Wednesday, July 02, 2008

La última de Kar-Wai por Pauls

My blueberry nights, de Wong Kar-wai

POR EL GRAN ALAN PAULS EN "LA GUÍA DE...". UNA SECCIÓN IMPERDIBLE DE REVISTA QUÉ PASA EN LA CUAL PARTICIPAN ADEMÁS RODRIGO FRESÁN Y PABLO ILLANES

Con su esteticismo sin freno, su escualidez narrativa, su sentimentalismo y su narcótica musicalidad, 2046 parecía trazar un límite en el cine de Wong Kar-wai. ¿Cuánto más allá podía ir el autor de Happy together en el afán de ahondar su propia herida, versión romántica de la que había abierto Alain Resnais con Hiroshima mon amour y Hace un año en Marienbad? A juzgar por My blueberry nights -primera película que Wong rueda en inglés-, no mucho más lejos que los Estados Unidos. Ese malentendido -creer que "más allá" designa un nuevo destino geográfico, no una dimensión estética o conceptual- explica todo lo que malogra esta mezcla de road movie y de fábula de amor-en-suspenso protagonizada por Jude Law (el entrepreneur gastronómico menos verosímil de la historia) y Norah Jones (la no actriz menos dotada para actuar que el cine contemporáneo nos haya deparado desde la Cicciolina). Como Wenders en los '80, Wong cruza los muchos mares que lo separaban de USA y sucumbe a la misma iconografía edwardhopperiana que cautiva cineastas forasteros desde hace décadas. De Manhattan a California y de Memphis al desierto de Nevada, My blueberry nights repite un itinerario emblemático que ya no es espacial sino cien por ciento cultural, y hace falta algo más que la visión nocturna, los colores saturados, los planos movidos y el slow motion con que Wong lo filma para liberarlo de la estereotipada pesadez con la que carga. Ironías de la industria del cine: el déjà-vu, esa gran fuerza que movía el mundo estético y sentimental del cine de Wong, se vuelve ahora contra él, convertido en una lógica cultural, y lo aplasta, reduciéndolo a una lámina gastada en la que brillan retazos de otras películas contemporáneas no del todo logradas. Vimos 2046 y nos descubrimos diciendo que mucho ya lo habíamos visto en Con ánimo de amar. No hay gran artista que no produzca ese efecto de ensimismamiento. Vemos My blueberry nights y nos descubrimos diciendo, más bien mascullando, que mucho ya lo hemos visto en los desastres más tristes de Wenders, en el elogio de la castidad de Lost in translation, en Jarmusch, en el neopintoresquismo simpático de Auster-Wang. Es lo contrario del ensimismamiento: es la "globalización". Odio tener que decirlo, pero mientras sigamos sufriendo esta desoladora clase de bajas habrá que seguir diciéndolo: cineastas del mundo, cuidado con el inglés, cuidado con el paisaje americano, cuidado con Hopper.

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