Saturday, June 19, 2010

El camino

Por Ascanio Cavallo

La voluntad alegórica de esta película es tan manifiesta como su relación con el Antiguo Testamento.


Antes de que hayan pasado dos minutos de esta película, un cataclismo devasta la Tierra. Años después, un hombre (Viggo Mortensen) marcha con su hijo (Kodi Smit-McPhee) por un planeta moribundo, un paisaje en el que ya no hay animales, ni plantaciones, ni praderas: sólo unos bosques secos cuyos árboles se desploman con cada nuevo terremoto. No hay tampoco civilización: sólo ruinas, ciudades vacías, carreteras muertas.
El hombre ha perdido a su esposa (Charlize Theron) mucho antes de esto, cuando la furia de la naturaleza ya había convertido a los hombres en lo que suelen ser cuando regresan al estado básico: depredadores. Las ciudades y los caminos estuvieron por mucho tiempo poblados por asaltantes, violadores, asesinos y, como figuras del miedo más temido, caníbales expertos. Ahora, cuando el padre y el hijo marchan hacia el sur buscando el océano, ya queda poco de todo, incluso de caníbales.
La obsesión del padre es preparar al niño "para el día en que yo ya no esté". La obsesión del niño es estar siempre "del lado de los buenos". Para el padre, este niño es su corazón y es la continuidad de la especie, pero es todavía algo más que eso. "Si él no es la palabra de Dios, entonces Dios no ha hablado nunca".
Este hombre vive un drama repetido en todos los tiempos, desde Abraham en adelante, y cuando por desesperación debe apuntar a la frente del niño con la última bala, es difícil no ver la imagen del patriarca preparando su sacrificio final antes de dejar a Dios o dejarse a sí mismo.
La voluntad alegórica de esta película es tan manifiesta como su relación con el Antiguo Testamento. Situaciones, personajes y paisajes lindan con la abstracción, y al mismo tiempo remiten a algunas de las más crueles imágenes bíblicas, como esa cita del delirante profeta Jeremías, informado por Yahvé: "Contempla el valle de la matanza".
En cuanto estilo, está más cerca de la austera película rusa El regreso que de la barroca Hijos de los hombres, con la que tendría más cercanía temática, y hasta se podría creer que la cinta de Andrei Zvyagintsev inspiró las ideas del cineasta australiano John Hillcoat. Pero lo que está detrás es una novela de Cormac McCarthy, a la que algunos consideran como la continuación de Sin lugar para los débiles: la materialización del enigmático sueño final del sheriff, que regresa a ver a su padre en una noche terminal.
En el centro está la convicción de que el camino no es el medio, sino el fin. El padre quiere avanzar siempre, porque esa es la forma de vivir. El camino es la manera de crecer y la de terminar: la línea que ahora reúne y luego separará al padre del hijo. Es una idea triste, como la mayor parte de esta película sombría, que no ofrece más que unos 11 minutos de esperanza en casi dos horas de metraje. En esos minutos está, como siempre, lo mejor de una obra que puede agobiar o abrumar, pero que nunca deja de interesar.
The road