Thursday, November 02, 2006

Leí la columna de Bisama y sobre su paranoia con Murakami. Le encontré toda la razón. Haruki Murakami es un escritor de la puta madre. Increíble. Tiene esa categoría que tienen los verdaderamente grandes. Ojo con Murakami

Resumen del libro “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”:

Tooru Okada es un joven japonés que ha dejado voluntariamente su trabajo como abogado, no sabe muy bien por qué. A partir de ese momento, la realidad empieza a volverse cada vez más tenue y confusa a su alrededor: su mujer desaparece, los sueños se mezclan con la realidad y personajes realmente extraños entran y salen de su vida. Así, de la manera más tortuosa posible, Tooru acaba enfrentándose a problemas que no sabía ni siquiera tener...
Desde luego este es un libro extraño, en todos los sentidos que quieras darle a la palabra. Es muy ameno y fácil de leer, eso sí, aunque ya aviso que para disfrutarlo hay que dejarse llevar, y leerlo sin intentar buscarle un sentido final a todo lo que ocurre. No vas a encontrar demasiadas explicaciones a las cosas francamente extrañas que suceden durante el libro (desapariciones súbitas, manchas faciales de extrañas propiedades, violaciones mentales,...), ni tampoco un final cerrado que concluya las muchas historias que se entrecruzan. A medida que avanza el libro se impone un ambiente onírico, irreal, en el que las cosas más excéntricas se aceptan como más o menos naturales. Lo cotidiano se ve asaltado por lo irracional.El núcleo del libro está formado por los intentos de Okada de averiguar el motivo por el que su mujer se ha marchado de repente, esfumándose sin dejar rastro. Se relacionará para ello con gente realmente curiosa, todos ellos con una historia que contar: Noboru Wataya, el desagradable hermano de Kimiko, es un político triunfador con algo fundamentalmente podrido en su interior... Las hermanas Kanoo, llamadas Malta y Creta, una de ellas una prostituta onírica (!) obsesionada por el dolor y la otra una especie de vidente... La interesantísima May Kasahara, uno de los mejores personajes del libro, una simpática adolescente vecina de Okada con peligrosas dudas filosóficas sobre la muerte... El teniente Mamiya, veterano de las guerras japonesas de los años 40, que le explica al protagonista su terrible experiencia en Manchuria y en un campo de trabajo de Siberia... Los misteriosos Cinnamon y Nutmeg, que llevan un atípico negocio de regeneración vital en una casa abandonada... El funcionario Ushiwaka, charlatán compulsivo a sueldo de Wataya que trata de convencer al protagonista de la inutilidad de su búsqueda... Cada personaje tiene su propia línea argumental, que disfruta de cierta independencia aunque se cruce con el resto de tanto en tanto. Por ejemplo, la magnífica historia del teniente Mamiya podría leerse perfectamente de forma independiente, y sería por derecho propio un largo cuento sobre la guerra, el precio de la supervivencia y el valor de la vida.
Novela psicológica con contenido simbólico, una historia original en la que se emplean la imaginación y el absurdo en lugar de recurrir a la simple exposición de hechos. Por usar terminología del maestro Juan José Millás, diría que estamos ante una novela zurda, es decir, alejada de los tópicos convencionales y de los terrenos ya masticados. Debemos acercarnos a ella pues con nuestro lado izquierdo, el que tenemos quizá más atrofiado: el de la mente abierta y la imaginación desbocada. Seguiremos así al fin y al cabo el mismo proceso que realiza Okada en la novela: desde la cotidianeidad a la locura. Sin escalas.

Fragmento:
"¿Por qué me gustan las medusas? No lo sé. Las encuentro bonitas. Antes, mientras las miraba, he pensado una cosa. Escucha, lo que nosotros vemos es sólo una pequeña parte del mundo. Damos por hecho que esto es el mundo, pero no es del todo cierto. El verdadero mundo está en un lugar más oscuro, más profundo, y en su mayor parte lo ocupan criaturas como las medusas. Eso nosotros lo olvidamos. ¿No te parece? Dos terceras partes del planeta son océanos y lo que nosotros podemos ver con nuestros ojos no pasa de ser la superficie del mar, la piel. De lo que verdaderamente hay debajo no sabemos nada".

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