Wednesday, July 04, 2007

Patricia May es fuerte, bella, grande

Patricia May:“Nadie está viviéndose desde lo que profundamente necesita”
Tiene miles de seguidores sin proponérselo. Con sus reflexiones hace que muchos se cuestionen si vale la pena seguir tan estresados. Ella cree que hay una solución porque su estrella parece ser el optimismo.
María José Errázuriz L.
Sin querer, en muy poco tiempo se convirtió en un “best seller”. Sus libros “Nuevos pensamientos, nuevos mundos” (recopilación de sus columnas en revista “El Sábado”) y “Todos los reinos palpitan en ti” llegaron para calmar espíritus inquietos, como ella los definiría.Hoy está dispuesta a dar otro gran salto y emprender la aventura de ayudar a otros, ya no en forma restringida, sino que a través de un centro terapéutico guiado por el nombre “El árbol de la vida”.Patricia May Urzúa, antropóloga de la Universidad de Chile, transmite paz interior, una que procura cuidar y cultivar todos los días como fórmula para vivir profundamente la vida.-

¿Podrías definir tu labor como enseñar caminos de sanación?
“Lo que intento hacer es dar otra mirada a los temas de la vida diaria, de familia, de trabajo, a la pareja, a nuestros procesos interiores. Es darle una mirada más amplia que nos muestre que, en realidad, la vida tiene que ver con evolucionar, con el aprender y el compartir.“Creo que nosotros, a partir del paradigma en que vivimos, que es uno muy competitivo, de alcanzar éxitos exteriores, de lograr metas, de parecer cosas. Nos interpretamos la vida, nos vivimos las vida, las dificultades, desde una mirada que nos estresa y nos hace mal. Nos vivimos la pareja desde una mirada que, en el fondo, implica manipulación del otro; y a los hijos, compitiendo para que sean mejores que otros”.
-¿Tienes las sensación de que esta forma de vivir se agrava cada vez más?
“No sé si la forma de vivir la vida. Creo que Santiago de Chile es una ciudad extremadamente estresada por el modelo en el que estamos insertos, por la manera de ver el mundo y la vida. Los valores con los que nos estamos manejando y las metas que nos ponemos están yendo contra nuestra esencia, contra lo que de verdad necesitaríamos en lo profundo si nos conectáramos con nosotros mismos.“Creo que hay un frenesí y una aceleración narcisista, de sobre actividad, de exitismo que es muy dañino y, por eso, creo que hay una gran búsqueda”.

-No es contradictorio. ¿Se vive en el frenesí, pero parece haber habido una explosión de búsqueda grande?
“Yo trabajo en esto hace varios años y he detectado en los últimos cinco, realmente, un acrecentamiento de la búsqueda interior. Pero es lógico, mientras más desequilibrados estamos, mientras más sufrimos –porque hay mucho sufrimiento por el estrés, las metas que no logramos, por lo que queremos que sean los hijos y no son, por lo que deberíamos ser como pareja- aumenta la necesidad de búsqueda y nuevas respuestas.“Nos estamos dando cuenta que el rollo en el que estamos metidos nos hace infelices”.

-¿El problema está en que no sabemos valorar lo que tenemos o que somos extremadamente exigentes e inconformistas?“Creo que el problema es más profundo todavía. Voy a publicar un libro sobre eso; sobre el modelo de fondo en el que estamos insertos. Esto no tiene que ver con decir yo de ahora en adelante me relajo con mis hijos. No, estamos metidos en un paradigma, una manera de ver la vida que nos tiene así. “Lo que quiero es darle otra mirada a la vida, a los valores con que vivimos, una mirada de fondo sobre los temas que nos dañan a nosotros, a los hijos. Si concibo que la vida es una lucha por ganarle al otro, evidentemente le voy a enseñar eso a mis hijos y les voy a dar armas para la batalla que es la vida. Hay modelos que nos dañan”.

¿El problema puede ser una errada percepción de nuestra vida? A lo mejor no es tan mala.“No creo que nuestra vida esté mala. Creo que el problema es que nos estamos viviendo las cosas de una manera que nos hace daño. Esto no se trata de irse a vivir a otra parte, de cambiar de trabajo o de familia. Se trata de cambiar la mirada, de priorizar, de decidir qué es realmente importante para mi ser, no para mi imagen, no para tener más o ganarle a los demás. “Esto tiene que ver con quiénes somos, si somos seres egocéntricos y competitivos o somos almas en la vida que necesitamos manifestar nuestro espíritu. Esto requiere de un cambio valórico profundo; no creo que nuestra vida esté muy mal, creo que si nuestra vida está mal en la forma es porque la estamos pensando de manera incorrecta”.
Patricia May reniega de las miradas de género que últimamente si imponen para analizar todos los eventos de la vida cotidiana. Cree, al contrario, que todos están “metimos en el mismo barco”.“Si aíslas a la mujer, claro, veras que está súper estresada. Pero la mujer se está permitiendo algunas cosas –porque ella trabaja con la emoción- como tener una mirada sobre sí misma, se está dando ciertos espacios que los hombres, por toda su carga no se están dando”, asegura.
-¿Los hombres están siendo exigidos en qué? ¿Su lado femenino?
“De repente los hombres están peor que las mujeres. Están más ahogados en su ser. Están siendo exigidos en eso, desarrollar el lado femenino; pero también en mantener el rol, el de la firmeza. Siempre digo, pobres hombres. Cuando hay ruidos afuera de la casa, ¿quién tiene que salir a ver?, los hombres y quizás ellos tienen igual de miedo que la mujer.“Por qué tienen que estar demostrando; les estamos pidiendo que sean femeninos, pero no los hemos bajado del carro de ser los proveedores, ser atentos, ser fuertes, ser protectores, que se sepan contener. Aquí hay algo que tiene que ver con una categoría más amplia y que no tiene que ver con el ser hombre o mujer”.
-¿Con qué tiene que ver?“Creo que esto abarca al sistema, abarca a la mujer, al hombre, a los jóvenes y dolorosamente a los niños. El sistema está estresado y estamos dañando a los niños, tenemos niños de 8 años estresados; no los estamos dejando jugar porque tienen que lograr cosas. Es la cultura del logro, el niño tiene que tomar clases de piano, ser un caperuso en no sé qué.“Nadie está viviéndose desde lo que profundamente necesita”.
-¿Y se va a lograr eso? “Creo que sí, hay mucha gente buscando. Hay gente haciendo micro cambios. Mi mirada apunta a poner la responsabilidad en la persona. En la medida que yo hago los cambios, dejo de correr a mil por horas, en que no necesito verme cada vez más joven, y encuentro el centro interior, las cosas mejoran.“Por eso creo que el contacto espiritual es muy importante, el problema más importante que tenemos en este momento es la falta de contacto interior”.

“Sé lo que es estar allá abajo, no tener esperanza”

Es antropóloga, pero su vida profesional se ve cruzada por la filosofía y la psicología, entre otras. Su comprensión del mundo ayuda a entender porque no se la puede encasillar en una sola actividad.“Somos mucho más que antropólogos, psicólogos o periodistas. Somos almas encarnadas y eso es mucho más fuerte que la profesión. Yo no soy antropóloga; la antropología es una herramienta para mí, pero mi vida, todo lo que me ha pasado en la vida, ha sido otra herramienta”.
-¿Con que te identificas más?“No me identificó con ser antropóloga, ni con ser mujer, ni con ser esto o lo otro. Soy un ser humano que está parada en la vida con una potencia cada vez mayor en relación a saber que aquí venimos a compartir, a aprender y a hacer de este mundo algo mejor. Para eso voy a tomar todas las herramientas que tenga y por lo tanto, no estoy ni ahí con quedarme en esta profesión o en esta categoría”.
-Para muchos tú eres como una psicóloga que les hace terapia.“Sí, la psicología me encanta, como encanta la historia, la ciencia. Además, tengo una experiencia de vida que considero valiosísima, compleja y difícil, entonces sé lo que es estar allá abajo, no tener esperanza, sentir que no cabes en el mundo.“Tengo la sensación de que uno parte en una profesión, pero se abre al mundo. La antropología me dio la gran mirada, no mirar el aquí y el ahora, sino que tres millones de años. Me voy dejando conducir por mi inquietud interior”.

-Hablas de espiritualidad milenaria ¿a qué apuntas?“Yo trabajo con el sentido del vivir y una con una nueva definición de quienes somos. Si yo presto alguna ayuda, probablemente es porque les he cambiado el enfoque a su vida, porque les he dicho tú no eres este pequeño ser limitado por tu condición o porque la vida te obliga. No, tú eres espíritu vivo en la tierra, posesiónate de tu espíritu vivo en la tierra. Eso cambia totalmente la mirada de quién soy y el sentido de mi vida”.En marzo próximo, Patricia May, junto a su esposo Sergio Saguez y cuatro socios más abrirán las puertas de un centro de ayuda bautizado “El árbol de la vida”. El ambicioso proyecto pretende convertirse en un lugar de encuentro para quienes andan detrás de una nueva filosofía de vida.El centro –ubicado en Eliodoro Yáñez 2290, esquina Suecia, teléfono 092307791- va a dictar un taller anual de trabajo integral espiritual que contará de diferentes módulos como charlas, reflexiones y sesiones de armonía corporal. Además, se dará servicio de cafetería, yoga y meditación en la “sala de silencio”.“Con “El árbol de la vida” pretendemos acompañar, acompasar, estimular el trabajo integral de las personas para que ellas se hagan cargo, sean conscientes de que son seres espirituales que deben vivir el aquí y el ahora y transformar el mundo”, explica.
-¿Las personas no encuentran respuesta en la razón?“Creo que la razón es maravillosa, pero no basta. Eso es todo. La razón nos permite conversar, pero hay otras cosas. Somos seres corporales, emocionales, espirituales y todo eso, junto con la razón hace una cosa súper potente”.
-¿Tienen una mirada más hacia el Oriente?“Sí, pero trabajamos mucho también con la ciencia occidental. Trabajamos con técnicas como la meditación que tienen su origen en Oriente, pero que tienen su exponente occidental. Además, no te olvides de la América indígena que tiene toda una fuente de contacto con el mundo”.

“Descubrí que era fuerte, bella, grande”

Casi en la cincuentena, Patricia May puede asegurar que su vida ha estado marcada por los dolores. Su condición física especial –sufre de acondroplasia, un trastorno óseo que se confunde con el enanismo- la llevó a tener una mirada distinta del mundo.Hoy, junto a su marido pintor, Sergio Saguez, y sus tres hijos (de 19, 17 y un año y medio) puede declararse una persona que vive en equilibrio. Vive en una parcela en Colina y para poder estar con ellos, establece claros límites a todas las actividades que desarrolla.“He aprendido a tener un manejo interno; a donde estoy, ahí estoy, tranquila, no estoy pensando en otra cosa”, asegura.

-¿Qué provocó más dolor en tú vida? Tomar conciencia de tu condición o enfrentar una sociedad que rechaza a las personas diferentes.“Uno toma conciencia a través de la mirada del otro. Para mí ni para ninguna persona su condición es especial; puedes ser chica, gorda, flaca o alta y lo que te hace valorar eso en forma negativa es como el otro te mira. Y nosotros vivimos en una sociedad, y más hace 40 años, pacata donde al que es diferente se le mira distinto y se le excluye de la posibilidad de tener una vida normal.“A través de la mirada del otro me sentí excluida a pesar de que mi familia era alegre, de que tuve y tengo muchas amigas. No era una persona triste y amargada, pero sí tenía grandes dudas sobre que iba a pasar conmigo”.

-Quizás tú contabas con una fuerza interna que te permitió enfrentar esta situación, pero otros a lo mejor no la tienen.“Puede ser, yo vivía sometida a verme de una manera, pero en un momento me conecté con mi ser y descubrí que era fuerte, bella, grande a pesar de la mirada del otro. Cuando me conecté con eso, comencé a desplegar una presencia distinta. Esto requiere un cambio de conciencia potente”.

-¿Cómo ha sido la evolución de la discriminación en esta sociedad pacata?“Siempre digo que la Teletón abrió un camino; creo que la discriminación es menor gracias a ella y a que la globalización nos ha conectado a los chilenos con un poco más de diversidad; negros, orientales, minusválidos. En esos países, y lo he sentido, te miran mucho menos.“Creo que ahora hay mucha más tolerancia; lo he visto encarnado en mí, lo siento en la calle”.Hace más de un año Patricia May sufrió la muerte de su hermana Paula que dejó a un pequeño hijo que ella adoptó. A los pocos meses, sus padres Sergio y Georgina fallecieron en un trágico accidente de auto en Argentina.

-¿Cómo se logra procesar estos dolores?“La muerte no existe. Yo vivo con mis papás y mi hermana y tengo la viva vivencia de que así como yo estoy aquí dando vida, ellos también lo están haciendo. Ellos están vivos”.-Pero no pudiste despedirte de ellos.“Uno no tiene porque despedirse de los seres que ama, sigues relacionados con ellos. Eso no quiere decir que no haya sufrido y no haya tenido pena, porque evidentemente, hay una pérdida material fuerte, pero no los echo de menos porque están conmigo”.

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