GOMORRA
ASCANIO CAVALLO
Esta película se inicia con una escena de asesinatos que no está directamente conectada con el relato posterior. Es, por decirlo así, una escena de aclimatación, una advertencia acerca del lugar al que estamos entrando. Ese lugar es Nápoles, la base de operaciones de la Camorra, principal y más violenta hermandad mafiosa de Italia, y, dentro de ella, el barrio periférico de Scampìa, donde viven los jefes menores, los sicarios y los "secesionistas", los audaces que quieren desafiar el control del negocio al capo de turno.
En Scampìa hay una urbanización laberíntica –Le Vele-, edificios ya revenidos que se conectan por largos pasillos de concreto, como la sede de una burocracia enmarañada, emergida de la imaginación de Kafka.
Gomorra es eso: la extensión de la Camorra más allá de la droga y el crimen tradicional. Es lo que quiso retratar, con un formato de mosaico documental, el periodista Roberto Saviano en su best seller mundial. Y es lo que ha querido recoger, en una versión condensada, el cineasta Matteo Garrone.
Las historias entrecruzadas son cinco: Don Ciro (Gianfelice Imparato), pagador de la Camorra, que ejerce su pacífico oficio justo cuando está estallando la guerra de facciones; Toto (Salvatore Abruzzese), un niño que desea integrarse a las filas de la mafia; Marco (Marco Macor) y Ciro (Ciro Petrone), dos adolescentes buscavidas que quieren imitar al Tony Montana de Scarface; el veterano Franco (Toni Servillo) y su ayudante Roberto (Carmine Paternoster), operadores de un negocio de ocultamiento de desechos tóxicos; y Pasquale (Salvatore Cantalupo), un modista explotado por su jefe que no sabe que los tentáculos de las pandillas se extienden hasta su esforzado empleo.
La película se toma unos 40 minutos para presentar a sus personajes, una morosidad que contrasta con el estilo reporteril de la cámara y el montaje (y que por eso confunde, pero no aburre). Otros 30 minutos describen con más detención los negocios de cada uno. La hora restante es la de la larga y dolorosa caída que todo el resto ha venido sugiriendo.
Y sin embargo, a pesar de esta división narrativa clásica, no hay minuto en Gomorra en que los personajes no estén al borde de la muerte, y la conciencia de que ninguna gloria les será deparada campea sobre cada plano. Todo lo poco que podía oler a esperanza en Ciudad de Dios –a la que recuerda vivamente– desaparece aquí bajo el imperio de la vida prestada. Cuando Marco se jacta de ser más que el capo, éste es su mejor horizonte: "Viviré por 30 años si ese tipo es el jefe".
Gomorra trata sobre una comunidad condenada, cuyos verdugos están muy lejos y muy arriba como para que alcancen siquiera a saber de su existencia. Es una historia desarrollada con más dureza que inspiración, aunque siempre es dudoso que la inspiración pueda servir de algo en el círculo más pobre del infierno.
Gomorra
Roberto Saviano en exclusiva
"Gomorra es un libro maldito"
Amenazado de muerte por la mafia napolitana, el escritor italiano cuenta aquí por qué escribió sobre la Camorra y cuáles son las culpas con las que hoy convive. "Se trata de un problema de sobrevivencia en el que cada uno usa las armas que tiene. Yo uso las palabras", declara, en la primera entrevista que da a un medio chileno. La película basada en Gomorra se estrena esta semana en nuestro país.
POR MARCELA ESCOBAR Q.
Van a ser tres años los que Roberto Saviano lleva escondido. Oculto en algún lugar impreciso de Italia, escoltado por guardaespaldas que se han convertido en su única compañía. El escritor italiano, autor del best seller Gomorra (publicado por Debate/Random House Mondadori), que ha vendido casi 9 mil ejemplares en Chile y dos millones de libros en Italia, que ha sido traducido a 33 idiomas y que esta semana llegó al país convertido en película, convive con la certeza de que la mafia napolitana anda tras sus pasos, enfurecida por el retrato descarnado que él armó en las páginas de su libro.
Y convive, también, con la culpa. Porque desde entonces, desde que publicó su primer libro, su vida y la de sus cercanos no fue la misma. Casi de inmediato, la publicación de Gomorra le valió elogios, premios y una fanaticada que suma adeptos en grupos de Facebook. A la par, sin embargo, está lo otro. El desprecio de los jóvenes napolitanos que lo ven como un soplón. La incomprensión de amigos y familiares que lo han dejado solo. Y lo peor: la amenaza que lanzaron sobre él los Casalesi, el clan del pueblo donde Saviano creció, Casal del Príncipe, y uno de los grupos que conforman la llamada Camorra, organización que opera en el puerto de Nápoles como una empresa del crimen, el narcotráfico y la piratería.
El pecado cometido por Saviano fue mostrar como en un espejo que, detrás del protectorado ejercido por la mafia, no existe ninguna moral.
Por todo eso, el escritor asegura a "Sábado", desde Italia, que las 300 páginas que escribió le arruinaron la vida.
–Gomorra es para mí un libro maldito y cuando lo digo muchos arrugan la nariz. "Te lo ha dado todo", me dicen. "¡Y me lo quitó todo!", contesto yo.
Porque hoy no existe posibilidad alguna de que lleve una vida normal. Ni siquiera una vida anónima, como la de antes, cuando estudiaba filosofía en la Universidad Federico II de Nápoles y se repartía entre los varios oficios con los que armaba su presupuesto: trabajaba en una pizzería y como albañil, daba clases, colaboraba en algunos diarios. Por las noches, escribía. Una de las pocas cosas que todavía puede hacer con cierta libertad, además leer y dar entrevistas, es, justamente, escribir.
–Tengo muchos proyectos en carpeta. El tema de mi investigación actual y mi próximo trabajo es el crimen organizado, pero esta vez en una escala más amplia. También en el ámbito narrativo, porque no creo que pueda abandonar la fórmula de Gomorra.
–¿Quiénes lo acompañan en estos momentos?
–Los agentes de mi escolta. Los llamo mis ángeles de la guarda. Hace tres años que me acompañan a todos lados.
–¿Cómo ha ordenado su rutina?
–Es extremadamente difícil describir un típico día mío, y todavía más difícil hablar de rutina. Desde que vivo con escolta, se alternan momentos de total aislamiento en mi casa, cuando las cosas van bien, o en una residencia o en un cuartel, con apariciones públicas en programas de televisión o en entrevistas. La normalidad es ahora ajena a mi vida. No me paseo, no voy al cine, ni al teatro, ni a una librería. Ni siquiera voy de compras.
"NO TENGO MIEDO"
La amenaza es una constante en la vida de Saviano al punto de que su muerte ha tenido fecha y lugar: el año pasado, uno de los líderes de la Camorra anunció que lo asesinarían antes de que acabara el año, cuando pasara por la autopista que une Nápoles con Roma. Entonces, la rutina del escritor depende de cada sospecha que sus escoltas tengan. Cambian de casa, se lo llevan al cuartel, revisan previamente cada lugar que el autor va a visitar. Desde el 13 de octubre de 2006, cuando el ministro del Interior italiano de entonces, Giuliano Amato, decidió protegerlo con custodia, Roberto Saviano es un símbolo en sí mismo. Al protegerlo, se asegura que la mafia no es más poderosa que el Estado.
Por lo mismo, el italiano se sume en semanas de ostracismo en las que no ve a nadie más que a sus ángeles, sus escoltas. Esta entrevista, de hecho, demandó dos meses y medio de gestiones antes de concretarse. Saviano es un hombre perseguido incluso por sus propios fantasmas.
–Algunos comparan su situación con lo que vivió Salman Rushdie. ¿Está de acuerdo?
–Se ha dicho que la publicación de Los versos satánicos y de Gomorra tuvo efectos similares, como consecuencia de la fatwa que lanzó Khomeini y de las amenazas de los Casalesi. Pero en realidad las dos situaciones, la mía y la de Rushdie, son profundamente distintas porque parten de premisas distintas. Rushdie ha sido víctima de la fatwa por lo que escribió, independientemente de la cantidad de personas a las que tocaron sus palabras. Las amenazas en mi contra, en cambio, surgieron porque el libro le llegó a un número de lectores muy elevado. Si Gomorra hubiera vendido 10 o 20 mil copias, la reacción habría sido notablemente distinta. La culpa de Rushdie es haber escrito, mi culpa es el haber alcanzado un público amplio y haber llamado así la atención de la opinión pública sobre los asuntos del clan.
–¿Cómo convive con el miedo?
–No tengo miedo. El cansancio de una vida que ya no puedo definir como tal, con todas las limitaciones a las que estoy sometido, la pérdida de la libertad, me han hecho perder el miedo a lo que podría eventualmente pasarme. Más bien tengo temor de que mis condiciones de vida no puedan normalizarse durante mucho tiempo.
–¿Ha pensado en el exilio, entonces?
–Todos los días. Ojala sirviera exiliarse. Hay países en los que mi escolta sería aún más estrecha. Pienso en Francia, España. Quizás los únicos lugares en los que podría disfrutar de un poco más de libertad serían Estados Unidos e Israel.
"ESTO ES UN ASUNTO PERSONAL"
Gomorra se construyó como una novela de no ficción, y aunque Saviano no es periodista, son las herramientas del oficio las que aplicó para reconstruir escenas con las que había convivido desde la infancia. Visitó el puerto, los edificios donde viven los chinos que la mafia contrata para sus negocios piratas, y tuvo acceso a los procesos judiciales que se siguen contra los padrinos de la Camorra. Todo, sin embargo, lo había conocido cuando era un niño, cuando paseaba por los campos de Caserta junto a su padre y veían los lujosos autos de los capos de la mafia. Y también los estragos que ellos causaban: animales sacrificados en los ríos, basurales, desechos por doquier.
Fue a partir de 1980, luego del terremoto que azotó la zona de Campaña, que la mafia napolitana creció. En una región sin controles, los criminales del emprendimiento, como Saviano los llama, iniciaron actividades económicas muy lucrativas, especialmente en el ámbito inmobiliario.
–Gracias a la enorme liquidez de los carteles de Casertano, pudieron invertir mucho en el tráfico de estupefacientes –cuenta el escritor–. La protección que tiene la Camorra a nivel local es muy fácil de explicar. La Camorra mueve la economía en un territorio en el que tiene el monopolio y en el que el Estado asiente, no haciendo nada salvo adoptando políticas asistenciales efímeras que no producen riqueza y sólo sirven de pantalla. La Camorra entrega préstamos, provee los negocios locales con medios pesados, tiene distribuidores de bencina que ofrece a precios competitivos. Al otro lado de la balanza, no hay nada, o muy poco.
Saviano lo sabía. Tenía muy claro en qué se metería cuando escribió Gomorra.
–¿Cómo fue el proceso de escribir este libro, que revela los mitos de su propia infancia?
–Fue una verdadera necesidad. Fue difícil elegir qué contar. Todo parecía necesario, todo de lo que había visto y vivido hasta ese momento me parecía imposible de eliminar. Lo escribí con la conciencia de que la realidad siempre supera, por mucho, a la imaginación.
–En ese sentido, ¿tomó algún tipo de revancha de esta mafia que gobierna la ciudad donde usted creció?
–Un poco. Es un poco una lucha, un desafío a la última sangre, un asunto personal. Pero para cualquier persona que haya nacido en un territorio de tan alta densidad criminal, se trata de un problema de sobrevivencia en el que cada uno usa las armas que tiene. Yo uso las palabras.
–¿Qué dijo su familia cuando publicó el libro? Ellos sabían a lo que usted se exponía.
–Mi familia estaba extremadamente preocupada porque conoce las dinámicas de mi tierra. Claro que ni yo ni ellos imaginamos alguna vez lo que pasaría después. De hecho, cuando terminas teniendo escolta quien paga el precio más alto es tu propia familia. Queda expuesta, sin protección, obligada a emigrar y a someterse a los programas de protección alternativos que te echan a perder la vida. Cargo en ese sentido un gran sentimiento de culpa por lo que le pasó a mi familia.
–En su libro, usted cuenta que vive con la Camorra por un tiempo. En algunos momentos, ¿tuvo sentimientos de simpatía hacia ellos?
–El límite entre lo que es justo y lo que está equivocado es una línea sutil que fácilmente se puede traspasar. Y el límite que te lleva a entender la injusticia más que a justificarla es bastante lábil. La pregunta que me hacen con frecuencia es cómo lo hacen los camorristas para sentirse en paz a pesar de que hayan literalmente contaminado la tierra en que nacieron, en la que crecen y viven sus hijos. Cómo lo hacen para dormir tranquilos a pesar de que han doblegado la economía de regiones enteras. La respuesta es simple: en realidades como la del sur de Italia, donde los hoyos negros son infinitos, si yo no soy el que le saca provecho a una situación dada, lo hace otro. Ese es el argumento que te hace dormir tranquilo, que te da una justificación y que podría hasta hacer sentir compasión. Pero simpatía no. Para ella no hay espacio.
–¿Siente algún remordimiento por haberse involucrado en un asunto tan complejo?
–Lamento muchas cosas, pero tengo la certeza de que si volviera para atrás lo haría todo igual. Estoy convencido de que sirvió escribirlo y no sólo me sirvió a mí. Ahora la atención está puesta sobre los asuntos del clan. Los medios siguen los procesos con más atención, seguros de que van a tener público. Las fuerzas del orden obtienen resultados, alentados por la participación de los ciudadanos. Lo volvería a escribir. A pesar de todo.
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