La novela luminosa
Rodrigo Pinto Revista El Sábado "El Mercurio"
Alfaguara Uruguay publicó en 2005 la primera edición de esta obra. Su autor, Mario Levrero, había muerto el año anterior, a los 64 años. Y ocurrió entonces que, de blog en blog y de columna en columna, la novela del casi totalmente desconocido escritor uruguayo se alzó como una referencia obligatoria, pero difícilmente accesible. En 2008, Random House Mondadori se hizo con los derechos y sacó una edición que se distribuye en todo el ámbito de la lengua española. Excelente noticia, desde luego, que permite a muchos más lectores acceder a una obra curiosa, sumamente original y de cadencia casi hipnótica, si el lector acepta las premisas del juego.
Es que hay que estar alerta: el libro es un ejercicio de escritura que vuelve una y otra vez sobre sí mismo, en un río de palabras que arrastra sin pausa y circula por meandros sospechosamente parecidos donde la variación es mínima, cotidiana y hasta banal, si se quiere. Lo que importa es el flujo y aquí sí que influye la voluntad del lector, si se deja arrastrar o no por la corriente. La premisa es simple y está explicada por Levrero en el prólogo. Recibió una beca Guggenheim para concluir una novela largamente postergada, pero, para poder terminarla, para juntar energías, decidió llevar un diario, el "Diario de la beca", que ocupa la mayor parte del libro. Ese diario es el río que fluye, moroso, lento, con noticias sobre sus hábitos de comida y sueño, con disquisiciones sobre su relación con el computador, con el registro minucioso de las mañas y manías de un escritor ya maduro. Un escritor que vive solo, que duerme a destiempo, que cada quince días dedica unas horas a talleres presenciales y virtuales, que juega interminables solitarios, que escribe programas en su computador con cuestiones como el horario de administración de sus medicamentos (que toma muchos y por distintos males). Levrero teje así un personaje entrañable que logra hacerse querer a pesar de sus manías y que, en su solitaria redacción del diario, va tejiendo también un vasto acercamiento al tema de la escritura. Si concluye o no la "novela luminosa", motivo de la beca y del diario, es un asunto totalmente secundario (el texto, breve y fragmentario, está incluido en el libro, y profundamente ligado al diario en estilo y preocupaciones). Lo que de verdad importa, lo que atrapa, lo que seduce, es que Levrero escribe por la necesidad de escribir, y a lo que conduce ese ejercicio infatigable. Como bien dijo Luis Chitarroni en el lanzamiento de la novela en Buenos Aires, "El que elige a solas es, legítimamente y sin atenuantes, quien quiere escribir para contar la experiencia intransmitible de seguir vivo".