(Cecilia García-Huidobro Mc)
Los chilenos, como casi todos los pueblos jóvenes, buscan afanosamente encontrar señas de identidad reflejadas en sus defectos y virtudes. Si hurgamos en la historia, advertimos que incluso para nuestros más lúcidos cronistas es un tema recurrente. Las innumerables referencias a lo que creemos que somos o quisiéramos ser aparecen como una constante en el ejercicio de la crónica, ese género que desde la conquista de América sentó las bases de nuestro imaginario. Pero, en buena medida, son los rasgos sobresalientes, en particular los defectos, los que nos otorgan identidad, aquellos que nos sacan del anonimato, al igual que un lunar puede individualizar un rostro. Vicente Huidobro pregonaba que hay que desarrollar los defectos porque son, acaso, lo más interesante de cada cual. En beneficio de esos rasgos propios, Chile ha cultivado una legión de ácidos observadores, una verdadera raza de criticones, sabuesos implacables en el rastreo de los defectos nacionales. Este libro (cuya nueva edición ha sido actualizada y ampliada con crónicas de autores como Pedro Lemebel, Rafael Gumucio y Roberto Merino) se ha propuesto seguir a algunos de estos buceadores del alma nacional y, con sus ojos y olfato, recorrer ciertos tics del chileno. La sensibilidad, la intuición, las secretas simpatías o fobias, dan a veces certeras metáforas que permiten penetrar en los arcanos del carácter nacional mejor que tantas sesudas definiciones.
TICS DE LOS CHILENOS
• La periodista y decana de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales, Cecilia García-Huidobro McA. reúne en este libro la pluma de más de veinte destacados escritores nacionales quienes a través de sus agudas crónicas hacen un fiel retrato de los chilenos.
• Joaquín Edwards Bello, Benjamín Subercaseaux, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Eduardo Anguita, Guillermo Blanco, Enrique Lafourcade, Jorge Edwards, Isabel Allende, Rafael Gumucio y Pedro Lemebel, son algunas de las voces que hablan aquí sobre nuestros vicios y virtudes.
“No nos gusta ver nuestros defectos. Probablemente a nadie le gusta. Pero para los chilenos, al decir de Horacio Serrano, aquello que no es de su agrado sencillamente es inexistente”, comenta Cecilia García-Huidobro, autora de TICS de los chilenos. Vicios y virtudes nacionales según nuestros grandes cronistas (Editorial Catalonia). Se trata de una edición actualizada y ampliada de un libro que hurga en nuestra historia para rescatar los rasgos, en particular los defectos, que definen la identidad de los chilenos.
No es fácil descubrir un defecto. “Es un acto de lucidez, como detectarse una nueva arruga frente al espejo”, dice Cecilia. “Pero que sea incómodo ver las limitaciones no lo hace imposible. Se necesita, eso sí, ganas y cierta dosis de espíritu crítico. No hay que olvidar que, en alguna medida, son estos los que nos sacan del anonimato al igual que un lunar puede individualizar un rostro. Vicente Huidobro incluso llamaba a desarrollar los defectos porque son, acaso, lo más interesante de cada cual”, agrega la autora.
Chile ha cultivado una legión de ácidos observadores, una verdadera raza de criticones, sabuesos implacables en el rastreo de los defectos nacionales. Gran parte de esas miradas están contenidas en este libro que recopila las crónicas de los grandes buceadores del alma nacional, quienes con sus ojos y olfato, recorren nuestros tics. “La sensibilidad, la intuición, las secretas simpatías o fobias, dan a veces certeras metáforas que permiten penetrar en los arcanos del carácter nacional mejor que tantas sesudas definiciones. La superposición de todas estas voces conforman un auténtico retrato coral de nuestro carácter en la pluma de estos cronistas”, destaca la compiladora.
Rafael Gumucio, al igual que Roberto Merino y Pedro Lemebel, es una de las voces que incorpora esta nueva edición de Tics de los chilenos. “Mucho más que sobre Pinochet, Allende o nuestra pujante economía, los españoles me han preguntado con sorpresa, horror y envidia por el secreto de los cafés con piernas del centro de Santiago. No lo pueden creer. Que de manera institucionalizada y hasta banalmente, a las once de la mañana, hombres de corbata hagan una pausa en su labor de oficinistas para tomar café frente a mujeres escasamente vestidas, y vuelvan después a sus oficinas. Como la violencia, unida a ella en una intimidad extraña, el sexo en Chile está en todas partes y en ninguna. Y por ello no es necesario esperar a que caiga el sol ni irse a algún cabaret para que el sexo nos mire y nos muestre nuestra profunda tristeza. Los maridos insatisfechos y los maridos que insatisfacen se reúnen a las once de la mañana frente a mujeres desnudas que, como lo más natural del mundo, revuelven el café con una cucharita”, dice en su ensayo.
Para Gumucio la vida sexual de los chilenos podría ser fruto de un juego de poderosos y desvalidos al que hemos llevado el tema de la madre y la maternidad. “La madre chilena, la mami, es mucho más dominante que la judía o la italiana. No necesita gritar o llorar. Sólo mira con esos ojos de gallina apaleada, la rabia india apretando los labios, las manos cruzadas rezando, para que el hijo agache la cabeza y obedezca sin chistar… Por eso es que casi todos los chilenos tenemos la voz aflautada y los gestos suaves de nuestras madre, por eso también caminamos por el mundo esperando un mujer virginal y suave…”, reflexiona.
Tics de los chilenos contiene innumerables entradas para desentrañar el inconsciente colectivo nacional. Sus ensayos son un aporte al debate y a la reflexión sobre nosotros mismos. El libro está a la venta en las principales librerías del país y también a través del sitio www.catalonia.cl.
Estos son sus autores y títulos de sus crónicas: Adolfo Ibáñez y la cultura del alambrito; Joaquín Edwards Bello y la mitomanía desbordante; Jenaro Prieto y el arte de la burocracia; Gabriela Mistral y la imaginofobia; Alone y la feomanía; Vicente Huidobro y la hipopotamización de los chilenos; Salvador Reyes y la ausencia de la sonrisa; Benjamín Subercaseaux y la desconfianza criolla; Ricardo Latcham y el culto de las apariencias; Horacio Serrano y la falta de gracia; Eduardo Anguita y la siesta espesa; Luis Oyarzún y la fobia de la naturaleza; Guillermo Blanco y el descuido generalizado; Enrique Lafourcade y la franca disposición a la copia; Jorge Edwards y el abandono del pasado; Isabel Allende y la improvisación vestida de gris; David Gallagher y el temor a discrepar; Marco Antonio de la Parra y el Miami del cono sur; Pedro Lemebel y el apocalipsis según San Chile; Roberto Merino y el escepticismo socarrón; Rafael Gumucio y las mamis chilenas.
Los placeres y los libros
“Los chilenos tenemos la voz aflautada”
La opinión de 21 escritores nos desnuda en “Los tics de los chilenos”, de Cecilia García-Huidobro, Rafael Gumucio e Isabel Allende, Jorge Edwards, Eduardo Anguita, Guillermo Blanco o Marco Antonio de la Parra son otros de los videntes de este país de terremotos.
A propósito (de envidia) Isabel Allende ha escrito: “Nuestro temor al ridículo es tan fuerte que ni siquiera nos arriesgamos a ser originales para que no se fijen en nosotros”. Y bueno: “El que tiene plata vive modestamente, para que no le vayan a decir nuevo rico. El que no la tiene se endeuda, para que nadie piense que es una pobre ave.
La mujer linda se afea para que no la llamen creída. La fea se hermosea para que no digan que es una amargada. El inteligente se calla para no pasar por pedante y el tonto discursea para que no se rían de su ignorancia”.
Antes, en el siglo pasado, de Arica a Magallanes, Chile era Tontilanda para Jenaro Prieto, y Mitópolis para Joaquín Edwards Bello. Los dos se reían sin piedad y sin pausa de Chile y los chilenos.
La opinión de 21 escritores nos desnuda en “Los tics de los chilenos”, de Cecilia García-Huidobro, Rafael Gumucio e Isabel Allende, Jorge Edwards, Eduardo Anguita, Guillermo Blanco o Marco Antonio de la Parra son otros de los videntes de este país de terremotos.
Las temblorosas fallas geológicas sobre las que nos asentamos nos dan -según ellos- la perspectiva del que duerme sobre la cornisa: no somos una isla, sino una cornisa.
También nos da la perspectiva de la envidia, uno de nuestros más acusados y no confesos rasgos nacionales.
Isabel Allende proclama nuestro atávico pavor a la puntualidad: “Los puntuales lo pasamos pésimo”. “Una vez me propuse no esperar nunca más de un cuarto de hora. En veinte días no me quedaba ningún amigo, casi me echan del trabajo, por poco me repudia toda la familia, y casi pierdo el perro y hasta mi citroneta”.
El que entra en profundidades muy dignas de mención es, por supuesto, Rafael Gumucio. Con una cómica seriedad de patriarca, piensa en las mujeres, especialmente en las de los cafés con piernas, y dice que ha visto “a muchas mujeres chilenas conseguir asiento en aviones llenos de gente sin tener pasaje ni pasaporte, parir hijos luego de que les han sacado el útero” y hazañas por el estilo. Y que el concepto “mami chilena” revela algo harto peor que el cliché de las madres judías o italianas.
“No necesita gritar o llorar. Sólo mira con esos ojos de gallina apaleada, la rabia india apretando los labios, las manos cruzadas rezando, para que el hijo agache la cabeza y obedezca.
Por eso es que casi todos los chilenos tenemos la voz aflautada y los gestos suaves de nuestras madres”. Atroz. Ya era hora de que alguien se diera cuenta.
Monday, March 09, 2009
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