Monday, June 30, 2008

Diario de lectura

Diario de lectura Roberto Merino
Un poema no escrito



En ciertas ocasiones, más que nada en momentos de cansancio, se me aparece una imagen extraña: un libro abierto en cuyas páginas se puede vislumbrar un poema de mediana extensión. Si en ese instante estoy conversando con alguien, basta con que desvíe la mirada en un grado imperceptible para seguir atendiendo a la visión sin perturbar al interlocutor.

El texto está impreso con tipos grandes y marcados, y las estrofas se distribuyen serenamente entre series de espacios en blanco.

Cuando trato de ajustar mentalmente el foco sobre las letras, la imagen total desaparece. Es decir, nunca he alcanzado a leer efectivamente el poema ni he podido descifrar una sola de sus palabras. Me quedo siempre con la sensación de estar a punto de descubrir algo. Entiendo que estoy ante un poema ideal, en el cual las palabras intersectan unas con otras y parecen progresar con cierta pesadez aérea. Recuerdan esas bolas imantadas de laboratorio que se desplazan flotando cerca del suelo, sin elevarse del todo ni ceder a la gravedad. A veces también se difuminan o se confunden de un modo líquido, como los colores de una acuarela.

Un psiquiatra diría que se trata de mi inconsciente que se ha adelantado en el trabajo y que me muestra lo que un día debería realmente escribir. Es decir, al margen de la transpersonalidad de Jung, sería yo mismo desdoblado. El sujeto oculto, libre, creativo y veloz es incapaz de concretar su producción en algún registro; necesita, por tanto, de la ayuda del pelmazo exterior, ese que no se da cuenta de la realidad por más que la tenga ante los ojos, pero que está facultado para teclear un computador o administrar un lápiz.

Como sea, del poema enigmático he llegado a configurar algunas pistas. En él habría imágenes lacustres, riberas, arenales. También edificaciones industriales en mitad del campo llano, vistas de noche al paso y a la distancia. Luces rojas intermitentes de antenas, calles nocturnas vistas desde lo alto, murallas de concreto de azotea del centro erosionadas por la humedad de las cañerías.

Puedo describir esas escenas pero, por cierto, no con las palabras adecuadas. La retórica de estas especulaciones no corresponde a la de la poesía. Es posible, en todo caso, que el fenómeno sea efectivo: que por períodos uno escriba sin necesidad de poner signos sobre una superficie. Y, lo que resulta un poco inquietante: que exista esa actividad permanente tan buscada por la psicología, una reflexividad inescrutable que ni siquiera responde a la dinámica del pensamiento.

Blog Archive