Monday, June 30, 2008

Héroes

FRANCISCO MOUAT

Hace algunas semanas se perdió el rastro de una avioneta que había salido de Puerto Montt piloteada por Nelson Bahamondes, y rápidamente se pensó lo peor: que la aeronave se había venido guarda abajo y que sus ocupantes estaban malheridos o muertos en un lugar remoto y de difícil acceso.

Empezaron a pasar los días, y los familiares, amigos y conocidos de los diez desaparecidos fueron perdiendo rápidamente la esperanza de que se los encontrara vivos. Pero la vida te da sorpresas cuando menos las esperas, y en un mediodía de comienzos de junio fue localizada la avioneta por helicópteros de búsqueda cerca del pueblo de La Junta: salvo uno de los tripulantes, el piloto Bahamondes, que murió desangrado un par de días después de estrellarse contra un cerro, todos los demás lograron sobrevivir tras completar cinco días de horror, hambre y frío.

Los primeros relatos de los sobrevivientes pusieron énfasis en la figura de Bahamondes: lo llamaron "héroe", y remarcaron que en todo momento, mientras se mantuvo con vida, dio instrucciones justas y precisas para asegurarles la sobrevivencia a los demás. El mencionado heroísmo de Bahamondes ayudó en parte a consolar a sus más íntimos, y puso en vitrina un valor, un concepto, una idea que no es moneda corriente en nuestros días.

¿Es que ya casi no hay héroes de carne y hueso? ¿Dejó el heroísmo de ser una virtud que te otorga prestigio y reconocimiento? ¿O se trata ahora de una auténtica pelotudez a la cual mejor evadir para no hacernos problemas?

Recordé un texto magnífico del escritor Carlos León a propósito de héroes y heroísmos, y volví a leerlo: "Me atrevería a decir que en cada ser humano hay un héroe. Y, desde luego, todos los héroes están condenados. Pienso que lo más heroico de todo ser humano es la muerte, sometidos, como estamos todos, a esta suprema e inolvidable aventura".

Releer a León me puso en contacto directo con mis propios héroes, que no tienen que llegar al extremo de salvar literalmente mi vida para entrar en esta categoría. Aunque quizá lo que han hecho ha sido justamente eso: salvarme. Los reconozco en ciertos profesores que tuve en el colegio y la universidad, y ahora que estoy un poco más viejo, en aquellos sabios que me ayudan a vivir mejor, a sobrellevar las sacudidas y temblores de la vida diaria.

Entre mis héroes, hay artistas y escritores a cuyas obras echo mano para combatir la soledad. Agradezco que existan sus libros, sus películas, su música, sus fotografías, y que yo esté en condición de digerirlas y metabolizarlas.

Una vez leí un ensayo de Borges sobre Pedro Henríquez Ureña, viejo profesor humanista de letras, mexicano de nacimiento, que marcó a una importante generación de escritores argentinos; entre ellos al propio Borges y a Ernesto Sábato. Escribe Borges en Textos recobrados: "Maestro no es el que enseña cosas o el que se aplica a la tarea de enseñar cosas, porque una enciclopedia, en tal caso, sería mejor maestro que un hombre. Maestro es quien enseña una manera de tratar con las cosas; cada maestro es nada menos que un estado vital, una manera de enfrentarse con el incesante universo".

Sábato también recuerda a Pedro Henríquez Ureña, lo evoca en el Instituto de Filología de Buenos Aires cargando un maletín repleto de trabajos corregidos de alumnos. "¿Por qué pierde tiempo en eso?", le preguntó Sábato un día. "Porque entre ellos puede haber un futuro escritor", le contestó Henríquez Ureña.

Nuestros hijos, a menudo, pueden hacernos sentir como héroes, cuando nos damos cuenta de que por ellos regalaríamos nuestra vida. Así combatimos la pequeñez, nuestra pequeñez; nuestra incesante, infinita, inevitable pequeñez, que es también parte de esa encantadora fragilidad con la que convivimos día a día.

Blog Archive