y no me vengan con cuentos.
Hoy día el tabaco es un vicio feo y sucio y para ejercerlo en pantalla impunemente tienes que ser un hobbit o el Gran Mago Gris. En He’s Not That Into You incluso es antecedente para que una mujer pida el divorcio. Una de las mejores películas de los últimos veinte años, El Informante, trataba sobre los sucios manejos de las tabacaleras para esconder el daño que causaban sus productos.
El único héroe que fuma en estos tiempos es Hellboy, lo que tiene sentido porque es un demonio venido de las profundidades del infierno y seguro que a él los habanos no le hacen daño como a nosotros.
Pero ¿saben qué? Echo de menos los viejos tiempos del humo subiendo por la pantalla en glorioso widescreen. Extraño el humo en cámara lenta de las películas de Wong Kar-Wai. Incluso me simpatiza Tarantino por haber inventado los Red Apple, la marca falsa de cigarrillos que aparece en muchos de sus filmes.
Hoy día estamos acorralados. Muchos bares y restaurantes no aceptan fumadores o los empujan a secciones cochambrosas que huelen a cenicero. Y está bien que así sea. No soy tonto: sé lo que provoca el cigarrillo y sé que es un vicio maligno y dañino. Estoy a favor de los impuestos, de que no se le venda tabaco a menores y de que la legislación sea más estricta.
Pero fumo. Desde los quince años. Y una de las razones por las que me cayó bien Rob Gordon en Alta Fidelidad era que el tipo fumaba. No demasiado. De vez en cuando. Siempre que la vida le mostraba el puño, cada vez que se sentía solo o perdido. Las mujeres fallaban. El cigarrillo no.
Vamos, ¿tienes fuego?
Alma
Francisco Mouat
El otro día leí un poema de Wislawa Szymborska llamado "Algo sobre el alma" que me encantó. Empieza así: "Alma se tiene a veces./ Nadie la posee sin pausa/ y para siempre".
He leído varias veces el poema desde entonces, de su libro Instante, y estoy maravillado del talento, la precisión de sus versos, su mirada veterana y lúcida, esa sensibilidad extraordinaria, absolutamente única, que la ocupa: "Es algo quisquillosa:/ con disgusto nos ve en la muchedumbre,/ le repugna nuestra lucha por supuestas ventajas/ y el rumor de los negocios". El remate del poema sugiere una magnífica relación de a dos: "Según parece,/ así como ella a nosotros,/ nosotros a ella/ también le servimos de algo".
¿Puede el alma desentenderse de nosotros? ¿Puede ella darse el lujo de existir sin nosotros? Servirle de algo al alma es reconocer que nos necesitamos mutuamente, y que vivir en sintonía con ella vale la travesía.
En un planeta donde todo parece estar en venta, una de las transacciones más significativas, feroces y recurrentes es la del alma. No sólo el diablo las compra. A veces se venden al primer postor con cara de ángel por unos pocos pesos, a veces no nos damos ni cuenta y alguien, otro, se apoderó de ella; hay quienes se hacen de rogar pero al final ceden a cambio de un precio razonable. Lo complicado es que esté en venta, que la pongamos a disposición a cambio de algo: un sueldo, una gratificación, un bono, amor, a veces sólo un poco de cariño, un ascenso, la fama, el reconocimiento, la vanidad, el aplauso, alguna adicción, algún descuento en futuras compras. La transamos y creemos que ella se independiza de nosotros, pero está visto que ahora será el alma de otro la que nos gobierne. Para que te compren el alma, ayuda el hecho de que sólo te interese sobrevivir. Hay muchos que no tienen ni idea de que un alma los constituye en lo esencial, y por lo tanto difícilmente podrían preocuparse de estar vendiéndola.
Hay preguntas del alma que seguramente no alcanzaremos a responder en vida. Szymborska: "Qué ha sido de decenas de personas: /¿nos habremos conocido realmente?/ Qué intentaba decirme M/ cuando ya no podía hablar". ¿Qué hace uno con aquellas preguntas que se formula a cada rato y que no tienen respuesta? ¿Por qué las manos de mi padre -lo verifiqué nuevamente pocos días atrás- se han adolorido tanto en estos últimos años, al punto que ahora no puedo estrecharlas como quiero en señal de amor y gratitud? ¿Por qué me cuesta tanto decirle a mi madre que la extraño permanentemente, que hay conversaciones entre nosotros que tal vez nunca se verbalicen, pero que, sin embargo, sus ojos, cuando puedo verlos, me hablan con fuerza de lo que han vivido y observado sobre la Tierra y en su propia alma?
Conozco a muchísimas personas cuya alma pareciera importarles un bledo. Y no estoy hablando de los que no profesan religión, ni se santiguan, ni van a la iglesia a supuestamente salvar el alma de la tentación del demonio. Personalmente yo tampoco me ocupo de estos menesteres. El alma de la que hablo es aquella íntima e indefinible materia individual que brilla cuando se pone en movimiento y tiene la fuerza de irradiar cuando se comparte con otros. El alma de la que hablo es a veces un destello en los que te rodean, el impulso que te mueve a encontrarte con esas otras personas que están fuera de ti pero que por alguna razón -no solamente el azar- forman parte de tu paisaje y tu mundo. Hablo de almas que se tocan y llegan a amarse: reales, vívidas, carnales, y también fantásticas. Hablo de almas que se extravían, se salen a buscar desesperadamente y finalmente se encuentran.
Hablo de dejar el alma allí donde tu ser más profundo quiera hacerlo, y no donde otros esperan que lo hagas o decidan por ti. Hablo de un poco de dignidad, que sumado a un poco de piedad y a un poco menos de crueldad, permita que el comercio de almas deje de ser el negocio que es en los tiempos que corren.
Francisco Mouat
El otro día leí un poema de Wislawa Szymborska llamado "Algo sobre el alma" que me encantó. Empieza así: "Alma se tiene a veces./ Nadie la posee sin pausa/ y para siempre".
He leído varias veces el poema desde entonces, de su libro Instante, y estoy maravillado del talento, la precisión de sus versos, su mirada veterana y lúcida, esa sensibilidad extraordinaria, absolutamente única, que la ocupa: "Es algo quisquillosa:/ con disgusto nos ve en la muchedumbre,/ le repugna nuestra lucha por supuestas ventajas/ y el rumor de los negocios". El remate del poema sugiere una magnífica relación de a dos: "Según parece,/ así como ella a nosotros,/ nosotros a ella/ también le servimos de algo".
¿Puede el alma desentenderse de nosotros? ¿Puede ella darse el lujo de existir sin nosotros? Servirle de algo al alma es reconocer que nos necesitamos mutuamente, y que vivir en sintonía con ella vale la travesía.
En un planeta donde todo parece estar en venta, una de las transacciones más significativas, feroces y recurrentes es la del alma. No sólo el diablo las compra. A veces se venden al primer postor con cara de ángel por unos pocos pesos, a veces no nos damos ni cuenta y alguien, otro, se apoderó de ella; hay quienes se hacen de rogar pero al final ceden a cambio de un precio razonable. Lo complicado es que esté en venta, que la pongamos a disposición a cambio de algo: un sueldo, una gratificación, un bono, amor, a veces sólo un poco de cariño, un ascenso, la fama, el reconocimiento, la vanidad, el aplauso, alguna adicción, algún descuento en futuras compras. La transamos y creemos que ella se independiza de nosotros, pero está visto que ahora será el alma de otro la que nos gobierne. Para que te compren el alma, ayuda el hecho de que sólo te interese sobrevivir. Hay muchos que no tienen ni idea de que un alma los constituye en lo esencial, y por lo tanto difícilmente podrían preocuparse de estar vendiéndola.
Hay preguntas del alma que seguramente no alcanzaremos a responder en vida. Szymborska: "Qué ha sido de decenas de personas: /¿nos habremos conocido realmente?/ Qué intentaba decirme M/ cuando ya no podía hablar". ¿Qué hace uno con aquellas preguntas que se formula a cada rato y que no tienen respuesta? ¿Por qué las manos de mi padre -lo verifiqué nuevamente pocos días atrás- se han adolorido tanto en estos últimos años, al punto que ahora no puedo estrecharlas como quiero en señal de amor y gratitud? ¿Por qué me cuesta tanto decirle a mi madre que la extraño permanentemente, que hay conversaciones entre nosotros que tal vez nunca se verbalicen, pero que, sin embargo, sus ojos, cuando puedo verlos, me hablan con fuerza de lo que han vivido y observado sobre la Tierra y en su propia alma?
Conozco a muchísimas personas cuya alma pareciera importarles un bledo. Y no estoy hablando de los que no profesan religión, ni se santiguan, ni van a la iglesia a supuestamente salvar el alma de la tentación del demonio. Personalmente yo tampoco me ocupo de estos menesteres. El alma de la que hablo es aquella íntima e indefinible materia individual que brilla cuando se pone en movimiento y tiene la fuerza de irradiar cuando se comparte con otros. El alma de la que hablo es a veces un destello en los que te rodean, el impulso que te mueve a encontrarte con esas otras personas que están fuera de ti pero que por alguna razón -no solamente el azar- forman parte de tu paisaje y tu mundo. Hablo de almas que se tocan y llegan a amarse: reales, vívidas, carnales, y también fantásticas. Hablo de almas que se extravían, se salen a buscar desesperadamente y finalmente se encuentran.
Hablo de dejar el alma allí donde tu ser más profundo quiera hacerlo, y no donde otros esperan que lo hagas o decidan por ti. Hablo de un poco de dignidad, que sumado a un poco de piedad y a un poco menos de crueldad, permita que el comercio de almas deje de ser el negocio que es en los tiempos que corren.
Wednesday, May 26, 2010
Ojos rojos
Entre los momentos hilarantes de la cinta brilla aquel en que Riquelme transmite el partido con Colombia.
Ascanio Cavallo
Este es un documental en serio. Los seis años de registros que envuelve no son un mérito en sí mismo, sino un indicio de la fortaleza del proyecto. Los documentalistas en serio saben que pueden conocer cómo empiezan una película, pero nunca cómo la van a terminar, y que lo más fascinante de su oficio es precisamente esta exposición a la realidad, o, si se prefiere, el sometimiento de las hipótesis a la veleidad de los hechos.
De haberse quedado con las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de Alemania 2006, Ojos rojos sería la historia de una depresión, el agónico fracaso de la Selección dirigida en los últimos meses de 2005 por Nelson Acosta. Pero los cineastas tuvieron el tesón y la suerte para entrar en el siguiente proceso, entre el 2007 y el 2010, donde el equipo chileno obtuvo su primera clasificación en 12 años y se convirtió en una de las curiosidades del fútbol sudamericano, bajo la conducción de Marcelo Bielsa. Gracias a eso, el documental pasó a ser una historia de caída y ascenso, de derrota y exaltación.
Bielsa es una pieza clave de esa historia. Que su inteligencia parezca superior a la de los jugadores, los fanáticos y los periodistas es algo que no depende del capital cultural ni del coeficiente intelectual, sino de una visión madura, equilibrada y paciente de la vida. En Bielsa no hay genio, sino algo mucho mejor: discernimiento.
El centro de esa conciencia activa está en los primeros segundos de la película, en una frase en off: "Los seres humanos ganan de vez en cuando, muy de vez en cuando". Los primeros 10 minutos dan cuenta de la dificultad de conseguir el triunfo. Los siguientes 10 regresan a las sombrías derrotas del 2005, con un director técnico que derrocha entusiasmo y empatía, pero no visión.
Sólo entonces se inicia la marcha hacia Sudáfrica. La atraviesa una épica raramente doméstica, la épica de unos jóvenes que, siendo poco más que niños, construyen su gloria de nación y de masas sin necesidad de derramar sangre. La contraparte son los hinchas y los admiradores, que Ojos rojos sintetiza en Sergio Riquelme, periodista y locutor aficionado de la Radio del Lago, de Futrono, que emprende esfuerzos hercúleos para seguir a la Selección. Entre los momentos hilarantes de la cinta brilla, como una gema de la contra-épica, aquel en que Riquelme transmite el partido con Colombia frente a un televisor miserablemente borroneado por las interferencias.
Es fácil imaginar la pesadilla de la sala de montaje: millares de imágenes y la obligación de articularlas con algún sentido. Se puede reprochar a Ojos rojos la ausencia de un retrato más fino de los jugadores, el titubeo entre la épica de la cancha y la sociología del fútbol, la debilidad para traducir la oscilación masiva de la depresión al éxtasis, e incluso una cierta sobreestilización (irse por los bordes, tomar espacios vacíos, magnificar el foley), que a menudo es también su audacia más notoria.
Pero ninguno de esos reproches puede oscurecer el inmenso trabajo, el tesón y los riesgos tomados por uno de los más atrevidos documentales jamás emprendidos en Chile.
Ojos rojos
Dirección: Juan Ignacio Sabatini, Juan Pablo Sallato e Ismael Larraín. 83 minutos.
Entre los momentos hilarantes de la cinta brilla aquel en que Riquelme transmite el partido con Colombia.
Ascanio Cavallo
Este es un documental en serio. Los seis años de registros que envuelve no son un mérito en sí mismo, sino un indicio de la fortaleza del proyecto. Los documentalistas en serio saben que pueden conocer cómo empiezan una película, pero nunca cómo la van a terminar, y que lo más fascinante de su oficio es precisamente esta exposición a la realidad, o, si se prefiere, el sometimiento de las hipótesis a la veleidad de los hechos.
De haberse quedado con las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de Alemania 2006, Ojos rojos sería la historia de una depresión, el agónico fracaso de la Selección dirigida en los últimos meses de 2005 por Nelson Acosta. Pero los cineastas tuvieron el tesón y la suerte para entrar en el siguiente proceso, entre el 2007 y el 2010, donde el equipo chileno obtuvo su primera clasificación en 12 años y se convirtió en una de las curiosidades del fútbol sudamericano, bajo la conducción de Marcelo Bielsa. Gracias a eso, el documental pasó a ser una historia de caída y ascenso, de derrota y exaltación.
Bielsa es una pieza clave de esa historia. Que su inteligencia parezca superior a la de los jugadores, los fanáticos y los periodistas es algo que no depende del capital cultural ni del coeficiente intelectual, sino de una visión madura, equilibrada y paciente de la vida. En Bielsa no hay genio, sino algo mucho mejor: discernimiento.
El centro de esa conciencia activa está en los primeros segundos de la película, en una frase en off: "Los seres humanos ganan de vez en cuando, muy de vez en cuando". Los primeros 10 minutos dan cuenta de la dificultad de conseguir el triunfo. Los siguientes 10 regresan a las sombrías derrotas del 2005, con un director técnico que derrocha entusiasmo y empatía, pero no visión.
Sólo entonces se inicia la marcha hacia Sudáfrica. La atraviesa una épica raramente doméstica, la épica de unos jóvenes que, siendo poco más que niños, construyen su gloria de nación y de masas sin necesidad de derramar sangre. La contraparte son los hinchas y los admiradores, que Ojos rojos sintetiza en Sergio Riquelme, periodista y locutor aficionado de la Radio del Lago, de Futrono, que emprende esfuerzos hercúleos para seguir a la Selección. Entre los momentos hilarantes de la cinta brilla, como una gema de la contra-épica, aquel en que Riquelme transmite el partido con Colombia frente a un televisor miserablemente borroneado por las interferencias.
Es fácil imaginar la pesadilla de la sala de montaje: millares de imágenes y la obligación de articularlas con algún sentido. Se puede reprochar a Ojos rojos la ausencia de un retrato más fino de los jugadores, el titubeo entre la épica de la cancha y la sociología del fútbol, la debilidad para traducir la oscilación masiva de la depresión al éxtasis, e incluso una cierta sobreestilización (irse por los bordes, tomar espacios vacíos, magnificar el foley), que a menudo es también su audacia más notoria.
Pero ninguno de esos reproches puede oscurecer el inmenso trabajo, el tesón y los riesgos tomados por uno de los más atrevidos documentales jamás emprendidos en Chile.
Ojos rojos
Dirección: Juan Ignacio Sabatini, Juan Pablo Sallato e Ismael Larraín. 83 minutos.
Raul Brandao
(Portugal, 1867-1930)
Memorias (fragmento)
"Soy un simple espectador de la vida, que no intenta explicarla. No afirmo ni niego. Hace mucho que huyo de juzgar a los hombres, y, a cada hora que pasa, la vida me parece o muy complicada y misteriosa o muy simple y profunda. No aprendo a morir, desaprendo a morir. No sé nada, no sé nada, y no saldré de este mundo con la convicción de que no es la razón ni la verdad las que nos guían: solamente la pasión y la utopía nos llevan a conclusiones definitivas. El papel de los locos es el más importante en este desconsolado planeta, aunque los demás intenten corregirlos y canalizarlos… Por eso comprendo que es tan difícil aseverar la precisión en un hecho cómo juzgar a un hombre con justicia. Todos los días cambiamos de opinión. Todos los días somos empujados a kilómetros de distancia por cualquier cosa delirante, que nos lleva a lugares desconocidos. Siempre sucede que, pasados unos meses desde lo escrito, me llega la duda y el vacío. Siento que ya no me pertenece. Es por ésta razón que no condeno ni explico nada, y huyo antes de descender a mi interior, para que no reconozcan con asombro que soy irracional – de esa forma no discrimino lo que creo y lo que no, y compruebo lo que me pertenece y lo que pertenece a los muertos. "
Rudolf Steiner
La filosofía de la libertad (fragmento)
¿Es el hombre en su pensar y actuar un ser espiritualmente libre, o se encuentra sujeto al dominio de una necesidad absoluta, de acuerdo con las leyes de la naturaleza?. Pocas cuestiones se han tratado con tanta sagacidad como ésta. La idea de la libertad de la voluntad humana cuenta tanto con un gran número de partidarios vehementes, como de adversarios obstinados. Hay hombres que en su apasionamiento moral consideran de escasa inteligencia al que llega a negar un hecho tan evidente como la libertad. Frente a ellos existen otros para quienes el colmo de lo científico es creer que las leyes de la naturaleza quedan interrumpidas en el dominio del actuar y del pensar humano. La misma cosa se considera como el bien más preciado de la humanidad y, al mismo tiempo, como la más grave ilusión. Se ha empleado infinita sutileza para explicar cómo la libertad humana es compatible con los procesos de la naturaleza, a la que también el hombre pertenece. No menor ha sido el esfuerzo con que otros han tratado de comprender cómo ha podido surgir semejante idea absurda. Indudablemente se trata de uno de los más importantes problemas de la vida, de la religión, de la conducta y de la ciencia, como lo ha de sentir todo aquél que lo considere con un mínimo de profundidad”.
John Stuart Mill
Sobre la esclavitud de las mujeres (fragmento)
"Desde luego, la opinión favorable al sistema actual, que hace depender al sexo débil del fuerte, no descansa sino en teorías; no se ha ensayado otra, y, por ende, nadie puede afirmar que la experiencia opuesta a la teoría, haya aconsejado nada, en atención a que no se llevó al terreno de la práctica, y se ignoran totalmente sus resultados. Por otra parte, la adopción del régimen de la desigualdad no ha sido nunca fruto de la deliberación, del pensamiento libre, de una teoría social o de un conocimiento reflexivo de los medios de asegurar la dicha de la humanidad o de establecer el buen orden en la sociedad y el Estado. Este régimen proviene de que, desde los primeros días de la sociedad humana, la mujer fue entregada como esclava al hombre que tenía interés o capricho en poseerla, y a quien no podía resistir ni oponerse, dada la inferioridad de su fuerza muscular. Las leyes y los sistemas sociales empiezan siempre por reconocer el estado material de relaciones existente ya entre los individuos. Lo que en los comienzos no era más que un hecho brutal, un acto de violencia, un abuso inicuo, llega a ser derecho legal, garantizado por la sociedad, apoyado y protegido por las fuerzas sociales, que sustituyeron a las luchas sin orden ni freno de la fuerza física. Los individuos que en un principio se vieron sometidos a la obediencia forzosa, a ella quedaron sujetos más tarde en nombre de la ley. La esclavitud, que en un principio no era más que cuestión de fuerza entre el amo y el esclavo, llegó a ser institución legal, sancionada y protegida por el derecho escrito: los esclavos fueron comprendidos en el pacto social, por el que los amos se comprometían a protegerse y a salvaguardar mutuamente su propiedad particular, haciendo uso de su fuerza colectiva. En los primeros tiempos de la historia, la mayoría del sexo masculino era esclava, como lo era la totalidad del sexo femenino. Y transcurrieron muchos siglos, y siglos ilustrados por brillante cultura intelectual, antes de que algunos pensadores se atreviesen a discutir con timidez la legitimidad o la necesidad absoluta de una u otra esclavitud.”
(Portugal, 1867-1930)
Memorias (fragmento)
"Soy un simple espectador de la vida, que no intenta explicarla. No afirmo ni niego. Hace mucho que huyo de juzgar a los hombres, y, a cada hora que pasa, la vida me parece o muy complicada y misteriosa o muy simple y profunda. No aprendo a morir, desaprendo a morir. No sé nada, no sé nada, y no saldré de este mundo con la convicción de que no es la razón ni la verdad las que nos guían: solamente la pasión y la utopía nos llevan a conclusiones definitivas. El papel de los locos es el más importante en este desconsolado planeta, aunque los demás intenten corregirlos y canalizarlos… Por eso comprendo que es tan difícil aseverar la precisión en un hecho cómo juzgar a un hombre con justicia. Todos los días cambiamos de opinión. Todos los días somos empujados a kilómetros de distancia por cualquier cosa delirante, que nos lleva a lugares desconocidos. Siempre sucede que, pasados unos meses desde lo escrito, me llega la duda y el vacío. Siento que ya no me pertenece. Es por ésta razón que no condeno ni explico nada, y huyo antes de descender a mi interior, para que no reconozcan con asombro que soy irracional – de esa forma no discrimino lo que creo y lo que no, y compruebo lo que me pertenece y lo que pertenece a los muertos. "
Rudolf Steiner
La filosofía de la libertad (fragmento)
¿Es el hombre en su pensar y actuar un ser espiritualmente libre, o se encuentra sujeto al dominio de una necesidad absoluta, de acuerdo con las leyes de la naturaleza?. Pocas cuestiones se han tratado con tanta sagacidad como ésta. La idea de la libertad de la voluntad humana cuenta tanto con un gran número de partidarios vehementes, como de adversarios obstinados. Hay hombres que en su apasionamiento moral consideran de escasa inteligencia al que llega a negar un hecho tan evidente como la libertad. Frente a ellos existen otros para quienes el colmo de lo científico es creer que las leyes de la naturaleza quedan interrumpidas en el dominio del actuar y del pensar humano. La misma cosa se considera como el bien más preciado de la humanidad y, al mismo tiempo, como la más grave ilusión. Se ha empleado infinita sutileza para explicar cómo la libertad humana es compatible con los procesos de la naturaleza, a la que también el hombre pertenece. No menor ha sido el esfuerzo con que otros han tratado de comprender cómo ha podido surgir semejante idea absurda. Indudablemente se trata de uno de los más importantes problemas de la vida, de la religión, de la conducta y de la ciencia, como lo ha de sentir todo aquél que lo considere con un mínimo de profundidad”.
John Stuart Mill
Sobre la esclavitud de las mujeres (fragmento)
"Desde luego, la opinión favorable al sistema actual, que hace depender al sexo débil del fuerte, no descansa sino en teorías; no se ha ensayado otra, y, por ende, nadie puede afirmar que la experiencia opuesta a la teoría, haya aconsejado nada, en atención a que no se llevó al terreno de la práctica, y se ignoran totalmente sus resultados. Por otra parte, la adopción del régimen de la desigualdad no ha sido nunca fruto de la deliberación, del pensamiento libre, de una teoría social o de un conocimiento reflexivo de los medios de asegurar la dicha de la humanidad o de establecer el buen orden en la sociedad y el Estado. Este régimen proviene de que, desde los primeros días de la sociedad humana, la mujer fue entregada como esclava al hombre que tenía interés o capricho en poseerla, y a quien no podía resistir ni oponerse, dada la inferioridad de su fuerza muscular. Las leyes y los sistemas sociales empiezan siempre por reconocer el estado material de relaciones existente ya entre los individuos. Lo que en los comienzos no era más que un hecho brutal, un acto de violencia, un abuso inicuo, llega a ser derecho legal, garantizado por la sociedad, apoyado y protegido por las fuerzas sociales, que sustituyeron a las luchas sin orden ni freno de la fuerza física. Los individuos que en un principio se vieron sometidos a la obediencia forzosa, a ella quedaron sujetos más tarde en nombre de la ley. La esclavitud, que en un principio no era más que cuestión de fuerza entre el amo y el esclavo, llegó a ser institución legal, sancionada y protegida por el derecho escrito: los esclavos fueron comprendidos en el pacto social, por el que los amos se comprometían a protegerse y a salvaguardar mutuamente su propiedad particular, haciendo uso de su fuerza colectiva. En los primeros tiempos de la historia, la mayoría del sexo masculino era esclava, como lo era la totalidad del sexo femenino. Y transcurrieron muchos siglos, y siglos ilustrados por brillante cultura intelectual, antes de que algunos pensadores se atreviesen a discutir con timidez la legitimidad o la necesidad absoluta de una u otra esclavitud.”
Circo Freak: “Alicia en el país de las maravillas”
Por Jorge Baradit / LND
En el libro “Alicia en el país de las maravillas” la fantasía es el reflejo del mundo y la literatura define al presente desde el futuro. Vemos la Era Victoriana inglesa y a Londres como una versión a escala-ciudad de internet con lo despreciable y lo extraordinario mezclados sin concierto. Carrol sacó un sombrerero loco como representación sicótica de costumbres rancias y puso a una niña al borde del precipicio de la adultez. Bonus Track: Habla Tim Burton y le contamos cómo es la película que se estrena el próximo 13 de mayo.
Domingo 9 de mayo de 2010 | | LND Cultura
¿Qué es lo que cuenta Lewis Carroll En “Alicia en el país de las maravillas”? ¿De dónde sacó estas ideas tan descabelladas acerca de mundos desquiciados que se doblan sobre sí mismos, repletos de significados torcidos y realidades rabiosamente alteradas? La primera lección que hay que sacar de este libro, que originalmente iba a llamarse “Las aventuras subterráneas de Alicia”, es confirmar que los textos que exploran la ficción son generalmente los que más se acercan a la realidad como la conocemos. La ciencia ficción, por ejemplo se comporta naturalmente como una metáfora muy nítida del contexto histórico y la fantasía es un reflejo ampliado de nuestra realidad más cercana. Es curioso declarar que la literatura que mejor describe el presente es la del futuro y la que mejor refleja la realidad es la fantasía. Eso hizo “Alicia en el país de las maravillas” en su momento, convertirse en el reflejo histérico de un momento particularmente demencial de la historia británica: la Era Victoriana.
El momento en que una isla se convirtió en el centro del planeta, un cruce internacional portuario que acumulaba restos extraños de cargas en tránsito de las más variadas latitudes, convirtiendo sus ciudades en cuadros alucinados repletos de inmigrantes de extrañas culturas, animales exóticos, aromas poderosos, colores nuevos, idiomas desconocidos e historias de marineros acerca de prodigios exagerados por el escorbuto y el opio.
Londres como una versión a escala-ciudad de la internet, lo bueno, lo malo, lo despreciable y lo extraordinario mezclados sin concierto. El planeta entero constreñido en una isla donde todo parecía fuera de contexto: una avestruz en el jardín de una mansión, un mandarín chino en la ópera, un selknam patagónico vestido de levita tomando el té en casa de Lord Chattnam. Londres era el Tokio más demente, pero en su versión cyberpunk siglo XIX. En medio de esta vorágine de información cruzada y sin traducir, campeaban las aterradoras costumbres sociales inglesas de la época: represivas, limitantes y castradoras, la vida como una representación teatral 24/7, sometida al manual de instrucciones más rígido y ridículo de occidente, el arte de vivir elevado a la categoría de suplicio maníaco obsesivo. El sombrerero loco como la representación sicótica de las costumbres victorianas.
UN GRITO EN LA NOCHE
“Alicia en el país de las maravillas” no es más que el grito de terror de un escritor que, a través de ese ejercicio meditativo alucinógeno mántrico que puede ser la escritura, es capaz de sacarse la neblina de los ojos y ver durante un instante la verdad: la realidad es monstruosa. El libro, publicado en 1865, no es un texto para infantes, es la forma lúcida en que un niño ve el circo freak que se despliega frente a él en el borde de su pubertad, como quien despierta de pie al borde de un acantilado al que debe saltar. La extrema lucidez del niño que despierta de su sueño de infancia y ve a todos los emperadores desnudos del mundo, todas las atrocidades, todas las injusticias y los sinsentidos, todo el horror y el espanto al que después nos insensibilizamos para poder seguir funcionando, operando avecinados con el horror.
Leer “Alicia” como un descenso a los infiernos de la realidad, sólo para constatar que no hay salida, que el regreso no es la promesa del hogar como en ese otro viaje pesadillesco y lleno de connotaciones iniciáticas como es el “Mago de Oz”, de Frank Baum, sino la validación de una verdad demoledora: no hay otra escapatoria posible que no sea la ceguera, la aceptación de las normas, la civilización y el rito, es decir, la adultez. Frente al horror no hay otra escapatoria que la insensibilidad. Ese es el verdadero cáliz que hay que beber para transformarse en adulto y poder operar en medio del espanto. “Te estábamos esperando”, le dice el sombrerero loco a Alicia.
El libro es descarnado, no hay redención, no hay Beatriz ni Grial, sólo el viaje a través del absurdo horrendo que es el mundo fabricado por el monarca, el burócrata y el mandamás. Alicia es una espectadora, la sonda que sale a ver la realidad y que nos cuenta la desnudez de las cosas desprovistas de moral o mensaje reivindicador. No hay dios, no hay orden, no hay atisbo de cordura, sólo consensos sin sentido abrazados por la gente para no rodar por el caos.
CIERRA LOS OJOS
Anoche conversábamos con amigos en una mesa acerca de muchos temas. Bernardita Ojeda, la “Nycteris”, me dio cátedra acerca del libro de Carroll. Hablamos de lo bien que calzaba la Alicia de Disney en los años 50 norteamericanos, su propia Era Victoriana al amparo de la bomba atómica. También hablamos de otras cosas, hablamos de un libro que enseña cómo suicidarse dejando un cadáver bello, hablamos de una generación que está reemplazando los hijos por gatos, de la posibilidad de que el único periodismo posible sea el terrorismo noticioso apocalíptico on line, hablamos de niños que fabrican droga a partir de medicamentos de libre expendio, hablamos de una mujer que exhibía a su hijo deforme como un alien a cambio de monedas, de un tipo que fabricaba anfetaminas caseras diseñadas por los nazis, de la posibilidad de que Chile termine siendo declarado inhabitable por los constantes terremotos y que un país completo deba ser evacuado, de una historia acerca de alguien que fumaba muertos y de que la soya modificada genéticamente que se vendía en EEUU le producía pelos en las encías a roedores de prueba.
Hablamos de cosas que pasan. Como “Alicia en el país de las maravillas”, viaje que nos saca el velo de los ojos y muestra la vida como realmente es: un torbellino caótico en donde nos equilibramos apenas sobre un diminuto orden acordado, con los ojos cerrados para no volvernos locos.
TIM BURTON Y EL ESTRENO DE “ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS”
“El libro de Carroll sería igual de impactante si se publicara hoy”
Su reinterpretación del mundo creado por Lewis Carroll se ha convertido en uno de los éxitos más sólidos de la taquilla mundial y que llega retrasado por el terremoto a Chile. Aquí, Tim Burton admite que las complejidades de “Alicia en el país de las maravillas”, que integra animación con actores de carne y hueso y todo tipo de efectos especiales, convirtió el rodaje en uno de los más complicados de su carrera.
Por Gabriel Lerman / La Vanguardia
-¿En qué se inspiró para recrear este mundo?
-Usé muchísimas fuentes. Aunque no usamos los dibujos de la primera edición de “Alicia en el país de las maravillas” (obra de John Tenniel), hay algo en ellos que coincide completamente con lo que se cuenta en la historia. Nos inspiraron mucho, y también, los diálogos de Lewis Carroll, como el poema de Jabberocky, donde todo es ligeramente absurdo y abstracto, pero extrañamente bello y muy poético.
-¿Vio muchas versiones de Alicia antes de crear la suya?
-A ver, vi montones de versiones. Lo interesante es que fueron muy pocas las versiones cinematográficas de Alicia que tuvieron éxito, salvo la de Disney, que fue muy popular. Si fracasaron fue porque trataron de hacer una adaptación literal de los textos de Carroll, y los libros de Alicia son maravillosos, pero son libros. Las historias son muy absurdas y no tienen una estructura lineal.
-¿Por qué cree que esta historia no pasa de moda?
-Porque está muy presente en nuestra cultura popular. Estos personajes están ahí, en nuestro subconsciente, sin que sepamos cómo llegaron. Como en nuestro filme, que uno se pregunta: “¿He estado realmente allí? ¿Conozco a esa gente?”. Y te respondes: “Creo que sí, que los conozco, pero ¿cómo los conozco?”. Hay algo en este material que se conecta con cierto estado onírico, y parece que es algo que has visto en un sueño. Si Lewis Carroll hubiese escrito estos libros en la actualidad serían tan impactantes como lo fueron entonces. Provocaría la misma sensación de inestabilidad que produjo en su momento. Son personajes que funcionan como símbolos de algo muy profundo.
-Se dice que Carroll era adicto a las drogas.
-No puedo responder por él…
-¿Pero tuvo que ponerse en cierto estado mental para recrear este mundo?
-Es que yo siempre estoy en cierto estado mental muy particular, esté trabajando en el cine o no, lo cual puede ser muy bueno y puede ser muy malo. Lo cierto es que esta historia y muchos otros buenos ejemplos de literatura infantil funcionan muy bien capturando ciertos elementos muy extraños de la vida cotidiana que parecen muy fantásticos, pero que están profundamente conectados con la realidad.
Por Jorge Baradit / LND
En el libro “Alicia en el país de las maravillas” la fantasía es el reflejo del mundo y la literatura define al presente desde el futuro. Vemos la Era Victoriana inglesa y a Londres como una versión a escala-ciudad de internet con lo despreciable y lo extraordinario mezclados sin concierto. Carrol sacó un sombrerero loco como representación sicótica de costumbres rancias y puso a una niña al borde del precipicio de la adultez. Bonus Track: Habla Tim Burton y le contamos cómo es la película que se estrena el próximo 13 de mayo.
Domingo 9 de mayo de 2010 | | LND Cultura
¿Qué es lo que cuenta Lewis Carroll En “Alicia en el país de las maravillas”? ¿De dónde sacó estas ideas tan descabelladas acerca de mundos desquiciados que se doblan sobre sí mismos, repletos de significados torcidos y realidades rabiosamente alteradas? La primera lección que hay que sacar de este libro, que originalmente iba a llamarse “Las aventuras subterráneas de Alicia”, es confirmar que los textos que exploran la ficción son generalmente los que más se acercan a la realidad como la conocemos. La ciencia ficción, por ejemplo se comporta naturalmente como una metáfora muy nítida del contexto histórico y la fantasía es un reflejo ampliado de nuestra realidad más cercana. Es curioso declarar que la literatura que mejor describe el presente es la del futuro y la que mejor refleja la realidad es la fantasía. Eso hizo “Alicia en el país de las maravillas” en su momento, convertirse en el reflejo histérico de un momento particularmente demencial de la historia británica: la Era Victoriana.
El momento en que una isla se convirtió en el centro del planeta, un cruce internacional portuario que acumulaba restos extraños de cargas en tránsito de las más variadas latitudes, convirtiendo sus ciudades en cuadros alucinados repletos de inmigrantes de extrañas culturas, animales exóticos, aromas poderosos, colores nuevos, idiomas desconocidos e historias de marineros acerca de prodigios exagerados por el escorbuto y el opio.
Londres como una versión a escala-ciudad de la internet, lo bueno, lo malo, lo despreciable y lo extraordinario mezclados sin concierto. El planeta entero constreñido en una isla donde todo parecía fuera de contexto: una avestruz en el jardín de una mansión, un mandarín chino en la ópera, un selknam patagónico vestido de levita tomando el té en casa de Lord Chattnam. Londres era el Tokio más demente, pero en su versión cyberpunk siglo XIX. En medio de esta vorágine de información cruzada y sin traducir, campeaban las aterradoras costumbres sociales inglesas de la época: represivas, limitantes y castradoras, la vida como una representación teatral 24/7, sometida al manual de instrucciones más rígido y ridículo de occidente, el arte de vivir elevado a la categoría de suplicio maníaco obsesivo. El sombrerero loco como la representación sicótica de las costumbres victorianas.
UN GRITO EN LA NOCHE
“Alicia en el país de las maravillas” no es más que el grito de terror de un escritor que, a través de ese ejercicio meditativo alucinógeno mántrico que puede ser la escritura, es capaz de sacarse la neblina de los ojos y ver durante un instante la verdad: la realidad es monstruosa. El libro, publicado en 1865, no es un texto para infantes, es la forma lúcida en que un niño ve el circo freak que se despliega frente a él en el borde de su pubertad, como quien despierta de pie al borde de un acantilado al que debe saltar. La extrema lucidez del niño que despierta de su sueño de infancia y ve a todos los emperadores desnudos del mundo, todas las atrocidades, todas las injusticias y los sinsentidos, todo el horror y el espanto al que después nos insensibilizamos para poder seguir funcionando, operando avecinados con el horror.
Leer “Alicia” como un descenso a los infiernos de la realidad, sólo para constatar que no hay salida, que el regreso no es la promesa del hogar como en ese otro viaje pesadillesco y lleno de connotaciones iniciáticas como es el “Mago de Oz”, de Frank Baum, sino la validación de una verdad demoledora: no hay otra escapatoria posible que no sea la ceguera, la aceptación de las normas, la civilización y el rito, es decir, la adultez. Frente al horror no hay otra escapatoria que la insensibilidad. Ese es el verdadero cáliz que hay que beber para transformarse en adulto y poder operar en medio del espanto. “Te estábamos esperando”, le dice el sombrerero loco a Alicia.
El libro es descarnado, no hay redención, no hay Beatriz ni Grial, sólo el viaje a través del absurdo horrendo que es el mundo fabricado por el monarca, el burócrata y el mandamás. Alicia es una espectadora, la sonda que sale a ver la realidad y que nos cuenta la desnudez de las cosas desprovistas de moral o mensaje reivindicador. No hay dios, no hay orden, no hay atisbo de cordura, sólo consensos sin sentido abrazados por la gente para no rodar por el caos.
CIERRA LOS OJOS
Anoche conversábamos con amigos en una mesa acerca de muchos temas. Bernardita Ojeda, la “Nycteris”, me dio cátedra acerca del libro de Carroll. Hablamos de lo bien que calzaba la Alicia de Disney en los años 50 norteamericanos, su propia Era Victoriana al amparo de la bomba atómica. También hablamos de otras cosas, hablamos de un libro que enseña cómo suicidarse dejando un cadáver bello, hablamos de una generación que está reemplazando los hijos por gatos, de la posibilidad de que el único periodismo posible sea el terrorismo noticioso apocalíptico on line, hablamos de niños que fabrican droga a partir de medicamentos de libre expendio, hablamos de una mujer que exhibía a su hijo deforme como un alien a cambio de monedas, de un tipo que fabricaba anfetaminas caseras diseñadas por los nazis, de la posibilidad de que Chile termine siendo declarado inhabitable por los constantes terremotos y que un país completo deba ser evacuado, de una historia acerca de alguien que fumaba muertos y de que la soya modificada genéticamente que se vendía en EEUU le producía pelos en las encías a roedores de prueba.
Hablamos de cosas que pasan. Como “Alicia en el país de las maravillas”, viaje que nos saca el velo de los ojos y muestra la vida como realmente es: un torbellino caótico en donde nos equilibramos apenas sobre un diminuto orden acordado, con los ojos cerrados para no volvernos locos.
TIM BURTON Y EL ESTRENO DE “ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS”
“El libro de Carroll sería igual de impactante si se publicara hoy”
Su reinterpretación del mundo creado por Lewis Carroll se ha convertido en uno de los éxitos más sólidos de la taquilla mundial y que llega retrasado por el terremoto a Chile. Aquí, Tim Burton admite que las complejidades de “Alicia en el país de las maravillas”, que integra animación con actores de carne y hueso y todo tipo de efectos especiales, convirtió el rodaje en uno de los más complicados de su carrera.
Por Gabriel Lerman / La Vanguardia
-¿En qué se inspiró para recrear este mundo?
-Usé muchísimas fuentes. Aunque no usamos los dibujos de la primera edición de “Alicia en el país de las maravillas” (obra de John Tenniel), hay algo en ellos que coincide completamente con lo que se cuenta en la historia. Nos inspiraron mucho, y también, los diálogos de Lewis Carroll, como el poema de Jabberocky, donde todo es ligeramente absurdo y abstracto, pero extrañamente bello y muy poético.
-¿Vio muchas versiones de Alicia antes de crear la suya?
-A ver, vi montones de versiones. Lo interesante es que fueron muy pocas las versiones cinematográficas de Alicia que tuvieron éxito, salvo la de Disney, que fue muy popular. Si fracasaron fue porque trataron de hacer una adaptación literal de los textos de Carroll, y los libros de Alicia son maravillosos, pero son libros. Las historias son muy absurdas y no tienen una estructura lineal.
-¿Por qué cree que esta historia no pasa de moda?
-Porque está muy presente en nuestra cultura popular. Estos personajes están ahí, en nuestro subconsciente, sin que sepamos cómo llegaron. Como en nuestro filme, que uno se pregunta: “¿He estado realmente allí? ¿Conozco a esa gente?”. Y te respondes: “Creo que sí, que los conozco, pero ¿cómo los conozco?”. Hay algo en este material que se conecta con cierto estado onírico, y parece que es algo que has visto en un sueño. Si Lewis Carroll hubiese escrito estos libros en la actualidad serían tan impactantes como lo fueron entonces. Provocaría la misma sensación de inestabilidad que produjo en su momento. Son personajes que funcionan como símbolos de algo muy profundo.
-Se dice que Carroll era adicto a las drogas.
-No puedo responder por él…
-¿Pero tuvo que ponerse en cierto estado mental para recrear este mundo?
-Es que yo siempre estoy en cierto estado mental muy particular, esté trabajando en el cine o no, lo cual puede ser muy bueno y puede ser muy malo. Lo cierto es que esta historia y muchos otros buenos ejemplos de literatura infantil funcionan muy bien capturando ciertos elementos muy extraños de la vida cotidiana que parecen muy fantásticos, pero que están profundamente conectados con la realidad.
Opinión: Literatura digital, del haiku al twitt
El límite de 140 caracteres de Twitter sirve para la escritura de un aforismo.
POR EDMUNDO PAZ SOLDÁN - 10/05/2010 - 09:04
El poeta mexicano Aurelio Asiain (@aasiain) ha escrito en twitter: "Sólo por prejuicio, también, consideramos alta literatura un haiku de Basho o una copla de Lorca y no tantos twitts que no lo son menos". Pienso en esto al leer los twitts de Cristina Rivera Garza (@criveragarza), una escritora que está señalando algunos de los caminos más interesantes para hacer literatura en Twitter.
Cristina usa twitts para desarrollar sus metacomentarios sobre la escritura en Twitter. Por un lado, los twits pueden servir para leer otros géneros: "Podría verse de esta manera: un artículo son tres o cuatro twitts rodeados de texto". También: "Un cuento es a veces un twitt dentro de contexto de otro tipo de muchas palabras". Así, Cristina pone en práctica algo que está en el principio de cualquier ecología mediática: un nuevo medio hace que los otros se desplacen, les cambia de posición. El cine nos ha permitido leer de otra manera al teatro, los emails nos permiten entender las cartas desde otra perspectiva.
Cristina acuña el concepto de "twittnovela", y dice: "La twittnovela es un TL escrito por personajes". Aquí, hay que entender TL como "timeline", lo que aparece de manera vertical en la pantalla y va cambiando a medida que se registran nuevos twitts de aquellos a quienes seguimos. Es decir, la twittnovela está escrita por varios autores de manera no intencional, pero habría siempre un responsable: el dueño del TL.
Cristina sugiere que en todo TL se puede encontrar un par de "secuencias narrativas escritas por 'personajes'". También: "Como en cualquier TL, en la twittnovela importa la manera en que un twitt se deja afectar/deformar por otro". La anécdota puede ser lineal en la narrativa tradicional, pero en la TL-novela, lo que importa es "la producción plural de una estructura". La TL-novela es una versión contemporánea y experimental de la novela entendida por Bajtin: polifonías y yuxtaposiciones que dan como resultado una serie de textos.
Una opción narrativa de Twitter, entonces, viene dada por el TL particular de cada usuario en Twitter. Pero también existen, y son más, los twitts emparentados con la poesía, en los que el límite de los 140 caracteres sirve para la escritura de un aforismo o un haiku. Cristina tiene varios: "Uno se entera de cada cosa en sueños"; "Nada acontece realmente en otro lugar"; "En otras palabras: todo es otras palabras".
Se puede leer al ítalo-argentino Antonio Porchia y al francés Edmond Jàbes como poetas del Twitter avant-la-lettre. Pienso en algunos aforismos de Porchia: "Un corazón grande se llena con poco"; "Las dificultades también pasan como pasa todo, sin dificultad". De la misma manera, Jàbes: "Una frase es pura cuando está sola"; "Las palabras solo expresan su propia soledad"; "El filósofo nace con la filosofía; el pensador, con el pensamiento; el poeta, con el mundo".
Si los aforismos de Porchia y Jàbes pueden leerse también como twitts, se podría generalizar y decir: todo el género literario del aforismo podría verse como una versión pre-tecnológica de los twitts. Sin embargo, hay diferencias. La más importante tiene que ver con el medio: los twitts se hallan intrínsecamente relacionados con el universo digital, con la red. Uno puede hacerle un retwitt a un twitt que le gusta, uno encuentra un twitt poético yuxtapuesto con otros que no tienen nada que ver con la poesía. El espacio de la escritura en Twitter es también una red de diálogo. Cristina Rivera Garza ha escrito: "En realidad la literatura no importa; importa escribir". Darle importancia a la escritura es uno de los caminos más eficaces para hacer alta literatura. Y eso es lo que hace esta escritora mexicana en Twitter.
El límite de 140 caracteres de Twitter sirve para la escritura de un aforismo.
POR EDMUNDO PAZ SOLDÁN - 10/05/2010 - 09:04
El poeta mexicano Aurelio Asiain (@aasiain) ha escrito en twitter: "Sólo por prejuicio, también, consideramos alta literatura un haiku de Basho o una copla de Lorca y no tantos twitts que no lo son menos". Pienso en esto al leer los twitts de Cristina Rivera Garza (@criveragarza), una escritora que está señalando algunos de los caminos más interesantes para hacer literatura en Twitter.
Cristina usa twitts para desarrollar sus metacomentarios sobre la escritura en Twitter. Por un lado, los twits pueden servir para leer otros géneros: "Podría verse de esta manera: un artículo son tres o cuatro twitts rodeados de texto". También: "Un cuento es a veces un twitt dentro de contexto de otro tipo de muchas palabras". Así, Cristina pone en práctica algo que está en el principio de cualquier ecología mediática: un nuevo medio hace que los otros se desplacen, les cambia de posición. El cine nos ha permitido leer de otra manera al teatro, los emails nos permiten entender las cartas desde otra perspectiva.
Cristina acuña el concepto de "twittnovela", y dice: "La twittnovela es un TL escrito por personajes". Aquí, hay que entender TL como "timeline", lo que aparece de manera vertical en la pantalla y va cambiando a medida que se registran nuevos twitts de aquellos a quienes seguimos. Es decir, la twittnovela está escrita por varios autores de manera no intencional, pero habría siempre un responsable: el dueño del TL.
Cristina sugiere que en todo TL se puede encontrar un par de "secuencias narrativas escritas por 'personajes'". También: "Como en cualquier TL, en la twittnovela importa la manera en que un twitt se deja afectar/deformar por otro". La anécdota puede ser lineal en la narrativa tradicional, pero en la TL-novela, lo que importa es "la producción plural de una estructura". La TL-novela es una versión contemporánea y experimental de la novela entendida por Bajtin: polifonías y yuxtaposiciones que dan como resultado una serie de textos.
Una opción narrativa de Twitter, entonces, viene dada por el TL particular de cada usuario en Twitter. Pero también existen, y son más, los twitts emparentados con la poesía, en los que el límite de los 140 caracteres sirve para la escritura de un aforismo o un haiku. Cristina tiene varios: "Uno se entera de cada cosa en sueños"; "Nada acontece realmente en otro lugar"; "En otras palabras: todo es otras palabras".
Se puede leer al ítalo-argentino Antonio Porchia y al francés Edmond Jàbes como poetas del Twitter avant-la-lettre. Pienso en algunos aforismos de Porchia: "Un corazón grande se llena con poco"; "Las dificultades también pasan como pasa todo, sin dificultad". De la misma manera, Jàbes: "Una frase es pura cuando está sola"; "Las palabras solo expresan su propia soledad"; "El filósofo nace con la filosofía; el pensador, con el pensamiento; el poeta, con el mundo".
Si los aforismos de Porchia y Jàbes pueden leerse también como twitts, se podría generalizar y decir: todo el género literario del aforismo podría verse como una versión pre-tecnológica de los twitts. Sin embargo, hay diferencias. La más importante tiene que ver con el medio: los twitts se hallan intrínsecamente relacionados con el universo digital, con la red. Uno puede hacerle un retwitt a un twitt que le gusta, uno encuentra un twitt poético yuxtapuesto con otros que no tienen nada que ver con la poesía. El espacio de la escritura en Twitter es también una red de diálogo. Cristina Rivera Garza ha escrito: "En realidad la literatura no importa; importa escribir". Darle importancia a la escritura es uno de los caminos más eficaces para hacer alta literatura. Y eso es lo que hace esta escritora mexicana en Twitter.
Académico italiano escribe tratado filosófico sobre "Lost"
"Filosofía pop" es lo que dice hacer Simone Regazzoni para sacar la reflexión de las aulas y llevarla al público común. "Lost, la filosofía" es su última apuesta y ya está en Chile.
Por Sebastián Cerda, Emol
SANTIAGO.- En la lista de los diez libros más vendidos en Chile, en el apartado "no ficción", hace ya un buen rato que entre ensayos, autoayuda y algo de política viene figurando un título definitivamente no tradicional.
"La filosofía de House" retuerce las tramas de que dan vida a la serie protagonizada por el doctor del mismo apellido, además de los distintos postulados que entre una aventura y otra enuncia el pragmático médico.
La figuración en el ránking no sólo da cuenta de la conocida y creciente popularidad que esa serie y el género mismo tienen en Chile, sino además de la inquietud por descifrar acabadamente los recovecos por los que los hábiles guionistas norteamericanos hacen circular las intrigantes historias.
Por esto, los fanáticos de "Lost" también pueden estar felices: Ya llegó a las librerías "Lost, la filosofía" (Grijalbo, $9.000), un libro subtitulado "Las claves de la serie" y que se orienta precisamente a ello: A desmenuzar los aspectos centrales de la producción, que ya lleva seis temporadas haciendo que sus seguidores se agarren la cabeza a dos manos desentrañando los misterios de la isla.
"Lost, la filosofía" fue escrito por el italiano Simone Regazzoni, un catedrático de la Universidad Católica de Milán que anteriormente ya había puesto sus conocimientos a disposición de la saga "Harry Potter" y también de "House".
La "rama" de la disciplina ha sido bautizada por el propio autor: "Filosofía pop". Bajo ese rótulo, Regazzoni se permite "hacer filosofía, de manera rigurosa, pero no académica, con y a través" de las series. De este modo, su análisis puede llegar al más amplio público, y no sólo a estudiosos.
El recorrido parte con los más evidentes reconocimientos —la isla de "Lost" como alegoría del mundo y diversos personajes bautizados con nombres tan filosóficos como Locke y Roussaeu— para luego adentrarse en un análisis que tiene como ejes los postulados de Derrida, Hume, Heidegger y Nietzsche, entre otros.
Las reflexiones pueden asomar sesudas, pero no dejan de ser abordables, por lo que este "juego" en que Regazzoni se embarca termina por cumplir con su doble función: Por un lado, teorizar hasta lo impensado en torno a "Lost", para transformarla en una serie de postulados, más que de simple intriga o suspenso; por otro, acercar la reflexión filosófica a un público que entre ver televisión y leer a Platón o a Sartre, tiene su opción más que definida.
"Filosofía pop" es lo que dice hacer Simone Regazzoni para sacar la reflexión de las aulas y llevarla al público común. "Lost, la filosofía" es su última apuesta y ya está en Chile.
Por Sebastián Cerda, Emol
SANTIAGO.- En la lista de los diez libros más vendidos en Chile, en el apartado "no ficción", hace ya un buen rato que entre ensayos, autoayuda y algo de política viene figurando un título definitivamente no tradicional.
"La filosofía de House" retuerce las tramas de que dan vida a la serie protagonizada por el doctor del mismo apellido, además de los distintos postulados que entre una aventura y otra enuncia el pragmático médico.
La figuración en el ránking no sólo da cuenta de la conocida y creciente popularidad que esa serie y el género mismo tienen en Chile, sino además de la inquietud por descifrar acabadamente los recovecos por los que los hábiles guionistas norteamericanos hacen circular las intrigantes historias.
Por esto, los fanáticos de "Lost" también pueden estar felices: Ya llegó a las librerías "Lost, la filosofía" (Grijalbo, $9.000), un libro subtitulado "Las claves de la serie" y que se orienta precisamente a ello: A desmenuzar los aspectos centrales de la producción, que ya lleva seis temporadas haciendo que sus seguidores se agarren la cabeza a dos manos desentrañando los misterios de la isla.
"Lost, la filosofía" fue escrito por el italiano Simone Regazzoni, un catedrático de la Universidad Católica de Milán que anteriormente ya había puesto sus conocimientos a disposición de la saga "Harry Potter" y también de "House".
La "rama" de la disciplina ha sido bautizada por el propio autor: "Filosofía pop". Bajo ese rótulo, Regazzoni se permite "hacer filosofía, de manera rigurosa, pero no académica, con y a través" de las series. De este modo, su análisis puede llegar al más amplio público, y no sólo a estudiosos.
El recorrido parte con los más evidentes reconocimientos —la isla de "Lost" como alegoría del mundo y diversos personajes bautizados con nombres tan filosóficos como Locke y Roussaeu— para luego adentrarse en un análisis que tiene como ejes los postulados de Derrida, Hume, Heidegger y Nietzsche, entre otros.
Las reflexiones pueden asomar sesudas, pero no dejan de ser abordables, por lo que este "juego" en que Regazzoni se embarca termina por cumplir con su doble función: Por un lado, teorizar hasta lo impensado en torno a "Lost", para transformarla en una serie de postulados, más que de simple intriga o suspenso; por otro, acercar la reflexión filosófica a un público que entre ver televisión y leer a Platón o a Sartre, tiene su opción más que definida.
Héctor Soto recomienda:
Cantando bajo la lluvia
La mejor película musical de todos los tiempos es también una reflexión sobre el cine. Rara vez la exaltación de la plenitud y la alegría de vivir sintonizó tanto en las coreografías de esta cinta con el rigor de la geometría euclidiana. Todo fue el producto de la colaboración entre Gene Kelly, actor y bailarín, y Stanley Donen, coreógrafo, y ambos compartieron el crédito de la dirección. Debbie Reynold alguna vez dijo que superar las desdichas de su infancia y filmar Cantando bajo la lluvia fueron sus dos más duras experiencias de su vida.
Súper Cool
Son tres adolescentes que tratan de liberarse, con ocasión del último día y de la última fiesta del colegio, del estigma de virginidad antes de partir a universidades que tal vez los separarán para siempre. Cruda, ordinaria, ingeniosa y entrañable, esta comedia dirigida por Greg Mottola y producida por Judd Apatow fue la gran revelación del 2007.
Rocky V
La quinta entrega de esta saga –también dirigida por John G Avildsen- no fue el taquillazo que estuvo llamado a ser en 1990. De regreso de Rusia, Rocky está arruinado, vuelve a sus orígenes modestos, adopta a un pupilo que le traiciona y tiene problemas con su hijo. Pero no hay imposible en la vida del personaje de Sylvester Stallone.
Iron man
Ahora que está en cartelera Iron Man 2 puede ser el momento de revisar la primera. Y convenir que mucho más interesante que la parafernalia tecnológica de la cinta es el cinismo del protagonista y de la ironía con que Robert Downey Jr. asume su rol.
El señor de la guerra
Película de Andrew Niccol estrenada el 2005. Tiene mucho de farsa y su propósito es desenmascarar el tráfico de armas. El protagonista es un sujeto que ha prosperado en el negocio y que ha de enfrentarse no sólo a la Interpol y a siniestros competidores sino también a un enemigo más complicado: su propia conciencia. Un tributo al efectismo.
El Hombre Araña
La convocatoria es a un programa doble porque después, a las 22 horas, va El hombre araña 2. Aparte de ser un buen cruce entre el cine y el comic, el aspecto más interesante de esta serie es que Sam Raimi, el director, trabajó los poderes del protagonista más como una fatalidad que como una bendición y más como una proyección de las seguridades e inseguridades de un joven todavía inmaduro que como el efecto de haber sido mordido por una araña bien especial.
Inteligencia artificial
Quiso dirigirla Stanley Kubrick, pero llegó a ser una de las películas más sombrías de Spielberg, un realizador habitualmente optimista. David es un niño-robot creado por un científico y adoptado por un matrimonio para compensar la eventual muerte de su hijo. Pero el chico no muere y el niño-robot termina siendo abandonado en un bosque. En principio es sólo un artefacto. Si bien hay pocos directores más sensibles al tema de la infancia sin cariño, la cinta se enreda más de la cuenta en sus efectos especiales y en sus pretensiones filosófico-tecnológicas. Pero, como casi todo el cine de Spielberg, funciona. Con Haley Joel Osment, Jude Law y William Hurt.
Noches púrpura
Fue su primera película americana del hongkonés Wong kar Wai y si bien tiene atmósfera y algo de look, la verdad es que falla por el lado de los personajes y de la trama. Tampoco las actuaciones –Jude Law, Natalie Portman, Norah Jones- son gran cosa.
King Kong
Este remake de Peter Jackson del clásico de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack puede tener más densidad en los decorados, más efectos desde luego y un erotismo quizás más explícito. Pero no alcanza ni el rigor ni la belleza trágica de la cinta original. Con Naomi Watts, Adrien Brody y Jack Black
Los dueños de la noche
Robert Duvall es un oficial de policía que tiene dos hijos. El menor salió como él quiso y también entró a la policía; el mayor se deslumbró con la noche, las mujeres y la plata fácil, hasta que un atentado a su hermano lo hace tomar conciencia del mundo al que se está metiendo. Gran película sobre la familia, dirigida por uno de los cineastas más acreditados del momento: John Gray (Los amantes).
Frost/Nixon
Richard Nixon era ya un cadáver político y un ciudadano arruinado cuando aceptó comparecer a una tanda de entrevistas con el británico David Frost, un periodista más vinculado al mundo de la farándula que al de la alta política. La cinta, basada en una obra de teatro de Peter Morgan y dirigida por Ron Howard, es la historia de dos tentativas: la de un mandatario por blanquearse ante la historia y la de un periodista por tomar definitivamente en serio su oficio. Buenísima caracterización de Frank Langella. Vale la pena.
Vivir al límite
Ambientada en Bagdad, esta realización intenta rescatar la experiencia cruda, amenazadora, confusa, crispada y desesperante de la guerra. La historia está centrada en tres personajes y en seis o siete operaciones de desactivación de bombas. Película un tanto bruta, su eje no está en la reflexión sino en el comportamiento y las sensaciones. Lo mejor, la observación paciente, obstinada, detallista, decidida y extrema a los datos más próximos de la realidad. Lo más discutible, la mistificación del oficio y la falta de contexto de la guerra.
Una historia violenta
¿Puede el mismo individuo que es un padre de familia ejemplar ser el energúmeno que en otro momento incurrió en las más despiadadas formas de la violencia? ¿Qué continuidad puede haber entre uno y otro personaje? David Cronenberg, cineasta interesante pero un tanto sobrevalorado, se planteó algunas de estas preguntas y, más que responderlas desde la perspectiva ética, creyó aclararlas desentrañando las lógicas de la conducta humana en distintos entornos y contextos. Con Viggo Mortenssen, Maria Bello y Ed Harris.
Sintonía de amor
Una joven periodista a punto de casarse parte a Seattle para ubicar al viudo que llamó al consultorio sentimental de una radio. Su caso le interesa y obviamente engancharé con él pronto, porque esta es una comedia romántica. Cuatro años después de Cuando Sally conoció a Harry, Nora Ephron, que había sido la guionista, quiso repetir el éxito de esta cinta. Lo consiguió sólo a medias. Una comedia simpática pero también melosa. Con Tom Hanks y Meg Ryan.
Ciudad de dios
Pobreza, violencia y efectismo al gusto de lo que la conciencia liberal europea quiere ver y quiere saber de América latina. El director Fernando Meirelles es generoso en la entrega de la mercadería. Cinta abiertamente sobrevalorada.
Cloverfield: Monstruo
Con un presupuesto relativamente bajo para el cine de desastre (30 millones de dólares) esta cinta de Matt Reeves tomó una opción radical. Alejándose del optimismo gringo, toda la cinta se filmó con el grano de una cámara digital que lleva uno de los personajes. La historia gira en torno a un grupo de jóvenes que se había juntado para una celebración y ahora intenta salvar el pellejo durante ataque a Manhattan de un monstruo al que nunca la cámara consigue mostrar totalmente. El resultado puede ser agotador visualmente, pero tiene su dignidad.
Cantando bajo la lluvia
La mejor película musical de todos los tiempos es también una reflexión sobre el cine. Rara vez la exaltación de la plenitud y la alegría de vivir sintonizó tanto en las coreografías de esta cinta con el rigor de la geometría euclidiana. Todo fue el producto de la colaboración entre Gene Kelly, actor y bailarín, y Stanley Donen, coreógrafo, y ambos compartieron el crédito de la dirección. Debbie Reynold alguna vez dijo que superar las desdichas de su infancia y filmar Cantando bajo la lluvia fueron sus dos más duras experiencias de su vida.
Súper Cool
Son tres adolescentes que tratan de liberarse, con ocasión del último día y de la última fiesta del colegio, del estigma de virginidad antes de partir a universidades que tal vez los separarán para siempre. Cruda, ordinaria, ingeniosa y entrañable, esta comedia dirigida por Greg Mottola y producida por Judd Apatow fue la gran revelación del 2007.
Rocky V
La quinta entrega de esta saga –también dirigida por John G Avildsen- no fue el taquillazo que estuvo llamado a ser en 1990. De regreso de Rusia, Rocky está arruinado, vuelve a sus orígenes modestos, adopta a un pupilo que le traiciona y tiene problemas con su hijo. Pero no hay imposible en la vida del personaje de Sylvester Stallone.
Iron man
Ahora que está en cartelera Iron Man 2 puede ser el momento de revisar la primera. Y convenir que mucho más interesante que la parafernalia tecnológica de la cinta es el cinismo del protagonista y de la ironía con que Robert Downey Jr. asume su rol.
El señor de la guerra
Película de Andrew Niccol estrenada el 2005. Tiene mucho de farsa y su propósito es desenmascarar el tráfico de armas. El protagonista es un sujeto que ha prosperado en el negocio y que ha de enfrentarse no sólo a la Interpol y a siniestros competidores sino también a un enemigo más complicado: su propia conciencia. Un tributo al efectismo.
El Hombre Araña
La convocatoria es a un programa doble porque después, a las 22 horas, va El hombre araña 2. Aparte de ser un buen cruce entre el cine y el comic, el aspecto más interesante de esta serie es que Sam Raimi, el director, trabajó los poderes del protagonista más como una fatalidad que como una bendición y más como una proyección de las seguridades e inseguridades de un joven todavía inmaduro que como el efecto de haber sido mordido por una araña bien especial.
Inteligencia artificial
Quiso dirigirla Stanley Kubrick, pero llegó a ser una de las películas más sombrías de Spielberg, un realizador habitualmente optimista. David es un niño-robot creado por un científico y adoptado por un matrimonio para compensar la eventual muerte de su hijo. Pero el chico no muere y el niño-robot termina siendo abandonado en un bosque. En principio es sólo un artefacto. Si bien hay pocos directores más sensibles al tema de la infancia sin cariño, la cinta se enreda más de la cuenta en sus efectos especiales y en sus pretensiones filosófico-tecnológicas. Pero, como casi todo el cine de Spielberg, funciona. Con Haley Joel Osment, Jude Law y William Hurt.
Noches púrpura
Fue su primera película americana del hongkonés Wong kar Wai y si bien tiene atmósfera y algo de look, la verdad es que falla por el lado de los personajes y de la trama. Tampoco las actuaciones –Jude Law, Natalie Portman, Norah Jones- son gran cosa.
King Kong
Este remake de Peter Jackson del clásico de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack puede tener más densidad en los decorados, más efectos desde luego y un erotismo quizás más explícito. Pero no alcanza ni el rigor ni la belleza trágica de la cinta original. Con Naomi Watts, Adrien Brody y Jack Black
Los dueños de la noche
Robert Duvall es un oficial de policía que tiene dos hijos. El menor salió como él quiso y también entró a la policía; el mayor se deslumbró con la noche, las mujeres y la plata fácil, hasta que un atentado a su hermano lo hace tomar conciencia del mundo al que se está metiendo. Gran película sobre la familia, dirigida por uno de los cineastas más acreditados del momento: John Gray (Los amantes).
Frost/Nixon
Richard Nixon era ya un cadáver político y un ciudadano arruinado cuando aceptó comparecer a una tanda de entrevistas con el británico David Frost, un periodista más vinculado al mundo de la farándula que al de la alta política. La cinta, basada en una obra de teatro de Peter Morgan y dirigida por Ron Howard, es la historia de dos tentativas: la de un mandatario por blanquearse ante la historia y la de un periodista por tomar definitivamente en serio su oficio. Buenísima caracterización de Frank Langella. Vale la pena.
Vivir al límite
Ambientada en Bagdad, esta realización intenta rescatar la experiencia cruda, amenazadora, confusa, crispada y desesperante de la guerra. La historia está centrada en tres personajes y en seis o siete operaciones de desactivación de bombas. Película un tanto bruta, su eje no está en la reflexión sino en el comportamiento y las sensaciones. Lo mejor, la observación paciente, obstinada, detallista, decidida y extrema a los datos más próximos de la realidad. Lo más discutible, la mistificación del oficio y la falta de contexto de la guerra.
Una historia violenta
¿Puede el mismo individuo que es un padre de familia ejemplar ser el energúmeno que en otro momento incurrió en las más despiadadas formas de la violencia? ¿Qué continuidad puede haber entre uno y otro personaje? David Cronenberg, cineasta interesante pero un tanto sobrevalorado, se planteó algunas de estas preguntas y, más que responderlas desde la perspectiva ética, creyó aclararlas desentrañando las lógicas de la conducta humana en distintos entornos y contextos. Con Viggo Mortenssen, Maria Bello y Ed Harris.
Sintonía de amor
Una joven periodista a punto de casarse parte a Seattle para ubicar al viudo que llamó al consultorio sentimental de una radio. Su caso le interesa y obviamente engancharé con él pronto, porque esta es una comedia romántica. Cuatro años después de Cuando Sally conoció a Harry, Nora Ephron, que había sido la guionista, quiso repetir el éxito de esta cinta. Lo consiguió sólo a medias. Una comedia simpática pero también melosa. Con Tom Hanks y Meg Ryan.
Ciudad de dios
Pobreza, violencia y efectismo al gusto de lo que la conciencia liberal europea quiere ver y quiere saber de América latina. El director Fernando Meirelles es generoso en la entrega de la mercadería. Cinta abiertamente sobrevalorada.
Cloverfield: Monstruo
Con un presupuesto relativamente bajo para el cine de desastre (30 millones de dólares) esta cinta de Matt Reeves tomó una opción radical. Alejándose del optimismo gringo, toda la cinta se filmó con el grano de una cámara digital que lleva uno de los personajes. La historia gira en torno a un grupo de jóvenes que se había juntado para una celebración y ahora intenta salvar el pellejo durante ataque a Manhattan de un monstruo al que nunca la cámara consigue mostrar totalmente. El resultado puede ser agotador visualmente, pero tiene su dignidad.
Lost
Luego de seis temporadas, la serie “Lost” llegó a su fin dejando mucho más preguntas que respuestas para sus seguidores.
La incertidumbre fue la forma y el fondo de la serie. “Aunque muchos pensamos que la serie se había perdido tanto como su famoso título, uno igual quiere saber el final de todo. Finalmente, su nacimiento y éxito no se puede entender sin el 11 de septiembre del 2001 y funciona como símbolo de la incertidumbre que nos gobierna hasta ahora. Muchas preguntas, ninguna respuesta, cultura pop y la realidad de los primeros años del siglo mezclados en una juguera”.
J.J Abrams unió su bagaje de cultura pop con el atentado a las torres gemelas. El mismo avión despedazándose una y otra vez y luego el caos, la soledad multicultural y no saber qué pasa realmente. En la serie y en la realidad todos buscamos respuestas, pero no las hay. Nunca las hubo. Jacob se los dice a los elegidos en el penúltimo capítulo: ‘Yo no los saqué de vidas felices, ustedes estaban solos y buscando algo que no podían encontrar’. Aunque parezca una excusa de su innecesario alargamiento, la serie finalmente unió a los espectadores a esa lógica. De una u otra forma, muchos sabíamos que la decepción llegaría al final. Con cualquier final”.
La incertidumbre fue la forma y el fondo de la serie. “Aunque muchos pensamos que la serie se había perdido tanto como su famoso título, uno igual quiere saber el final de todo. Finalmente, su nacimiento y éxito no se puede entender sin el 11 de septiembre del 2001 y funciona como símbolo de la incertidumbre que nos gobierna hasta ahora. Muchas preguntas, ninguna respuesta, cultura pop y la realidad de los primeros años del siglo mezclados en una juguera”.
J.J Abrams unió su bagaje de cultura pop con el atentado a las torres gemelas. El mismo avión despedazándose una y otra vez y luego el caos, la soledad multicultural y no saber qué pasa realmente. En la serie y en la realidad todos buscamos respuestas, pero no las hay. Nunca las hubo. Jacob se los dice a los elegidos en el penúltimo capítulo: ‘Yo no los saqué de vidas felices, ustedes estaban solos y buscando algo que no podían encontrar’. Aunque parezca una excusa de su innecesario alargamiento, la serie finalmente unió a los espectadores a esa lógica. De una u otra forma, muchos sabíamos que la decepción llegaría al final. Con cualquier final”.
Saturday, May 08, 2010
Remix Urbano,
De Federico Sánchez
Sábado 08 de Mayo de 2010
I love Mendoza!
Por circunstancias de la vida, terminé en Mendoza, Argentina durante este fin de semana, y la verdad es que la idea de visitar este lugar me pareció fantástica desde un principio, pues, de alguna manera, me crié aquí... Y justamente en la época en que ¡Argentina era alucinante!
Pero al llegar aquí, y hacer el city tour de rigor, me encontré con una ciudad ¡extraordinaria!
Vamos por partes...
1- El centro de la ciudad es un lujo, con veredas amplias y una arborización comparable a la de nuestra calle Lyon en Providencia, cosa que no es poco si consideramos las condiciones originarias de Mendoza: seco, seco, seco...
2- Las plazas del centro conforman un sistema de espacios públicos que cuenta con una plaza central, la "Independencia" y cuatro secundarias (España, Chile, Italia y San Martín) y que tiene por objeto, además de generar el encuentro urbano, el de albergar a los habitantes de la ciudad ¡en caso de sismo! Grandes árboles, piletas de agua en funcionamiento, y muuuuucha gente dispuesta a vivir junto a otros, a convivir... ¡Qué maravilla!
3- El parque San Martín, aunque un poco descuidado, es un gran parque que cuenta con todo lo necesario para "salir" de la ciudad, estando aún en ella, su laguna artificial, el club de remo, ¡un espectáculo digno de ser imitado!
4- El hotel (Hyatt Park Plaza) desde el que estoy escribiendo es buen caso para tomar como referencia cuando se trata de recuperar edificios patrimoniales y combinarlos con construcciones y programas contemporáneos... ¡Qué gusto!
5- Y para terminar, la peatonal Sarmiento, una especie de paseo Ahumada, pero plagado de cafecitos y restaurantes que se apoderan del espacio público, transformándolo en una gran plaza larga, ¡fantástica!
En fin, hasta aquí voy... y de verdad, me queda todo el sábado y domingo por delante para seguir gozando de los beneficios de una ciudad a la escala humana... Yo sé, las comparaciones son odiosas, pero, por qué no imitar algunas de las virtudes que nuestros vecinos tienen...
Por qué no apoderarnos del centro de nuestras ciudades, en vez de abandonarlos reemplazándolos por suburbios agringados.
¡Vamos Chile, que se puede!
Post data: no hay perros callejeros, tal vez todos se han hecho cargo del problema...
De Federico Sánchez
Sábado 08 de Mayo de 2010
I love Mendoza!
Por circunstancias de la vida, terminé en Mendoza, Argentina durante este fin de semana, y la verdad es que la idea de visitar este lugar me pareció fantástica desde un principio, pues, de alguna manera, me crié aquí... Y justamente en la época en que ¡Argentina era alucinante!
Pero al llegar aquí, y hacer el city tour de rigor, me encontré con una ciudad ¡extraordinaria!
Vamos por partes...
1- El centro de la ciudad es un lujo, con veredas amplias y una arborización comparable a la de nuestra calle Lyon en Providencia, cosa que no es poco si consideramos las condiciones originarias de Mendoza: seco, seco, seco...
2- Las plazas del centro conforman un sistema de espacios públicos que cuenta con una plaza central, la "Independencia" y cuatro secundarias (España, Chile, Italia y San Martín) y que tiene por objeto, además de generar el encuentro urbano, el de albergar a los habitantes de la ciudad ¡en caso de sismo! Grandes árboles, piletas de agua en funcionamiento, y muuuuucha gente dispuesta a vivir junto a otros, a convivir... ¡Qué maravilla!
3- El parque San Martín, aunque un poco descuidado, es un gran parque que cuenta con todo lo necesario para "salir" de la ciudad, estando aún en ella, su laguna artificial, el club de remo, ¡un espectáculo digno de ser imitado!
4- El hotel (Hyatt Park Plaza) desde el que estoy escribiendo es buen caso para tomar como referencia cuando se trata de recuperar edificios patrimoniales y combinarlos con construcciones y programas contemporáneos... ¡Qué gusto!
5- Y para terminar, la peatonal Sarmiento, una especie de paseo Ahumada, pero plagado de cafecitos y restaurantes que se apoderan del espacio público, transformándolo en una gran plaza larga, ¡fantástica!
En fin, hasta aquí voy... y de verdad, me queda todo el sábado y domingo por delante para seguir gozando de los beneficios de una ciudad a la escala humana... Yo sé, las comparaciones son odiosas, pero, por qué no imitar algunas de las virtudes que nuestros vecinos tienen...
Por qué no apoderarnos del centro de nuestras ciudades, en vez de abandonarlos reemplazándolos por suburbios agringados.
¡Vamos Chile, que se puede!
Post data: no hay perros callejeros, tal vez todos se han hecho cargo del problema...
Un hombre serio
Hay en Un hombre serio un ejercicio cabalístico, un movimiento continuo entre la bondad y la fatalidad.
No hay cineasta en la historia, de Luis Buñuel a Jiang Zhiang-ke, que no haya tenido que expresar el sentimiento de extrañeza ante el mundo a través del encuadre. Poco sirven para esto la narración o la dramaturgia: son la mirada desusada, la fijación visual, la duración y el ángulo del plano los que pueden hacerse cargo de eso que los franceses llaman détachement, la mezcla entre distancia y perplejidad frente a lo raro que puede ser el mundo.
Los hermanos Coen son especialistas en el encuadre extrañado. Posiblemente heredan esa sensibilidad de gente como Arthur Penn y Terrence Malick, y la han traspasado a cineastas como Wes Anderson y Sam Mendes, pero sigue siendo su marca de fábrica, y ello les asegura una presencia eminente en el cine norteamericano de estos días, aunque cosas como El amor cuesta caro estén bastante lejos de No es país para viejos. El desequilibrio es parte de la filmografía de los Coen, como suele serlo de cada una de sus películas.
En esta cinta, el "hombre serio" no es el protagonista, Lawrence Gopnik (Michael Stuhlbarg), sino su mejor amigo, Sy Ableman (Fred Melamed), que después de seducir a su mujer pretende conducir el divorcio ajeno de manera civilizada; Sy es la perfecta expresión de la chutzpah, convertida en una burla de la desgracia del otro. Aunque es difícil imaginar a un sujeto más serio que Gopnik, judío, profesor de física, esposo y padre preocupado, vecino apacible, la desgracia lo convierte en un inesperado pelele de las circunstancias.
Sólo que aquí las circunstancias pueden ser una remota maldición hebrea, una línea oscura de la Torá o la simple acumulación de estupideces que cualquiera enfrenta en una vida corriente. Hay en Un hombre serio un ejercicio cabalístico, un movimiento continuo entre la bondad y la fatalidad, entre la fe y la ciencia, entre la libertad y el determinismo, que empuja continuamente a pensar qué puede estar detrás de tantos infortunios en alguien que no los merece.
Un hombre serio no da respuesta a este misterio. Al contrario. Después de que parece que sus protagonistas comienzan a encontrar algún respiro, la película se cierra con la inminencia de nuevos desastres. Como una historia de fatalidad, es mucho más sombría que No es país para viejos o Quémese después de leerse. Y, dadas sus personalísimas pinceladas, quizás esté más cerca del corazón extrañado y pesimista de los Coen.
A serious man Ascanio Cavallo
Réplicas
Francisco Mouat
Los terremotos no avisan ni se pueden predecir. Llegan de súbito y sacuden furiosamente a la Tierra por unos pocos minutos y a veces, como ocurrió ahora, esos minutos parecen la eternidad o el fin del mundo. Después del sacudón, si el epicentro está cerca del mar o en el mismo fondo del mar, lo más seguro es que venga un tsunami y olas gigantescas arrasen lo que encuentren a su paso en la costa con una fuerza incontrarrestable. Los que son sismólogos profesionales suelen decir, después de cada terremoto, que los estaban esperando. No lo dicen para hacerse los interesantes, sino para simplemente explicitar que mientras nosotros vivimos en la inconciencia sísmica, ellos se concentran en estudiar las fallas del subsuelo profundo y saben que, en algún momento, de esas fallas emergerá un acomodo de piezas, una feroz liberación de energía que, si tarda demasiado en llegar, puede causar mucho daño.
Como tampoco se trata de profesionales que disfruten alarmando a la población, los sismólogos acostumbran a hacer su trabajo de manera más o menos discreta, están siempre monitoreando, a veces los entrevistan para que les contesten con algún rigor a los adivinos que presagian desastres cada año, y entre sus filas hay quienes insisten en que es preciso educar a la población para minimizar todo lo que se pueda el poder destructor de terremotos y tsunamis.
Uno se pregunta: esos cientos de ciudadanos que se aprestaban a celebrar la tradicional Noche Veneciana en la pequeña isla Orrego, frente a Constitución, en medio de pequeñas embarcaciones adornadas especialmente para esta fiesta, ¿cómo podrían haber pensado en las aprensiones de los sismólogos o en que Chile es un país de terremotos la madrugada del sábado 27 de febrero de 2010, antesala del gran festejo con que coronarían sus vacaciones en el balneario más emblemático de la Séptima Región? Esos ciudadanos, sin poder sospecharlo, estuvieron en el sitio incorrecto, demasiado cerca del epicentro, el día en que se consumó el segundo terremoto más feroz de la historia de Chile.
Somos efectivamente un país de terremotos, y supongo que no nos gusta pensar demasiado en ello porque no tenemos cómo modificar a la naturaleza. Ella nos muestra cada tanto, con sus espasmos salvajes, nuestra condición precaria, frágil. Y lo hace muchas veces en pocos días: primero agrietando la tierra, destruyendo nuestras construcciones, matando gente, desatando olas gigantescas, dejando a tanto ciudadano sin casa, huérfano, viudo, sin hijos; y luego, esa misma devastación que corta la luz y el agua y bloquea los caminos nos hace mostrar el lado más salvaje y oscuro del alma humana, esa condición de cucarachas que nos ocupa en situaciones límite, como escribía certeramente el otro día Héctor Soto.
Me demoro un poco en empezar a digerir lo que pasó, lo que está ocurriendo en este momento en el borde costero, en Pichilemu, Cahuil, Llico, Iloca, Duao, Cobquecura, Constitución, Pelluhue, Curanipe, Dichato, Cocholgüe; en algunas calles de Maipú, el barrio Matta, Santiago Poniente; en Curicó, Lolol, Chanco, Empedrado.
Hemos visto demasiadas cosas en la televisión, hemos escuchado la voz de la tragedia en la radio, hemos hecho marcas en el mapa de un país otra vez fracturado. Una señora vela a sus muertos en la mitad de una calle semidestruida, en Talca, junto a un grupo de deudos que toman té sentados en círculo en sillas de lona al lado de los escombros. Un hombre en el centro de Constitución agradece frente a un micrófono haber encontrado a su familia: muerta, pero real, no desaparecida en el fondo del mar o bajo la pesada estructura de un edificio nuevo en el centro de Concepción. Un camión cargado de ataúdes llega a uno de los sitios de la tragedia para apurar los entierros e impedir, hasta donde se pueda, que los habitantes del lugar sigan sintiendo el olor de la descomposición del cuerpo humano.
En mitad del caos, la imagen sugerente del Chupete Suazo celebrando en silencio los goles que anotó el sábado en el último partido del Zaragoza: la camiseta de su equipo levantada, y bajo ella otra camiseta blanca con la leyenda Fuerza Chile.
Cada uno de nosotros escribe su propio terremoto: hay cientos, miles de relatos que cobran fuerza, millones de réplicas que se escuchan a lo largo y ancho de un país en movimiento: Juan busca a Pedro, un hijo busca a su madre, un abuelo a su nieta, una familia a otra familia que ha desaparecido o de la que no ha podido saber nada. Yo busco a mi amigo Tito Matamala que vive solo en un piso alto de un edificio más o menos nuevo del centro de Concepción, en la misma calle donde la televisión acaba de mostrar caos y destrucción. Les tenemos terror a los edificios nuevos. Debiera ser al revés, ¿no? Es la ironía del progreso, de los especuladores, de aquellas empresas sin escrúpulos que prefieren disminuir costos y aumentar las ganancias haciendo el trabajo a medias. Concepción está aislado. No hay cómo comunicarse para saber de Tito. Mi hijo José me dice que en su facebook busque algún amigo o amiga de Tito y le escriba, a ver si tiene noticias. Lo hago. El sábado a última hora recibo un llamado: Tito está vivo, albergado en la casa de unos amigos en Chiguayante. Su departamento, en malas condiciones, aunque no habrá que demolerlo, creen. Sus pocas cosas, rotas. Sus libros, en el suelo. Su colección de plastimodelismo, que había ido creciendo desde que era un niño, totalmente destruida. Pero Tito está vivo, y asustado. El domingo a las dos de la tarde recibo un llamado suyo. Me emociona escuchar su voz. Lo abrazo telefónicamente. Tito Matamala, un duro, se pone a llorar. Sus lágrimas contienen, estoy seguro, el dolor de saberse parte de un pedazo de Chile que una vez más vivió en el límite. ¿O esto también lo olvidaremos?
Renacer toma su tiempo.
Tito Matamala: "Concepción es como La Noche de los Muertos Vivientes"
En un infierno dice estar viviendo el escritor Tito Matamala. El terremoto lo hizo dejar su departamento en el centro de Concepción. Presenció saqueos en los supermercados y la organización de los vecinos para defender sus casas. "Se perdió la cordura y la humanidad", dijo.
Estaba en mi departamento en un quinto piso viendo tele, por supuesto pilucho. Fue un solo remezón. Se apagó todo. No veía nada, sólo sentía que se caían todas mis repisas con mi preciosa colección de maquetas de autos y aviones. La perdí prácticamente toda. La valentía no es uno de mis fuertes, pero saqué valor y en medio del movimiento me puse unos pantalones, una camisa que encontré y salí con chalas pisando los aviones.
Mi departamento está en avenida Chacabuco, cerca de la Universidad de Concepción. Es vecino de un edificio recién construido que no resistió. Lo van a tener que demoler. El mío, de 17 pisos, aguantó. Adentro todo se fue al piso. Tengo una biblioteca inmensa en el suelo. Fueron 35 años juntando libros y armando maquetas. Ver ese desastre desató mi primer llanto. Mientras amanecía veíamos las explosiones del edificio de ciencias químicas de la universidad, que se quemó hasta las raíces. A las siete me di cuenta que no tenía nada que hacer ahí. Me armé de valor para entrar al edificio y ponerme zapatillas y una chaqueta. Después bajé a mi bodega al piso -3 para sacar la bicicleta. Tengo unos amigos muy queridos en Chiguayante y llegar donde ellos era la única posibilidad que tenía de sobrevivir.
El mayor acto de valentía que he tenido en la vida fue ir a Chiguayante en bicicleta con las réplicas en marcha. Recorrí 25 kilómetros a la orillas del río Bío-Bío en 55 minutos. El desastre era absoluto. Las casas de adobe en el suelo, el camino estaba muy fracturado, derrumbes en los cerros, el paso sobrenivel al llegar a Chiguayante estaba caído. Por suerte, mis amigos no se habían ido. Ahí me he quedado, porque a mi departamento no sé cuándo podré volver.
En la mañana del domingo salí a recorrer Chiguayante y vi los primeros atisbos del saqueo. Llegué tarde al pillaje. Estaban sacando de los negocios bolsas con papel higiénico y harina en quintales, todo lo demás ya se lo habían robado. "Puta, ya no queda ni una huevá", le escuché decir a un tipo. Afuera de un minimercado la gente estaba tomándose las últimas cervezas. Alguna vez voy a escribir una novela sobre esto. Las botellas de cerveza vacías en la calle es la imagen del Apocalipsis.
Al mediodía del domingo viajé a Concepción en auto a mi departamento. Me tocó ver en el Unimarc y en el Supermercado Diez cómo la gente se lo llevaba todo. Hay una imagen de un viejo que se llevaba un carro con cajas de Chivas Reagal y encima de todo, el extintor del supermercado. Hay un montón de gente que estuvo robando todo el día completo. No llegó ni un carabinero, ni un militar. El lunes al mediodía la gente seguía sacando de los supermercados con un relativo orden. Los carros del supermercado se veían a diez cuadras de Chiguayante. Es traumático. Después empezó el asunto de los incendios. Estoy en el infierno en este momento.
Me estoy quedando en un barrio de clase media, muy retirado. Creo que ahí estoy a salvo. Se organizaron los vecinos y no dejan entrar a nadie. Chiguayante tiene de todo. En el sector de Schaub hay casas de más de 100 millones de pesos. Luego hay una clase media. Después hay un sector que se llama Leonera y desde esa población viene la gente a robar, a asaltar, a agarrar lo que haya. Aunque no he visto más saqueos. En todo el sector de Chiguayante las calles están cerradas con barricadas por los vecinos, armados con todo lo que tienen: estoques, trinches. Es psicosis, por supuesto, pero es comprensible. Hay riesgo de que ocurra el saqueo.
Me acuerdo de La noche de los muertos vivientes, la película de George Romero en que los muertos reaparecen y empiezan a comerse a la gente. Estamos en La noche de los muertos vivientes en Concepción. Lo que está ocurriendo es que se perdió la cordura y la humanidad completamente. Esto de que los vecinos defiendan sus barrios en principio me parece bien, pero es una señal preocupante. No están funcionamiento bien las cosas. Las autoridad reaccionó tardísimo. Quedamos abandonados.
Ayer partimos a Curicó. No demoramos 10 horas porque el camino está cortado en muchas partes. Cuando veníamos nos encontramos con cuatro o cinco convoyes de militares. Espero ver más cuando vuelva a Concepción. Todavía tengo el recuerdo de que en la dictadura me daba miedo ver a los milicos en la calle y ahora es lo más tranquilizador del mundo. Algo pueden disuadir. Porque a la poblada no hay cómo detenerla. Ya perdió el miedo.
Mi amigo está comprando las últimas cosas en Curicó y nos volvemos en seguida. Nos aprovisionamos como para ir a la guerra. Porque allá no hay nada. Volvemos al infierno.
Alberto Fuguet: "En Chile ni la literatura ni la gente toma en serio los sismos"
Según el autor de Mala onda y Las películas de mi vida, nuestro país, a pesar de estar tan marcado por fenómenos sísmicos, cultiva una suerte de olvido sistemático y deliberado.
El sábado pasado Alberto Fuguet recibió el llamado de la periodista de la Radio Nacional canadiense con la que había quedado de conversar cuando ella estuviera en Chile.
El programa para el cual trabaja postula que la mejor manera de conocer los países es conociendo a sus escritores y por eso ella lo había contactado. El problema es que con el terremoto de la madrugada del sábado él olvidó de la cita. Ella, en cambio, no; al revés, como se había venido leyendo en el avión Las películas de mi vida, estaba muy impresionada tanto de la novela, que le parecía una notable introducción al país al que había llegado, como del eventual contacto de Fuguet con el zeitgeist (espíritu del tiempo) nacional.
"Exageraba, desde luego", dice Fuguet. "No es que yo esté marcado por el trauma de los terremotos. Hasta el del sábado pasado, jamás había vivido uno que realmente me impresionara. Mi lazo con los terremotos era más que nada cinematográfico. Pero, dicho eso, creo que desarrollé cierta sensibilidad al tema cuando me propuse escribir una novela sobre el crecimiento de un chico en dos países, en dos mundos distintos, California y Santiago. Teniendo ambas regiones un clima parecido, mediterráneo, me di cuenta sin embargo que eran realidades bien distintas en términos de conciencia sismológica. Yo cuando estudié de niño allá, siempre supe que Los Angeles era una ciudad vulnerable por la proximidad a la falla de San Andrés. Nos decían que lo éramos menos que San Francisco, (terremoto de 1906 en foto), pero igual lo teníamos muy presente. En cambio, cuando volví a Chile, me llamó la atención que no obstante ser un país muy sísmico, nadie hablara del tema y que la sismología como ciencia, como preocupación, rankeara muy bajo".
Esa percepción, unida a que el habla nacional está plagada de modismos y expresiones geológicas (donde se dice se vino todo abajo, donde la palabra réplica se usa con enorme libertad, donde cualquiera se refiere a las fisuras de tal o cual persona o cosa o dice "me quitaron el piso"), lo dejó intrigado y -como estaba buscando una metáfora que también le permitiera hablar de política- se dio cuenta que podía estar frente al proyecto una novela potente en sus manos.
"Es curioso que en Chile la palabra cataclismo esté más asociada a convulsiones políticas que a los terremotos. La política la hacen los hombres, los terremotos la naturaleza. También es curioso, según me dijo alguna vez un sismólogo, que la sismología esté entre las especializaciones menos requeridas de nuestro país. Me dijo que estaba al mismo nivel del sacerdocio. De hecho, en Chile la astronomía le gana a la sismología". En el libro de Fuguet se lee: "Sabemos mucho de las estrellas, pero no tenemos ni idea acerca del suelo que pisamos". El trabajó en su novela sobre todo en el nivel de los sobreentendidos de orden político y cultural. Quería desplegar la metáfora de un país al que le cuesta verbalizar sus realidades, porque prefiere olvidarlas. El protagonista de su novela es un sismólogo que se da cuenta que en ese mecanismo hay algo así como un impulso de supervivencia. "No tomamos muy en serio a la naturaleza -dice Fuguet-. La desafiamos construyendo en los mismos lugares donde sabemos que hay fallas geológicas comprobadas. La provocamos construyendo mal. La tomamos para la chunga cuando los periodistas de televisión envían despachos señalando que está saliendo vapor y agua por efecto de una falla geológica en las proximidades del Mercado Central, engañando a la gente sólo para decirles después que la emergencia se debe a la llegada de la Muñeca Gigante. No quiero ponerme grave, pero es como para pedir explicaciones".
"Un terremoto nunca llega solo" dice el epígrafe de su novela y la frase es nada menos de Charles Richter.
Semana muy benéfica para planes de renovación en cualquier ámbito. Se aclaran ciertas confusiones amorosas. Tienes más fuerza para sanar o salir de problemas, siente tus capacidades. Controle sus impulsos. Sus acciones pueden dañar a terceros. Actúe siempre de manera impecable y se sentirá bien consigo. El pasado ya no existe. Visualizar el resultado ayuda al éxito.
Apropósito
1. m. Breve pieza teatral de circunstancias:
asistí a la representación de un apropósito muy divertido.
♦ No confundir con la loc. adv. a propósito.
Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca.
Carl Gustav Jung
Hay en Un hombre serio un ejercicio cabalístico, un movimiento continuo entre la bondad y la fatalidad.
No hay cineasta en la historia, de Luis Buñuel a Jiang Zhiang-ke, que no haya tenido que expresar el sentimiento de extrañeza ante el mundo a través del encuadre. Poco sirven para esto la narración o la dramaturgia: son la mirada desusada, la fijación visual, la duración y el ángulo del plano los que pueden hacerse cargo de eso que los franceses llaman détachement, la mezcla entre distancia y perplejidad frente a lo raro que puede ser el mundo.
Los hermanos Coen son especialistas en el encuadre extrañado. Posiblemente heredan esa sensibilidad de gente como Arthur Penn y Terrence Malick, y la han traspasado a cineastas como Wes Anderson y Sam Mendes, pero sigue siendo su marca de fábrica, y ello les asegura una presencia eminente en el cine norteamericano de estos días, aunque cosas como El amor cuesta caro estén bastante lejos de No es país para viejos. El desequilibrio es parte de la filmografía de los Coen, como suele serlo de cada una de sus películas.
En esta cinta, el "hombre serio" no es el protagonista, Lawrence Gopnik (Michael Stuhlbarg), sino su mejor amigo, Sy Ableman (Fred Melamed), que después de seducir a su mujer pretende conducir el divorcio ajeno de manera civilizada; Sy es la perfecta expresión de la chutzpah, convertida en una burla de la desgracia del otro. Aunque es difícil imaginar a un sujeto más serio que Gopnik, judío, profesor de física, esposo y padre preocupado, vecino apacible, la desgracia lo convierte en un inesperado pelele de las circunstancias.
Sólo que aquí las circunstancias pueden ser una remota maldición hebrea, una línea oscura de la Torá o la simple acumulación de estupideces que cualquiera enfrenta en una vida corriente. Hay en Un hombre serio un ejercicio cabalístico, un movimiento continuo entre la bondad y la fatalidad, entre la fe y la ciencia, entre la libertad y el determinismo, que empuja continuamente a pensar qué puede estar detrás de tantos infortunios en alguien que no los merece.
Un hombre serio no da respuesta a este misterio. Al contrario. Después de que parece que sus protagonistas comienzan a encontrar algún respiro, la película se cierra con la inminencia de nuevos desastres. Como una historia de fatalidad, es mucho más sombría que No es país para viejos o Quémese después de leerse. Y, dadas sus personalísimas pinceladas, quizás esté más cerca del corazón extrañado y pesimista de los Coen.
A serious man Ascanio Cavallo
Réplicas
Francisco Mouat
Los terremotos no avisan ni se pueden predecir. Llegan de súbito y sacuden furiosamente a la Tierra por unos pocos minutos y a veces, como ocurrió ahora, esos minutos parecen la eternidad o el fin del mundo. Después del sacudón, si el epicentro está cerca del mar o en el mismo fondo del mar, lo más seguro es que venga un tsunami y olas gigantescas arrasen lo que encuentren a su paso en la costa con una fuerza incontrarrestable. Los que son sismólogos profesionales suelen decir, después de cada terremoto, que los estaban esperando. No lo dicen para hacerse los interesantes, sino para simplemente explicitar que mientras nosotros vivimos en la inconciencia sísmica, ellos se concentran en estudiar las fallas del subsuelo profundo y saben que, en algún momento, de esas fallas emergerá un acomodo de piezas, una feroz liberación de energía que, si tarda demasiado en llegar, puede causar mucho daño.
Como tampoco se trata de profesionales que disfruten alarmando a la población, los sismólogos acostumbran a hacer su trabajo de manera más o menos discreta, están siempre monitoreando, a veces los entrevistan para que les contesten con algún rigor a los adivinos que presagian desastres cada año, y entre sus filas hay quienes insisten en que es preciso educar a la población para minimizar todo lo que se pueda el poder destructor de terremotos y tsunamis.
Uno se pregunta: esos cientos de ciudadanos que se aprestaban a celebrar la tradicional Noche Veneciana en la pequeña isla Orrego, frente a Constitución, en medio de pequeñas embarcaciones adornadas especialmente para esta fiesta, ¿cómo podrían haber pensado en las aprensiones de los sismólogos o en que Chile es un país de terremotos la madrugada del sábado 27 de febrero de 2010, antesala del gran festejo con que coronarían sus vacaciones en el balneario más emblemático de la Séptima Región? Esos ciudadanos, sin poder sospecharlo, estuvieron en el sitio incorrecto, demasiado cerca del epicentro, el día en que se consumó el segundo terremoto más feroz de la historia de Chile.
Somos efectivamente un país de terremotos, y supongo que no nos gusta pensar demasiado en ello porque no tenemos cómo modificar a la naturaleza. Ella nos muestra cada tanto, con sus espasmos salvajes, nuestra condición precaria, frágil. Y lo hace muchas veces en pocos días: primero agrietando la tierra, destruyendo nuestras construcciones, matando gente, desatando olas gigantescas, dejando a tanto ciudadano sin casa, huérfano, viudo, sin hijos; y luego, esa misma devastación que corta la luz y el agua y bloquea los caminos nos hace mostrar el lado más salvaje y oscuro del alma humana, esa condición de cucarachas que nos ocupa en situaciones límite, como escribía certeramente el otro día Héctor Soto.
Me demoro un poco en empezar a digerir lo que pasó, lo que está ocurriendo en este momento en el borde costero, en Pichilemu, Cahuil, Llico, Iloca, Duao, Cobquecura, Constitución, Pelluhue, Curanipe, Dichato, Cocholgüe; en algunas calles de Maipú, el barrio Matta, Santiago Poniente; en Curicó, Lolol, Chanco, Empedrado.
Hemos visto demasiadas cosas en la televisión, hemos escuchado la voz de la tragedia en la radio, hemos hecho marcas en el mapa de un país otra vez fracturado. Una señora vela a sus muertos en la mitad de una calle semidestruida, en Talca, junto a un grupo de deudos que toman té sentados en círculo en sillas de lona al lado de los escombros. Un hombre en el centro de Constitución agradece frente a un micrófono haber encontrado a su familia: muerta, pero real, no desaparecida en el fondo del mar o bajo la pesada estructura de un edificio nuevo en el centro de Concepción. Un camión cargado de ataúdes llega a uno de los sitios de la tragedia para apurar los entierros e impedir, hasta donde se pueda, que los habitantes del lugar sigan sintiendo el olor de la descomposición del cuerpo humano.
En mitad del caos, la imagen sugerente del Chupete Suazo celebrando en silencio los goles que anotó el sábado en el último partido del Zaragoza: la camiseta de su equipo levantada, y bajo ella otra camiseta blanca con la leyenda Fuerza Chile.
Cada uno de nosotros escribe su propio terremoto: hay cientos, miles de relatos que cobran fuerza, millones de réplicas que se escuchan a lo largo y ancho de un país en movimiento: Juan busca a Pedro, un hijo busca a su madre, un abuelo a su nieta, una familia a otra familia que ha desaparecido o de la que no ha podido saber nada. Yo busco a mi amigo Tito Matamala que vive solo en un piso alto de un edificio más o menos nuevo del centro de Concepción, en la misma calle donde la televisión acaba de mostrar caos y destrucción. Les tenemos terror a los edificios nuevos. Debiera ser al revés, ¿no? Es la ironía del progreso, de los especuladores, de aquellas empresas sin escrúpulos que prefieren disminuir costos y aumentar las ganancias haciendo el trabajo a medias. Concepción está aislado. No hay cómo comunicarse para saber de Tito. Mi hijo José me dice que en su facebook busque algún amigo o amiga de Tito y le escriba, a ver si tiene noticias. Lo hago. El sábado a última hora recibo un llamado: Tito está vivo, albergado en la casa de unos amigos en Chiguayante. Su departamento, en malas condiciones, aunque no habrá que demolerlo, creen. Sus pocas cosas, rotas. Sus libros, en el suelo. Su colección de plastimodelismo, que había ido creciendo desde que era un niño, totalmente destruida. Pero Tito está vivo, y asustado. El domingo a las dos de la tarde recibo un llamado suyo. Me emociona escuchar su voz. Lo abrazo telefónicamente. Tito Matamala, un duro, se pone a llorar. Sus lágrimas contienen, estoy seguro, el dolor de saberse parte de un pedazo de Chile que una vez más vivió en el límite. ¿O esto también lo olvidaremos?
Renacer toma su tiempo.
Tito Matamala: "Concepción es como La Noche de los Muertos Vivientes"
En un infierno dice estar viviendo el escritor Tito Matamala. El terremoto lo hizo dejar su departamento en el centro de Concepción. Presenció saqueos en los supermercados y la organización de los vecinos para defender sus casas. "Se perdió la cordura y la humanidad", dijo.
Estaba en mi departamento en un quinto piso viendo tele, por supuesto pilucho. Fue un solo remezón. Se apagó todo. No veía nada, sólo sentía que se caían todas mis repisas con mi preciosa colección de maquetas de autos y aviones. La perdí prácticamente toda. La valentía no es uno de mis fuertes, pero saqué valor y en medio del movimiento me puse unos pantalones, una camisa que encontré y salí con chalas pisando los aviones.
Mi departamento está en avenida Chacabuco, cerca de la Universidad de Concepción. Es vecino de un edificio recién construido que no resistió. Lo van a tener que demoler. El mío, de 17 pisos, aguantó. Adentro todo se fue al piso. Tengo una biblioteca inmensa en el suelo. Fueron 35 años juntando libros y armando maquetas. Ver ese desastre desató mi primer llanto. Mientras amanecía veíamos las explosiones del edificio de ciencias químicas de la universidad, que se quemó hasta las raíces. A las siete me di cuenta que no tenía nada que hacer ahí. Me armé de valor para entrar al edificio y ponerme zapatillas y una chaqueta. Después bajé a mi bodega al piso -3 para sacar la bicicleta. Tengo unos amigos muy queridos en Chiguayante y llegar donde ellos era la única posibilidad que tenía de sobrevivir.
El mayor acto de valentía que he tenido en la vida fue ir a Chiguayante en bicicleta con las réplicas en marcha. Recorrí 25 kilómetros a la orillas del río Bío-Bío en 55 minutos. El desastre era absoluto. Las casas de adobe en el suelo, el camino estaba muy fracturado, derrumbes en los cerros, el paso sobrenivel al llegar a Chiguayante estaba caído. Por suerte, mis amigos no se habían ido. Ahí me he quedado, porque a mi departamento no sé cuándo podré volver.
En la mañana del domingo salí a recorrer Chiguayante y vi los primeros atisbos del saqueo. Llegué tarde al pillaje. Estaban sacando de los negocios bolsas con papel higiénico y harina en quintales, todo lo demás ya se lo habían robado. "Puta, ya no queda ni una huevá", le escuché decir a un tipo. Afuera de un minimercado la gente estaba tomándose las últimas cervezas. Alguna vez voy a escribir una novela sobre esto. Las botellas de cerveza vacías en la calle es la imagen del Apocalipsis.
Al mediodía del domingo viajé a Concepción en auto a mi departamento. Me tocó ver en el Unimarc y en el Supermercado Diez cómo la gente se lo llevaba todo. Hay una imagen de un viejo que se llevaba un carro con cajas de Chivas Reagal y encima de todo, el extintor del supermercado. Hay un montón de gente que estuvo robando todo el día completo. No llegó ni un carabinero, ni un militar. El lunes al mediodía la gente seguía sacando de los supermercados con un relativo orden. Los carros del supermercado se veían a diez cuadras de Chiguayante. Es traumático. Después empezó el asunto de los incendios. Estoy en el infierno en este momento.
Me estoy quedando en un barrio de clase media, muy retirado. Creo que ahí estoy a salvo. Se organizaron los vecinos y no dejan entrar a nadie. Chiguayante tiene de todo. En el sector de Schaub hay casas de más de 100 millones de pesos. Luego hay una clase media. Después hay un sector que se llama Leonera y desde esa población viene la gente a robar, a asaltar, a agarrar lo que haya. Aunque no he visto más saqueos. En todo el sector de Chiguayante las calles están cerradas con barricadas por los vecinos, armados con todo lo que tienen: estoques, trinches. Es psicosis, por supuesto, pero es comprensible. Hay riesgo de que ocurra el saqueo.
Me acuerdo de La noche de los muertos vivientes, la película de George Romero en que los muertos reaparecen y empiezan a comerse a la gente. Estamos en La noche de los muertos vivientes en Concepción. Lo que está ocurriendo es que se perdió la cordura y la humanidad completamente. Esto de que los vecinos defiendan sus barrios en principio me parece bien, pero es una señal preocupante. No están funcionamiento bien las cosas. Las autoridad reaccionó tardísimo. Quedamos abandonados.
Ayer partimos a Curicó. No demoramos 10 horas porque el camino está cortado en muchas partes. Cuando veníamos nos encontramos con cuatro o cinco convoyes de militares. Espero ver más cuando vuelva a Concepción. Todavía tengo el recuerdo de que en la dictadura me daba miedo ver a los milicos en la calle y ahora es lo más tranquilizador del mundo. Algo pueden disuadir. Porque a la poblada no hay cómo detenerla. Ya perdió el miedo.
Mi amigo está comprando las últimas cosas en Curicó y nos volvemos en seguida. Nos aprovisionamos como para ir a la guerra. Porque allá no hay nada. Volvemos al infierno.
Alberto Fuguet: "En Chile ni la literatura ni la gente toma en serio los sismos"
Según el autor de Mala onda y Las películas de mi vida, nuestro país, a pesar de estar tan marcado por fenómenos sísmicos, cultiva una suerte de olvido sistemático y deliberado.
El sábado pasado Alberto Fuguet recibió el llamado de la periodista de la Radio Nacional canadiense con la que había quedado de conversar cuando ella estuviera en Chile.
El programa para el cual trabaja postula que la mejor manera de conocer los países es conociendo a sus escritores y por eso ella lo había contactado. El problema es que con el terremoto de la madrugada del sábado él olvidó de la cita. Ella, en cambio, no; al revés, como se había venido leyendo en el avión Las películas de mi vida, estaba muy impresionada tanto de la novela, que le parecía una notable introducción al país al que había llegado, como del eventual contacto de Fuguet con el zeitgeist (espíritu del tiempo) nacional.
"Exageraba, desde luego", dice Fuguet. "No es que yo esté marcado por el trauma de los terremotos. Hasta el del sábado pasado, jamás había vivido uno que realmente me impresionara. Mi lazo con los terremotos era más que nada cinematográfico. Pero, dicho eso, creo que desarrollé cierta sensibilidad al tema cuando me propuse escribir una novela sobre el crecimiento de un chico en dos países, en dos mundos distintos, California y Santiago. Teniendo ambas regiones un clima parecido, mediterráneo, me di cuenta sin embargo que eran realidades bien distintas en términos de conciencia sismológica. Yo cuando estudié de niño allá, siempre supe que Los Angeles era una ciudad vulnerable por la proximidad a la falla de San Andrés. Nos decían que lo éramos menos que San Francisco, (terremoto de 1906 en foto), pero igual lo teníamos muy presente. En cambio, cuando volví a Chile, me llamó la atención que no obstante ser un país muy sísmico, nadie hablara del tema y que la sismología como ciencia, como preocupación, rankeara muy bajo".
Esa percepción, unida a que el habla nacional está plagada de modismos y expresiones geológicas (donde se dice se vino todo abajo, donde la palabra réplica se usa con enorme libertad, donde cualquiera se refiere a las fisuras de tal o cual persona o cosa o dice "me quitaron el piso"), lo dejó intrigado y -como estaba buscando una metáfora que también le permitiera hablar de política- se dio cuenta que podía estar frente al proyecto una novela potente en sus manos.
"Es curioso que en Chile la palabra cataclismo esté más asociada a convulsiones políticas que a los terremotos. La política la hacen los hombres, los terremotos la naturaleza. También es curioso, según me dijo alguna vez un sismólogo, que la sismología esté entre las especializaciones menos requeridas de nuestro país. Me dijo que estaba al mismo nivel del sacerdocio. De hecho, en Chile la astronomía le gana a la sismología". En el libro de Fuguet se lee: "Sabemos mucho de las estrellas, pero no tenemos ni idea acerca del suelo que pisamos". El trabajó en su novela sobre todo en el nivel de los sobreentendidos de orden político y cultural. Quería desplegar la metáfora de un país al que le cuesta verbalizar sus realidades, porque prefiere olvidarlas. El protagonista de su novela es un sismólogo que se da cuenta que en ese mecanismo hay algo así como un impulso de supervivencia. "No tomamos muy en serio a la naturaleza -dice Fuguet-. La desafiamos construyendo en los mismos lugares donde sabemos que hay fallas geológicas comprobadas. La provocamos construyendo mal. La tomamos para la chunga cuando los periodistas de televisión envían despachos señalando que está saliendo vapor y agua por efecto de una falla geológica en las proximidades del Mercado Central, engañando a la gente sólo para decirles después que la emergencia se debe a la llegada de la Muñeca Gigante. No quiero ponerme grave, pero es como para pedir explicaciones".
"Un terremoto nunca llega solo" dice el epígrafe de su novela y la frase es nada menos de Charles Richter.
Semana muy benéfica para planes de renovación en cualquier ámbito. Se aclaran ciertas confusiones amorosas. Tienes más fuerza para sanar o salir de problemas, siente tus capacidades. Controle sus impulsos. Sus acciones pueden dañar a terceros. Actúe siempre de manera impecable y se sentirá bien consigo. El pasado ya no existe. Visualizar el resultado ayuda al éxito.
Apropósito
1. m. Breve pieza teatral de circunstancias:
asistí a la representación de un apropósito muy divertido.
♦ No confundir con la loc. adv. a propósito.
Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca.
Carl Gustav Jung
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