Wednesday, June 17, 2009

Cosas que pasan

FRANCISCO MOUAT

Acabo de leer, de una sentada, un libro mínimo, que un amigo estuvo a punto de botar a la basura junto a decenas de otros libros que alguna vez puso a la venta en su ya desaparecida librería de Providencia. Antes de echar los libros al basurero, mi amigo, antiguo compañero de la universidad, me invitó a almorzar a su casa y me dijo que revisara en una caja llena de libros empolvados si había alguno que me interesara. De ellos separé Sobre cosas que me han pasado, de Marcelo Matthey Correa. La portada minimalista no decía nada más. No había fotografía de autor, ni ningún otro dato que nos hablara de él, ni menos algún comentario sobre el libro mismo en la contraportada. Tampoco el nombre de una editorial. Apenas un precio: 600 pesos.

Me lo llevé a casa porque me llamó la atención el apellido del autor: Matthey con y griega. Tengo una amiga con ese mismo apellido, distinto al del general de la fuerza aérea y su hija senadora, que es con i latina. Pensé que Marcelo Matthey podía ser pariente suya, y por eso me interesó.

El libro quedó encima de mi escritorio durante algunas semanas, hasta que ayer lo tomé temprano en la mañana y lo leí. Resultó un diario íntimo escrito en dos partes: la primera, entre septiembre de 1988 y enero de 1999, y la segunda entre abril y agosto del mismo 1999. Nunca sabremos demasiadas cosas de la biografía convencional de Matthey después de leer el libro: imaginamos que es joven, que tiene entre veinte y treinta años, y nos vamos enterando de que estudia canto, vive en una casa en avenida España, viaja con relativa frecuencia a una casa familiar en El Tabo, a veces ayuda a su padre a hacer trámites, le gusta caminar, andar en micro, leyó durante 1988 textos de Azorín y Pío Baroja, asistió en 1999 a un concierto donde interpretaron La pasión según San Mateo, de Bach.

La escritura es sencilla, básica, sin palabras difíciles, y, por añadidura, tampoco se emplea a fondo en construir frases propias de un lenguaje atractivo y sugerente, de un estilo que conmueva por la justeza con que se eligen las palabras y se ponen las comas y los puntos. Sin embargo, no pude dejar de leerlo hasta el final. Fue como si me internara en una película privada sobre los movimientos de un joven santiaguino de fines de los años ochenta. El libro es breve, cada día narrado tiene la fecha registrada al comienzo, y en el relato nada es contado de manera altisonante. El narrador no pierde la compostura ni cuenta cosas excepcionales. Uno podría llegar a pensar que está incluso un poco deprimido, pero no. La frecuencia con que se asombra de los detalles más cotidianos revelan a un sujeto sensible que parece amar la vida. El narrador no se enoja, no se altera, no expresa emoción. Simplemente cuenta que salió a trotar, que caminó cerca de su casa y vio pegada en una ventana una hoja de cuaderno escrita con lápiz pasta que decía: "Se arreglan corbatas". Un día leyó la Enciclopedia Fauna para aprender de la vida de los animales y ver qué cosas en común tienen con los seres humanos, un día fue con su padre a votar en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, y su relato, lejos de referir lo que se jugaba ese día, apenas se detuvo en las largas colas que había para sufragar.

El narrador viaja regularmente en bus a El Tabo, duerme siesta, camina por la arena, se pierde en ensoñaciones cuando mira el mar. En Santiago es peatón, se sube a una liebre, paga el pasaje, le gusta fijar la mirada en las viejas del barrio, le pone nombre a Heriberto, dueño del kiosco de la esquina.

No sé casi nada más de Marcelo Matthey que lo que narra el libro, y sin embargo me atrapa su mirada de un fragmento cualquiera de su vida. ¿Qué será hoy de él? ¿Vive en Santiago, o con vista al mar? ¿Cuántos años tiene, siguió cantando, aún anda en micro, continúa planchándose los pantalones? ¿Está vivo o muerto, escribió alguna otra vez un diario íntimo, se imaginó que veinte años más tarde de haberlo escrito un desconocido se detendría una mañana a leer su diario, a saber detalles que el polvo del olvido tarde o temprano cubrirá a pesar de las palabras?

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