Escribir un hijo, plantar un libro y tener un árbol...lleno de frutas
Escribir un hijo, plantar un libro y tener una planta...bien cuidada
Ser suizo no es una nacionalidad, es una clase.
COMENTARIO EN INTERNET MUY ATINADO Y LÚCIDO
"La primera temporada está integrada por 22 capítulos. El Dr. Gregory House dirige el Departamento de Diagnóstico del Hospital Universitario de Princeton-Plainsboro de Nueva Jersey y tiene bajo su dirección a un equipo recién contratado de tres médicos: el Dr. Eric Foreman, la Dra. Allison Cameron y el Dr. Robert Chase. Cada semana, correspondiéndose con cada capítulo, el equipo toma un caso complejo y grave, y lo resuelve mediante un proceso en el que House utiliza a los médicos de su equipo como contrapunto constante, de modo similar al método socrático (ver episodio "El método socrático"). El título del primer episodio, "Todo el mundo miente", señala la regla principal por la que se guia House para diagnosticar enfermedades y descubrir la verdad. La tensión entre verdad y mentira es uno de los temas principales de la serie. House es un médico brillante, completamente reacio al trabajo rutinario, que no respeta los procedimientos establecidos. House es una persona que con un don que no eligió. Su vocación es saber la verdad y entretenerse con laberintos, no tratar a los pacientes o salvarlos. House es un drogadicto egocéntrico, antipático y un claro ejemplo citable en seminarios de Inteligencia emocional para señalar lo que no hay que hacer".
Me acuerdo
FRANCISCO MOUAT
Me acuerdo de mi mamá besándome en la boca en la puerta de casa cuando volví un verano de El Tabo. Me acuerdo de que en esos días tenía catorce años recién cumplidos y me había puesto a pololear por primera vez. Me acuerdo de que mi primera polola se murió de aburrimiento conmigo. Me acuerdo de mi hermana chica dándome a tomar un vaso de agua con detergente. Me acuerdo de que era tan caído del catre que me lo tomé todo y terminé en el hospital. Me acuerdo de un elasticazo que me pegué en el ojo, que me tuvo varios días con parche y una marca hasta hoy. Me acuerdo de cuando me perdí en los bosques de las termas de Palguín y grité mamá con desesperación. Me acuerdo del alivio que sentí cuando perdido volví a escuchar voces, y eran las de mis hermanos mayores. Me acuerdo de que nunca les dije nada de ese episodio a mis padres. Me acuerdo de cuando salimos arrancando del camping Narquimalal la noche en que el volcán Villarrica hizo erupción, dos días antes de un Año Nuevo. Me acuerdo de ver esa noche al dueño del camping corriendo por la carretera, diciéndonos que unos muchachos habían tomado una ruta equivocada hacia el cerro y estaban perdidos. Me acuerdo de muchos años después, haber conocido a la mamá de uno de esos muchachos que se perdieron para siempre en el Narquimalal. Me acuerdo de cuando fuimos a ver pasar a Fidel Castro por avenida Ossa, iba arriba de un Fiat 125. Me acuerdo del almacén del pelado Metuaze, en la esquina de Echeñique con avenida Ossa, atendido casi siempre por su propio dueño. Me acuerdo del bazar a donde íbamos a comprar pelotas de plástico. Me acuerdo de la señora del quiosco, que nos vendía láminas de álbumes, chicles y revistas. Me acuerdo de los ciegos que se paraban en la esquina de avenida Ossa y había que ayudarlos a cruzar la calle. Me acuerdo de los Volosky, que vivían al frente y apoyaban a Allende. Me acuerdo de que en mi casa votaron por Tomic. Me acuerdo del llanto de mi abuela cuando me mostró el diario una mañana y me dijo que había ganado Allende y no Alessandri, su candidato. Me acuerdo de que era miope a los diez años y no me gustaba usar lentes, me daba vergüenza. Me acuerdo de cuando fumaba a escondidas en el patio trasero de mi casa, cerca de la casa de muñecas de mi hermana. Me acuerdo de haber roto una pelota de cuero para fabricar una honda que nunca funcionó. Me acuerdo de que una vez en quinto básico metí un gol de penal decisivo, y mis compañeros me llevaron en andas. Me acuerdo del primo farsante de mi primera polola, que decía que se acostaba con varias mujeres al mismo tiempo, y que ellas lo aplaudían. Me acuerdo de que entonces yo sentía envidia de él. Me acuerdo cuando un tordo mató a un canario en una de las jaulas de pájaros que había en la casa. Me acuerdo de la cara de desesperación de mi hermano cuando vio muerto, degollado, a uno de sus canarios. Me acuerdo de que los gatos del vecindario mataban canarios con frecuencia. Me acuerdo de cuánto odiaba mi mamá a los gatos. Me acuerdo de la primera vez que vi a un muerto: era de noche, yo tenía unos diez años, veníamos en camioneta saliendo de Rancagua, el hombre era un ciclista y estaba tirado en la calle junto a su bicicleta. Me acuerdo de que le tenía miedo a los perros grandes: una vez fuimos a acampar a Huentelauquén y no pude aguantarme y me hice pichí en la noche por terror a abrir la carpa y encontrarme cara a cara con el pastor alemán que cuidaba la parcela. Me acuerdo de que le decía a la María, que trabajaba en mi casa, que cuando grande yo la iba a llevar en moto, rajados, a donde ella quisiera. Me acuerdo de su hermano, Goyo, que la venía a visitar a Santiago con frecuencia y nos traía papas y cebollas del campo. Me acuerdo de que la María hacía dormir en las noches a mi hermana menor, y se dormía con ella.
No me acuerdo de cuando dejó la casa de mis padres para volverse a Paine. No me acuerdo demasiado de la última vez que la vi, en su casa de adobe: ella estaba vieja, yo tenía más de veinte y no andaba en moto.
Me acuerdo del día infausto en que comenté en voz alta, delante de mis padres, que la iba a visitar, y me dijeron que estaba muerta. Me acuerdo de que esa noche sentí culpa, pena, rabia, impotencia, porque nunca pude despedirme de ti, María Rosa Martínez Flores, muerta el 24 de noviembre de 1986. Me acuerdo de que yo era un niño y te quería, y pensaba que muchos años después de andar juntos en moto, un día tú te irías volando al cielo.
La vida dura
Rodrigo Pinto
Flann O'Brien (en realidad, Brian O'Nollan o Brian Nuall'in, en celta; O'Brien fue su seudónimo más exitoso) es uno de los grandes escritores irlandeses del siglo pasado -junto a James Joyce y Samuel Beckett-, pero sus libros estaban largamente ausentes de las librerías. La editorial Nórdica está publicando toda su obra, que por fortuna llega también a estas latitudes. El tercer policía, Crónica de Dalkey, La boca pobre y La vida dura son las cuatro publicadas hasta ahora; la obra total tiene un título más.
En esta última, publicada originalmente en 1961, cinco años antes de su muerte, O'Brien da buena muestra de su extraordinario talento para la sátira, que lo hermana más con sus ilustres antecesores irlandeses Swift y Sterne que con Joyce y Beckett. Es también el más cercano y divertido de los tres, como se ve claramente en esta novela ambientada entre fines del siglo XIX e inicios del XX, que transcurre casi íntegramente en una casa de Dublín. Dos hermanos, Finbart y Manus, quedan huérfanos y son recogidos por el señor Collopy, medio hermano de su madre. Ambos siguen el camino que se espera de ellos: educación religiosa en colegios católicos, a merced de "el pellejo", "un cierto número de correas cosidas entre sí y que formaban un objeto de gran grosor, casi tan rígido como una porra, pero lo suficientemente flexible como para evitar quebrar los huesos de la mano", y profunda ignorancia en todo lo demás. En la cocina, de la mano del whisky servido con generosidad, el señor Collopy y un sacerdote jesuita, el padre Fahrt, llevan a cabo sesudas, divertidas e irreverentes discusiones sobre temas de fe y moral, que muestran el clima religioso de la época y uno de los talentos de O'Brien: Collopy está obsesionado con asuntos que jamás puede expresar con claridad, por la fuerza de los prejuicios y la pasión por el eufemismo, y el narrador no se molesta en hacerlo, de manera tal que los diálogos se deslizan hacia el absurdo y demuestran un soberano manejo del lenguaje. Esto último también se advierte en las empresas que acomete Manus, el hermano mayor, que descubre las virtudes de la educación a distancia y pone a la venta delirantes manuales y productos que adelantan la industria de la autoayuda. El sorpresivo giro de la trama y el reemplazo del narrador, Finbart, por las cartas de su hermano Manus, lleva al extremo los procedimientos estilísticos de O'Brien y cierra a la perfección una novela inolvidable.
Flann O'Brien.
Nórdica, Madrid, 2009. 203 páginas.
San Pedro desconocido
¿Ya vio los géiseres del Tatio, el Valle de la Luna, los hoteles? ¿Cree que nada puede sorprenderlo? Piénselo otra vez. Porque si arrienda una 4x4 y consigue un GPS, agua y bloqueador solar, podrá descubrir que, lejos del circuito convencional, hay sorpresas espectaculares. Atrévase a seguir este recorrido por las afueras.
Por el Off San Pedro. Por Sergio Paz, desde San Pedro de Atacama.
Día 0: la misión
Me lo dijo Víctor: un guía chileno de pelo negro y largo, amante del birdwatching que, a estas alturas, debe estar besuqueándose con su novia en Alemania: "Son 370 las principales atracciones de San Pedro, así es que necesitas más de un año para conocerlas todas".
Yo mismo he ido varias veces a San Pedro y, aunque me he esforzado, tengo la certeza de que conozco poco. Es más, trato y trato y, cada vez que regreso a casa, tengo la certeza no de haber estado ni en el altiplano, ni en el desierto, sí en el Gran Despoblado de Atacama, que fue como llamaron los conquistadores a este marciano lugar, en el que a veces no puedes dar más de dos pasos sin tener que vomitar y donde sueles tener la sensación de que la cabeza, en cualquier minuto, va a reventar como sandía a fines de verano.
Ir más allá de lo tradicional es mi objetivo al arrendar esta 4x4, con baliza, huinchas fosforescentes y espartanas comodidades de minero. Llevo más bototos que tarjetas de crédito. Quiero sudar más que engordar. El plan es ir al encuentro del San Pedro desconocido. Ése que esquiva las postales.
Día 1: genios freak y la piedra mítica
Chao Antofagasta. A poco andar hago una parada en Gen; una chatarrienta comunidad donde los científicos llevan chalas y barba de varios días. Son todos genios freaks que se han obsesionado con vivir en el que, se dice, es el lugar más seco del planeta. Raro. Tiernas lechugas, plantadas y regadas pacientemente por ellos, eclosionan por aquí y por allá.
Sigo. A poco de pasar Calama me detengo en la Piedra de la Coca. Un hito poco conocido del camino. Y donde, según dice la leyenda, hay que escupir antes de seguir. Es lo que por centurias hicieron los antiguos caravaneros quienes sabían que, en Atacama, hay que avisar el paso. Dejar huella. En Atacama siempre está la paranoia de creer que te has perdido para siempre.
Poco después aparecen las luces de San Pedro. Hay que dormir: el primer destino será el cráter Monturaqui.
Día 2: un cráter milenario
Se estima que, al menos cien mil años atrás, un meteorito que viajaba a 15 kilómetros por segundo impactó la Tierra cerca del borde sur del Salar de Atacama, desatando una explosión equivalente a la de 2,2 bombas atómicas tipo Hiroshima.
Del episodio quedó un gran cráter de 31 metros de profundidad. Un lugar al que, cada temporada, deben ir un par de zorros e igual número de turistas. O poco más.
Es mi segundo intento en la vida por llegar al hoyo más famoso y desconocido de Chile. La primera vez fallé. Pero no soy el único: aquí es fácil perderse. Por eso en, cuanto puedes, huyes. A toda velocidad.
Monturaqui fue y sigue siendo uno de los viajes más excéntricos de la zona. Por eso ahora me aseguro con un GPS. Si bien las coordenadas son conocidas (23° 55' 40" sur, 68° 15' 41" oeste), se trata de una exigente ruta que comienza en Peine, tras la cual hay que avanzar por la pampa hasta dar con el cerro Tambillo; hito vecino a la carretera B 355 y que marca la llegada a la zona.
Es mediodía. Hace calor. Camino. No hay restos de meteorito. Sí impactitos; extraños fragmentos que han permitido a los estudiosos entender la naturaleza del fenómeno.
Descrito por primera vez por el geólogo Joaquín Sánchez, Monturaqui es toda una rareza. Y, aunque hay poco más que piedras y una gran hendidura en la Tierra, cuando llegas emociona saber que estás en el lugar donde el planeta se encontró con un descarriado emisario cósmico.
Y hay más. A diez kilómetros aparece el cráter de Tilocar, cuya entrada está marcada por unos impactantes tafonis: esas grandes rocas erosionadas que, en Atacama, se alzan como oníricos champiñones que se desintegran un poco cada siglo. Dalí hubiera envejecido feliz aquí. Es hora de volver.
Día 3: catedrales de piedra
No puedo dormir. Alojo a los pies de la Cordillera de la Sal, muy cerca de la fortaleza de Quitor. Y tengo sueños raros. Hay decapitados. Corre sangre. Al desayuno una camarera dice: "Se duerme extraño aquí. Los sueños son tan nítidos. Es la falta de oxígeno en el cerebro".
Estoy concentrado en lo que viene. Y eso es llegar, por mis propios medios, a un lugar que, si bien figura entre las clásicas rutas de Atacama, se suele pasar por alto. Mala cosa: el destino es Tara, sin duda, uno de los lugares más excepcionales del Off San Pedro.
La cosa es así: conduces, muy temprano, hacia el paso Jama. Y, en el kilómetro 90, doblas a la izquierda. No porque haya un cartel o indicación. Simplemente porque alguien te dijo que tenías que doblar. Y, más temeroso que obediente, lo haces con la nariz bien pegada al manubrio. Un segundo después la cita es entre el desierto y tú. ¿Por aquí? ¿Por allá? Siempre dudas. Las huellas no tienen lógica. Es raro decirlo, pero aquí el único sentido es el olfato. Sólo así darás con los Testigos de la Pakana; gigantescas rocas, vestigios de una fuerza volcánica descomunal que hubieran estado bien en una película de John Wayne.
Luego, con el mismo olfato (siempre manejando a la derecha) aparecen las Catedrales de Tara, el punto desde donde se ve por primera vez el imponente salar. Vale el dato: hay un refugio en Tara. Y, si te simpatizan los ratones, puedes almorzar cómodamente ahí, bien protegido del viento y del sol. El relajo es necesario. Al regreso, dunas de fuerte pendiente exigen habilidades dignas de París-Dakar.
Ya en San Pedro, la recompensa es el spa del hotel. Es bueno saberlo: en los últimos años San Pedro se ha transformado en el Scotsdale chileno.
Finalmente, aún hay tiempo para Beter. Un cercano ayllu que siempre había querido conocer. Así es que al atardecer me doy el gusto: en bicicleta deben ser unos 20, 25 minutos desde Caracoles, el polvoriento Ocean Drive local. En verdad, San Pedro son sus ayllus: Yaye, Larache, Chekar, Solor. También Beter, según dice la historia, el lugar donde los primeros españoles se habrían asentado tras la sangrienta batalla de Quitor, salvajemente narrada por Jerónimo de Bibar; quizás la crónica más dura que se haya escrito en territorio nacional.
Beter tiene cuento. Se dice que fue aquí donde comenzó la agricultura en la región. Y, tal como alguna vez fue el lugar de descanso de las mulas que iban hasta Cobija y Cochabamba, hoy lo es para quienes se animen a pasear entre sus bucólicos algarrobos, chañares y perales. Sólo en sitios como Beter uno cae en cuenta que San Pedro es, antes que cualquier cosa, un oasis.
Día 4: de safaris, corderos y conejos
Quiero comer cordero en Río Grande: un pueblo anclado en la montaña y al que se llega tras cruzar una curiosa puerta con dos gigantes y colorinches centinelas de madera que sus propios habitantes construyeron sobre la carretera. Una puerta digna de los Hermanos Grimm.
Para llegar a Río Grande hay que retomar la ruta a Calama y luego desviarse por un eterno camino que parece no llevar a ninguna parte.
La ansiedad cesa cuando, en medio de la nada, aparecen dos burros salvajes: todo viaje a San Pedro es también un safari.
Sorprende enterarse de la energía que hay aquí: el valle de Yerbas Buenas, con su rincón de finos petroglifos; el Valle del Arcoiris y sus curiosos colores. Vale la pena, ya en la zona, conseguir un caballo. Y recorrer. Y comer. Pero, bueno, uno no tenía por qué saberlo: el cordero debe negociarse antes.
Fallido el intento hay que seguir. Ahora hacia el sur, hacia Socaire. A media tarde, estoy sentado en uno de los restorancitos a orilla del camino. Estoy de suerte: en Socaire es el día del patrono del pueblo así es que hay música, baile, cerveza. También conejo escabechado. Una delicia que obliga a chuparse los dedos mientras la camioneta roja, ya asmática, enfila hacia el Paso Sico: la idea es ver el atardecer en las lagunas Miscanti y Meñiques.
A estas alturas la cabeza sí que está abombada. Es una puna ligera, pero endemoniada. Deben ser las cuatro de la tarde. Hace frío. Hay fuego en el cielo. Una pareja de flamencos vuela en cuanto llego al mirador. Las altas cumbres brillan. No hay nadie. Tan rojo está todo que es imposible no darse cuenta que, a esa misma hora, hay algo que también se quema en uno. Quizás por eso gusta tanto todo esto: tiene no poco de interior.
Día 5: el desafío
Bah. Al diablo la poesía barata. Ahora viene lo difícil. Antes del amanecer la mochila está lista para subir el Toco. Para los capos, sólo un cerro. Para gordos entusiastas como uno, la antesala de las altas cumbres de San Pedro. Primero el Toco, luego el Láscar, finalmente el Licancabur. Si no puedes subir el Toco, entonces olvídate.
La camioneta arranca. Manejo nuevamente hacia el paso Jama. Por ahí está la entrada al Toco. Reviso las cosas: hay fruta, agua, barras energéticas. También el gadget de moda en San Pedro: un tubo de oxígeno, barato y pequeño.
Avanzo. Primero bien. Después mal. No sabía que tengo asma. No, no es asma: es fatiga. Comienza a amanecer. A lo lejos se recortan el Llullaillaco, el Láscar. Duele respirar. Creo que voy a vomitar. Un paso. Otro paso. Es agobiante. Pero avanzas. Tanto avanzas que pasan las horas y el objetivo parece estar más cerca. Vomito. No vomito. Me ama. No me ama. Deliro. ¡Ahí está la cumbre! Abajo San Pedro. Y Cejar. Y el Gran Salar.
A prudente distancia está la cumbre del Socompa; el lugar donde, hace sólo unos meses, Steven Schmidt, becario de National Geographic, encontró unas insólitas bacterias; unos bichos -récord mundial- que pueden sobrevivir a 6 mil metros. Tomando sol todo el día. Menuda vida.
Es rico estar aquí. Aunque la vista se va, una y otra vez, al Licancabur: el reto mayor en San Pedro. Subir a su cumbre implica una expedición de dos días, vía Laguna Verde en Bolivia, a través de la Reserva Eduardo Avaroa.
Son 6 mil metros. Verticales. Y, en su cumbre, la laguna en la que nació el mito: Michel García, buzo de Cousteau, el hombre que cambió el Calypso por el amor de una pascuense, llegó un buen día ahí para batir el récord de buceo en altura. Al sumergirse, García habría encontrado una esfera luminosa que llevó a la superficie. Pero de pronto la bola voló y se hundió. Hay registro: una foto en blanco y negro que está en el comedor del Hotel Aldea Tulor.
Luego fue la Nasa y encontró unos insólitos bichos que hasta entonces no se conocían en la Tierra.
El fuerte sol ya abraza la montaña. Ahora sólo hay que bajar. Primero, sí, un escupo. Es regla: para encontrarse, primero hay que perderse.
¿Cuántos lugares aún quedan por conocer?
Agencias extremas
Volcanes: se llama Azimut 360 y, a diferencia de otras agencias, no lleva grupos sin una correcta aclimatación, que exige tiempo. Esto último significa que, por ejemplo, el Llullaillaco lo hacen en un mínimo de 12 días (1.500 dólares p/p, con hoteles incluidos). www.azimut360.com
Aire: Atacamafly cuenta con un trike -o ala delta con motor- más un parapente también con motor, para llevarlo a tomar fotos únicas. Cada circuito dura media hora. www.atacamafly.cl
A caballo: La Herradura es una empresa familiar en el ayllu de Yaye. Desde allí parten sus excursiones, desde cinco horas a diez días. www.atacamahorseadventure.com
Por el Off San Pedro. Por Sergio Paz, desde San Pedro de Atacama..
Lo mejor del norte
Revisamos el mapa para rescatar los mejores datos del norte. Aquí hay novedades, secretos y los imperdibles para este verano.
Por Rodrigo Cea y Mauricio Alarcón.
Tres primicias en regiones
Laguna Roja
A 3.700 metros de altura y más de 300 kilómetros de Iquique, se necesita una 4x4 y un guía experimentado. Sergio Cortés, uno de los mejores de la zona, cuenta que lo ideal es ir por 2 o 3 días y hacer otras actividades. Eso sí, se necesita una noche de aclimatación a la altura en el pueblo de Nama.
Si va sin guía, en Nama contacte a don Damián, quien por 16 mil pesos se pondrá al volante de su 4x4. Más información, tel. (57) 428 483; cel. (09) 9643 6222; civetcor@vtr.net. Para viajes de un día, OC Travel tiene un programa de 70 mil pesos por persona; mínimo 4 pasajeros. Más información, tel. (57) 573 260; info@octravel.cl
Observatorio
El Pangue
Con sólo ocho meses de rodaje, será la novedad para este verano en el Elqui. Sumándose a los clásicos Mamalluca (www.mamalluca.org) y Collawara (www.collawara.cl), está 16 kilómetros al sur de Vicuña y promete los mejores equipos del país abiertos al público. Para esta semana esperan la llegada del que, dicen, será el mayor telescopio público en Chile (63 centímetros de diámetro).
Los tures duran dos horas y, por el momento, comienzan a las 20:30 (depende de a qué hora oscurezca). Los niños se pueden aburrir aquí: está pensado para adultos interesados en la observación de estrellas. Valor 8.500 pesos. Más información: Tel. (51) 412 584; astronomicasur@gmail.com y observatoriodelpangue.blogspot.com
Ruta del esclavo
Inaugurada en agosto pasado, la Ruta del esclavo es la primera ruta patrimonial de la Región de Arica y Parinacota. Entre pequeños museos, cementerios, miradores, iglesias y el antiguo "criadero de esclavos", la ruta contempla, en 50 kilómetros, doce hitos para conocer las tradiciones de los esclavos africanos que llegaron a esta zona acompañando a los conquistadores españoles.
La ruta recorre caminos públicos en buen estado y bien señalizados. Descargue una guía detallada en www.bienes.cl
Seis playas perfectas
La Virgen. En varias listas y ránkings de Domingo, y en las recomendaciones de expertos (desde aventureros a fotógrafos de naturaleza), esta playa es citada a menudo. Y eso que era más o menos difícil de alcanzar. Está en la Región de Atacama (35 kilómetros al sur de Bahía Inglesa) y es como de otro país. De un país en el Caribe, por ejemplo: tiene las arenas más blancas de Chile (excluyendo, quizá, sólo quizá, a Rapa Nui) y mar turquesa. Sólo le faltan unos grados más de temperatura (pero es por encontrarle algo malo no más). ¡Ah! El nombre es por una roca que se ve poco antes de llegar a la playa (tiene cabañas y sitios equipados para acampar; www.playalavirgen.cl). Por cierto, hacia el sur de Caldera (siguiendo el camino costero) hay varias joyitas como Rocas Negras, Bahía Cisne o Puerto Viejo.
Isla Dama. Uno: es parte de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt. Dos: es bien famosa entre los que practican deportes como windsurf y gente que quiere ver delfines nariz de botella. Tres: es un sitio con bonitas playas que la gente interesada en los puntos 1 y 2 tiende a pasar de largo: La Poza y Las Tijeras (lindas, pero el agua es harto fría). Se puede llegar con los boteros de la zona (si quiere probar algo diferente, intente un recorrido en kayak con Kayakautralis, www.kayakautralis.com; Mayramar, www.turismomayramar.com; o Yak Expediciones, www.yakexpediciones.cl). Ojo, que en verano es bien-bien concurrida.
Totoralillo. Quizá la mejor de todas por su mezcla de escenografía (linda arena, hermoso mar celeste; es como un pedazo de Polinesia al sur de Coquimbo) e infraestructura (las cabañas Tiki Tano son pioneras en la zona y tienen fama propia, por sobre la playa incluso; www.tikitano.cl). También se llena harto en verano.
Playa Blanca. Claro, no es un descubrimiento, pero sigue siendo infalible: bonita, tranquila, esta playa ubicada entre Tongoy y Guanaqueros (kilómetro 415, Ruta 5 norte) puede ser la más bonita en la Región de Coquimbo. Eso sí, es muy demandada en temporada alta, así que mejor reserve (camping-resort Playa Blanca, www.playa-blanca.cl; Club Playa Blanca, www.playablanca.cl).
Cifuncho. Es una de las "incorporaciones" de la nueva Ruta Costera. Está a 42 kilómetros de Taltal, y no era inasequible precisamente, pero ahora será mucho más fácil llegar a través del nuevo tramo Paposo-Taltal. Tiene una caleta de pescadores en el extremo sur, así que se puede abastecer de ingredientes muy frescos para la comida. Hace algunos años, Domingo ya decía: "el mejor secreto del Norte Grande podría transformarse con la apertura de la nueva Ruta Costera". Mejor apurarse. Y de camino, puede conocer Las Tórtolas: solitaria, bonita, muy bonita (20 kilómetros al sur de Taltal).
Pan de Azúcar. El Parque Nacional Pan de Azúcar tiene varios bonitos sitios donde estirar la toalla, con una gran ventaja: como es una zona protegida, la cuestión no anda al lote, el acceso es controlado (bueno, un poco más) y las arenas están limpias (prácticamente todo el tiempo). Tiene campings frente a las playas El Soldado y Piqueros, hay abundante fauna (no en la playa misma; hay que caminar un poco para ver zorros y cóndores, por ejemplo), y puede coordinar navegaciones con los boteros de la zona (más información,
www.conaf.cl).
Tres caminatas esenciales
Por Álvaro Fuenzalida, guía outdoor, dueño del Lodge Altitud (www.lodgealtitud.cl) en San Pedro de Atacama.
Machuca - Río Grande: de entre 6 y 8 horas, esta caminata une estos dos pueblos altiplánicos atacameños. Hay que tener la precaución de aclimatarse antes a la altura (pasando un tiempo en el pueblo), porque parte en Machuca a 4.000 metros de altitud para ir descendiendo lentamente hasta los 3.200 metros. El camino no es apto para vehículos, pues se sigue una antigua huella de pastores.
Guatin - Gachi: caminata de no más de 3 horas, por lo mismo, es más recomendable para hacer con niños, siempre bien protegidos del sol. A lo largo del río Vilama (la continuación del río Puritama), el camino une Guatin y Gachi, dos antiguos sectores de pastoreo. El paseo se inicia a 3.200 metros de altura para descender a 2.800, y se caracteriza por la abundancia del cardón chileno, un inmenso y hermoso cactus que crece 0,9 centímetros por año.
Quebrada de Kari: ubicada en la cordillera de la Sal, se trata de una hermosa quebrada que recorre el interior de cerros de sal, la cual cruje a medida que se pone el sol, por eso -y para evitar el calor- es ideal hacer la caminata al atardecer. El recorrido comienza en la cima de esta cordillera, a 2.700 metros, y va descendiendo hasta el inicio de la quebrada de Kari. Toma unas dos horas aproximadamente.
Delicias norteñas
GUISO QUECHUA. Hecha de maíz pelado, la pataska es un guiso parecido a la carbonada que viene de la tradición Licanantay. Muy picante y símbolo de las grandes celebraciones de la zona, un buen lugar donde probarlo es el restorán Valle de Toconao (Lascar 159, Plaza de Toconao), que lo prepara con verduras y carne de cerdo o cordero. Si le suena muy pesado, pruebe con un guiso de quínoa. Cel. 07 / 951 4860.
FUSIÓN EN IQUIQUE. Creado y asesorado por el cotizado chef limeño James Berckemeyer, en poco tiempo Kiru (Amunátegui 1912) se ha convertido en el restorán más destacado de Iquique. Su preocupación por los calidad de sus productos marinos y la inspiración peruana mezclada con la sazón criolla le han brindado fama. Hace poco Berckemeyer junto al chef Renato Peralta (del Astrid y Gastón de Lima) ayudaron al cambio de carta, que incluye nuevos platos nikkei, es decir, de fusión peruana y japonesa; más frutos extraños como wantanes con salsa de rocoto dulce y chifas aderezadas con aliños locales. Más información: Tel. (57) 760 795; www.kiru.cl
EMPANADAS DELICIOSAS. En la mitad del camino entre San Pedro y los géiseres del Tatio se encuentra Machuca, un diminuto caserío a más de 4.000 metros de altura donde aún se respira cultura atacameña y, además, se ofrece excelente comida al paso. La oferta incluye unas muy sabrosas empanadas de queso de cabra. Claro que los anticuchos de llama (1.200 pesos) son las estrellas.
CEBICHE ULTRA FRESCO. Muchos arrugan la nariz antes de acercarse a las cebicherías express del Mercado de Coquimbo, y ése es un error. Casi imposible comer más barato (desde 1.000 pesos) y mejor en la zona que estos cebiches -pescados ultra frescos, sal, limón y cilantro- del terminal pesquero, abierto todos los días desde las 7:00 de la mañana.
DESAYUNO ATACAMEÑO. Ideal para empezar un día de excursiones en San Pedro, Rancho Cactus (Toconao 568) es un café abierto desde temprano en el centro del pueblo. Con cinco opciones de desayunos, 15 preparaciones de café y más de 20 para el té, el local funciona en una antigua caballeriza y ofrece además excelentes helados artesanales. Más información, tel. (55) 851 506.
Cinco aciertos en el Valle de Elqui
1 Frente al Museo Gabriela Mistral, en Montegrande, el restorán el Mesón del Fraile lleva siete años con el plato más tradicional del sector: cabrito a la olla. El chef Sergio Ortega cuenta que probó la receta tradicional de cabrito asado o al horno, pero le pareció muy duro. "Probé preparar cabritos de máximo 6 meses en su jugo, con salsas y verduras". El delicioso resultado corre de boca en boca. Más información: tel. (51) 451 232; mesondelfraile@hotmail.com
2 Un vino de uva moscatel rosada es la novedad del año en Cavas del Valle (ruta R-485, un kilómetro antes de Montegrande; tel. 51/451 352; contacto@casasdelvalle.cl), una de las bodegas emergentes del Elqui. Es un vino seco pese a usar uva moscatel, más asociada a vinos dulces. La bodega ocupa una casona del siglo 19 que debe recorrer antes de conocer la cava subterránea y realizar la degustación de sus vinos nacidos a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar.
3 Tejidos en lanas naturales, orfebrería, arte textil y cerámica diaguita son parte de las productos de Hatha (O'Higgins s/n, Pisco Elqui), la mejor tienda de artesanía y decoración del Valle. Tiene productos de todo Chile, pero las estrellas son los locales como jabones y champú en base a vegetales del Elqui o los cotizados cojines herbales. Abre de lunes a domingo. Más información, cel. (09) 8507 8328; hathartesania@hotmail.com
4 La mezcla de distintas técnicas de masaje y la reflexología es la base de los tratamientos de Masajes la luna (Calle Prat s/n, Pisco Elqui). A cargo de Alejandra López, los tratamientos son realizados con aceites fabricados en el Valle. Masajes de media hora, 10 mil pesos; una hora, 18 mil. Agendar al cel. (09) 8330 9798 o alelope2@yahoo.com
5 Aplicando recetas familiares y tradiciones típicas del sector, Frutos del Elqui (O'Higgins s/n, Pisco Elqui) lleva una década haciendo mermeladas artesanales, jarabes y conservas. Vale la pena atreverse con sus opciones más exóticas de mermeladas: zanahoria-naranja, kiwi-plátano y manzana con nueces. Más información, tels. (51) 411 945 y (09) 9011 9192.
Ruta costera
El ambicioso proyecto implica una carretera de Arica a Puerto Montt, pero pegada a la costa. O sea, prácticamente paralela a la Ruta 5. Son 3.346 kilómetros en total, de los cuales este año se habría completado el 95 por ciento (incluyendo desde tramos pavimentados a los de ripio).
Iglesias del Altiplano que debiera conocer
Parinacota. Es uno de los principales templos del Altiplano por una razón bien simple: es de los más concurridos durante las fiestas (que es cuando muchos templos andinos cobran vida; el resto del tiempo se mantienen prácticamente cerrados). Si quiere ver la transformación, visítelo el 25 de julio (San Santiago, patrono del pueblo).
Guañacagua. Nadie va a hacer un ránking al respecto, pero los que han recorrido la zona y estudiado sus cerca de ochenta iglesias, tienden a coincidir en que la torre de Guañacagua es, si no la más hermosa, una de las construcciones de su tipo más bellas del altiplano (fiesta principal: 29 de junio, San Pedro).
Chitita. En esta iglesia se realizó uno de los proyectos de restauración más exitosos entre las iglesias del Altiplano, con participación de la Fundación Altiplano, recursos privados y apoyo de la revista Vivienda y Decoración de El Mercurio.
MÁS INFORMACIÓN
La Fundación Altiplano ha desarrollado un paciente trabajo para promover la conservación de estas iglesias y otros patrimonios culturales del norte chileno. Tiene programas de divulgación, muestras y prepara hasta un festival de cine.
www.fundacionaltiplano.cl
En auto por el Altiplano
Arica-Putre
Es la fase de aclimatación. Créanlo: es imprescindible. Son 145 kilómetros que permiten que uno se acostumbre a la altura y la falta de oxígeno (y además, tiene bonitos paisajes, como el valle de Lluta). En el kilómetro 80 hay una zona magnética, donde puede sorprender a los amigos: si detiene el auto, éste retrocederá solo. Luego de visitar sitios como Socoroma (hay que desviarse un poco, pero el pueblo es bonito y tiene arcos tallados en piedra del siglo 17), puede terminar el día en Putre, al que algunos califican como "el nuevo San Pedro". Tiene algunos hotelitos donde descansar. Y está cerca del Parque Nacional Lauca.
Putre-Surire
Mejor salir temprano. De Putre son 54 kilómetros hasta un clásico: el Lago Chungará. Está en el Parque Lauca, a 4.500 metros sobre el nivel del mal y no necesita mucha suerte para ver flamencos y guanacos. Después, la ruta sigue a Parinacota, casi siempre abandonada, a menos que haya fiesta religiosa. Después, avance a Chucuyo, de donde sale un camino de tierra al sur, hasta Ancuta y, 9 kilómetros después, el pueblito de Guallatiri con el volcán del mismo nombre a la vista. El camino llega a Viluvio (otro pueblito de mucho silencio), y sigue casi pegado al río (lo que permite ver vicuñas y suris, la versión local del ñandú) hasta el Salar de Surire. Enorme. Blanco. Hay un refugio de Conaf en la zona, pero conviene verificar antes de salir.
Surire-Iquique
Vea el amanecer sobre el Salar, y siga el camino que lo bordea hasta las Termas de Polloquere. De ahí hay que devolverse unos kilómetros hasta el cruce que lleva a Enquelga, y partir otra vez al sur, hasta Mucomucone, donde es fácil ver pastores aymaras y comprar productos de lana de alpaca. Más tarde, en Vilacoyo, verá que comienza el Parque Nacional Volcán Isluga y a partir de ahí hay pueblitos más frecuentemente. El más importante es Enquelga, que tiene una bonita iglesia. Siga. Isluga. Colchane. Más allá, Bolivia. De regreso al oeste (quizá quiera ver los Baños de Puchildiza, a 29 kilómetros), el camino baja a Huara. De ahí a Iquique falta nada.
Si hace el recorrido, use vehículo 4x4, lleve bencina, cargue agua (bébala aunque no tenga sed), lentes y bloqueador solar.
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