Wednesday, April 15, 2009

Antídoto chatarra

POR Alberto Fuguet

Vengo llegando del gran Bafici, el Festival del Cine Independiente de Buenos Aires, y, como sucede siempre cuando uno ve un promedio de cuatro largos al día (o a veces a seis), la sensación química–visceral es que no quiero volver a ver una %$&! película en mi vida. Ni una. Lo que necesito primero es limpiar el paladar con el más fuerte de los Listerine para removerme todo el sarro de cine–arte y cine–indie y cine–joven ("mira como la cámara se mueve para que nadie se dé cuenta que no tengo nada que contar") y cine de países que no sé dónde quedan ("si me invitan a Lituania, recuérdame de decir no", me dijo un compatriota no–cinéfilo). Creo que necesito litros de Visine para desirritar mis ojos y, sobre todo, necesito mucho cine–popcorn, chatarra, aunque ya no quiero ni necesito el popcorn en sí (ya no lo puedo comer, ni menos oler), pero la moral chatarra, ese cine que sabe que, uno, no es arte ni nunca será confundido como tal y, dos, que tendrá un público que saldrá satisfecho pase lo que pase, es lo que necesito. Nada por ahora de cine contemplativo–que–no–contempla, nada de indagaciones del yo para que el espectador termine de armar su propia "narrativa". No, no por ahora. Denme unos días.

No es que no quiero volver a ver cine bueno, de autor, experimental, jugado. No. Sólo pido que ese cine que no depende "de los malos" no sea, a su vez, chatarra con pedigrí. En Buenos Aires vi toda la obra de Kelly Reichardt y hasta compré un libro de su corta obra. Creo que "Old Joy" y "Wendy and Lucy" destrozan a toda la competencia, tanto americana como el mal cine–de–autor–que–no–sabe–escribir latinoamericano que, si no fuera por obras iluminadas y llenas de cariño y humor y melancolía como la brillante y modesta "Excursiones" del personalísimo y no cooptado Ezequiel Acuña, uno pensaría que nuestra cinematografía regional está en seria bancarrota creativa (jóvenes con pistolas aburridos, jóvenes aburridos que creen que son de un sexo hasta que captan que son de otro).

Como antídoto, a mi regreso me puse a mirar una cinta chatarra. Vi la "cinta del perrito" del sublime Owen Wilson: pues bien, "Marley y yo", de David Frankel, es pura chatarra, es casi un asco, es calculada y simpática y huele a Disney sin serlo y, sin embargo, qué gran película, qué gran chatarra, qué gran personaje el de Wilson. Una cinta sobre un perro, pero sobre la vida, las opciones, los sueños rotos y las sorpresas que ocurren cuando no todo te sale como quieres. Gracias a "Marley y yo" creo que ahora podré volver a ver cine menos chatarra. Creo que ya estoy curado. Creo.