Monday, June 16, 2008

Sin destino

Budapest, 1945. Un hombre le pregunta a un joven: "¿Qué sientes ahora, que todo pasó, que vuelves a casa?". El joven responde: "Odio". Ningún gesto, ningún énfasis. El hombre se desconcierta. El joven se ve seguro en lo que dice: es judío, viene de los campos de concentración, y percibe que la conmiseración de sus compatriotas húngaros y la de sus congéneres de raza no es sino un reprocesamiento de su indolencia o de su cobardía.

Odio: destilado, abstracto, impersonal, contra la condición humana, contra los victimarios, sí, pero también contra las víctimas que se permitieron la situación de tales. Odio contra la debilidad, contra la entrega, también contra la fortaleza del cuerpo. Odio sin rostro, objetivo, perfecto: de los que sobrevivieron en vez de los que murieron.

La frialdad de este odio, su distancia, su racionalidad es la principal y más inquietante virtud de la novela de Imre Kertész, publicada en 1975, 18 años antes de que el gran escritor húngaro fuese reconocido con el Nobel de Literatura. Sin destino, la película, quiere ser fiel a esa frialdad, bajo la batuta de Lajos Koltai, que antes de debutar en la dirección a los 59 años, fue el fotógrafo favorito de algunos de los mejores cineastas húngaros (en especial, Márta Mészáros e István Szabó).

Koltai respeta el tono extrañado y cruel del texto de Kertész, que narra en primera persona la historia del adolescente György Köves (Marcell Nagy) desde el día en que su padre es citado por la policía nazi para ir a un campo de trabajos forzados. Mientras su familia y amigos judíos se empeñan en creer que las humillaciones son pasajeras, György se ve bruscamente enviado al campo de exterminio de Auschwitz, en Polonia, y luego al de Buchenwald, en Alemania, y más tarde al de Zeitz.

En poco más de un año, György presencia todo el repertorio de la degradación humana, desde los judíos acomodados que quieren arreglarse colaborando, hasta los viejos que se humillan por un mendrugo. Casi no hay nazis a la vista: sólo prisioneros, traidores y esbirros, hundiéndose todos en un blanco y negro cada vez más gélido, que únicamente se recupera con un color deslavado, casi enfermizo, en las últimas secuencias.

A Sin destino le interesa menos la perversidad de los ejecutores que la disolución de sus víctimas. Su singular lucidez deriva de un esfuerzo salvaje de contención, donde el dolor empieza a limitar con la culpa. Después de "morir una vez", cruzando el centro de su Budapest devastado, György concibe la frase más desoladora de esta gran película: "No hay nada tan inimaginable como para no sobrevivir".

Sorstalanság

DIRECCIÓN: Lajos Koltai.

CON: Marcell Nagy, Áron Dimény, Dani Szabó, Daniel Craig.

DURACIÓN: 134 minutos.

ASCANIO CAVALLO

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